“Estoy embarazada”: la ex reina de belleza Alicia Montero rompe el silencio en plena transmisión en vivo y confiesa, entre lágrimas y sorpresa general, la verdadera identidad del padre de su hijo por nacer
La noche parecía una más en el programa de entrevistas “Noche Abierta”: luces cálidas, público atento, un presentador con sonrisa perfecta y una invitada que ya conocía de memoria el juego de las cámaras.
Pero a los diez minutos de la conversación, cuando el conductor le preguntó por qué se veía “más luminosa que de costumbre”, Alicia Montero hizo una pausa extraña, sujetó el micrófono con ambas manos y pronunció dos palabras que hicieron que el estudio entero contuviera el aliento:
—Estoy embarazada.
Hubo un segundo de silencio absoluto. Después, un murmullo que salió del público como una ola. Algunos aplaudieron, otros se miraron sorprendidos, el conductor abrió los ojos como si hubiera recibido una noticia que ni en los ensayos más salvajes se le habría ocurrido imaginar.
Alicia, ex reina de belleza, actriz, presentadora y concursante eterna de realities, sonrió con una mezcla de nervios y alivio. No era el tipo de mujer que se quedara sin palabras, pero esta vez parecía estar midiendo cada una con bisturí.

—Lo estoy diciendo aquí —añadió, mirando directo a la cámara— porque estoy cansada de que otros cuenten mi vida antes que yo.
La frase fue el disparo de salida. En segundos, las redes sociales se llenaron de recortes de video, titulares improvisados, teorías apresuradas. No era la primera vez que el nombre de Alicia se convertía en tendencia, pero sí la primera en que ella misma, sin rodeos, reconocía algo tan íntimo en vivo.
Lo que nadie sabía aún, y lo que terminaría de encender la curiosidad colectiva, era la segunda parte de su confesión: quién era el padre de ese hijo por nacer.
De reina de belleza polémica a madre a los cuarenta y tantos
Para entender el impacto de ese anuncio, hay que recordar quién es Alicia Montero en ese universo televisivo que la ama y la devora a la vez.
A los 18 años ganó un certamen de belleza nacional. A los 19, llegó a un concurso internacional donde, más allá de su corona, se hizo conocida por algo que la producción nunca olvidó: decía lo que pensaba, incluso cuando no era lo más conveniente para la marca.
Pasó de los desfiles a las telenovelas, de las telenovelas a la conducción, de la conducción a los realities. Su vida sentimental siempre fue tema de conversación: novios famosos, rumores, fotos robadas a la salida de restaurantes. Ella jugaba con esa imagen: subía y borraba publicaciones, lanzaba frases ambiguas, respondía a los comentarios con ironía.
Pero en los últimos años, algo había cambiado. A los cuarenta y tantos, Alicia empezó a mostrarse más reservada con su vida privada. Hablaba de trabajo, de proyectos, de su hija adolescente —fruto de una relación anterior—, pero esquivaba cualquier pregunta directa sobre parejas.
—No es que no tenga vida sentimental —repetía en entrevistas—. Es que aprendí que, si la comparto demasiado, dejo de vivirla yo y pasa a vivirla el público.
Esa aparente calma alimentaba un rumor silencioso: “Alicia está sola, ya no quiere saber nada del amor”. Algunos lo celebraban como ejemplo de independencia; otros lo usaban para insinuar que “se le había pasado el tren”. Ella respondía con la misma frase:
—Los trenes no pasan, uno decide a cuáles se sube.
Por eso, que anunciara un embarazo en un programa en vivo no solo era una sorpresa. Era una declaración de guerra contra todas las suposiciones que habían hecho sobre ella.
El anuncio en vivo: lágrimas controladas y una frase ensayada mil veces
Volvamos al estudio de “Noche Abierta”.
Después del “estoy embarazada”, el conductor intentó recuperar el control de la situación. Respiró hondo, tomó un vaso de agua y preguntó lo que todo el mundo quería saber:
—Alicia… ¿cuántos meses tienes?
Ella sonrió, esta vez con un gesto que combinaba orgullo y miedo.
—Cuatro meses —respondió—. Lo suficiente para que ya no pueda esconderlo con vestidos anchos, y también lo suficiente para sentir que no quiero que nadie invente su propia versión de mi historia.
—¿Y cómo te sientes? —insistió él—. Porque llevas años diciendo que no sabías si querías volver a ser mamá…
Alicia miró al público, como buscando apoyo.
—Me siento aterrada y feliz —admitió—. Hay días en que pienso: “¿qué estoy haciendo a esta edad?”. Y otros en los que solo puedo agradecer que la vida me haya dado una nueva oportunidad. No es un accidente, no es un descuido. Es una decisión.
La palabra “decisión” se quedó flotando en el aire. No era una frase improvisada; se notaba que la había repetido mentalmente muchas veces.
El conductor vaciló un momento antes de formular la pregunta inevitable:
—Alicia… ¿podemos preguntar quién es el padre?
Las cámaras hicieron un zoom lento. Ella bajó la mirada, respiró hondo y negó con la cabeza.
—Hoy no —dijo—. Hoy solo quiero que sepan que este bebé es deseado y está muy cuidado. Sobre todo, por alguien que siempre ha estado ahí… incluso cuando nadie lo veía.
Fue suficiente para disparar todas las teorías posibles.
Internet estalla: ex, rumores y nombres que no aparecen
En menos de una hora, los titulares se copiaban unos a otros:
“Alicia Montero anuncia embarazo en vivo y se niega a revelar quién es el padre”.
“¿Quién es el misterioso hombre en la vida de la ex reina de belleza?”
“Las pistas que dejó Alicia sobre el padre de su hijo por nacer”.
Los usuarios hicieron lo que hacen siempre: revisar el pasado como si fuera un álbum de pistas. De pronto reaparecieron viejas fotos con cantantes, actores, empresarios. Un video borroso de ella saliendo de un restaurante con un hombre alto y barba bien recortada se convirtió en “posible padre número uno”. Una cena amistosa con un productor de televisión, en “posible padre número dos”.
Alguien recordó que, meses atrás, un director de cine le dejaba comentarios cariñosos en sus redes. Otro usuario desenterró una entrevista en la que ella hablaba de “un amigo muy importante, que no es del medio”.
La especulación se volvió un deporte.
Pero, entre tanta teoría, había algo que nadie notaba: en las últimas fotos de Alicia, siempre aparecía un elemento discreto y repetido. Una mano sosteniendo una taza de café al borde de la imagen, una sombra en el espejo, una maleta al fondo de la habitación de hotel.
No era un actor, no era un cantante, no era un político.
El hombre que estaba a punto de convertirse en el padre del hijo de Alicia tenía otro rol en su vida desde hacía años. Y justamente por eso, casi nadie lo había visto.
El pacto silencioso: un amor que vivía detrás de las cámaras
Una semana después del anuncio, Alicia aceptó una entrevista exclusiva para la revista digital “Vida y Pantalla”. Esta vez, la condición la puso ella: nada de preguntas anteriores filtradas, nada de presiones, nada de cámaras escondidas. Si iba a hablar, lo haría con la misma honestidad con la que había lanzado su bomba en televisión.
La entrevista se realizó en su propia casa, en una sala luminosa, con plantas y fotos familiares. Nada de sets impecables: cojines sin acomodar, una vela a medio consumir, una manta en el sofá.
—Mucha gente piensa que hice ese anuncio impulsivamente —dice Alicia, sentándose frente a la reportera—. La verdad es que lo pensé meses. No por mí, sino por él. Por el padre de mi hijo.
—¿Por qué? —pregunta la periodista—. ¿Qué lo hace tan especial… o tan complicado?
Alicia se queda en silencio unos segundos. Luego sonríe, como quien está a punto de decir en voz alta algo que llevaba demasiado tiempo guardado.
—Porque no es un desconocido para mí —responde—. Pero sí lo es para el público. Y siempre quiso que siguiera siendo así.
La reportera revisa sus notas. No hay en ellas ningún nombre que encaje con esa descripción.
—¿Es alguien del medio?
—Depende de cómo entiendas “del medio” —contesta Alicia—. No sale en cámaras, no da entrevistas, no va a alfombras rojas. Pero ha estado en casi todas mis etapas profesionales importantes.
La periodista frunce el ceño.
—¿Un productor? ¿Un representante?
Alicia niega con la cabeza, aunque la sonrisa se le escapa.
—Mi representante sí —admite—. Es Nicolás.
Ahí está. Un nombre. Una identidad.
Nicolás Pereda: pocos fuera de la industria han escuchado hablar de él. Pero dentro, su nombre es sinónimo de gestión impecable. Durante años ha sido el hombre detrás de los contratos de Alicia, el que negociaba marcas, el que le decía que no a proyectos que prometían mucho ruido y poca seriedad.
Siempre estaba ahí, pero en segundo plano. En fotos de backstage, en videos fugaces, en agradecimientos al final de discursos.
—La gente asumía que solo éramos un equipo profesional —dice Alicia—. Y lo fuimos durante mucho tiempo. Hasta que, sin darme cuenta, empecé a llamarlo por las noches no para preguntarle por un contrato… sino para contarle que estaba cansada, o triste, o feliz sin motivo.
La periodista se inclina hacia adelante.
—¿Desde cuándo están juntos?
—“Juntos” es una palabra complicada —responde Alicia—. Si cuentas desde la primera vez que nos dimos la mano como algo más que jefa y manager… hace casi dos años. Si cuentas desde que nos enamoramos, creo que ninguno de los dos podría señalar un día exacto. Fue pasando.
Del contrato al cariño: cómo se cruzó la línea
Alicia cuenta que conoció a Nicolás cuando su carrera estaba en una especie de limbo.
—Tenía proyectos, sí —recuerda—, pero me sentía repetida. Hacía de mí misma una y otra vez: la polémica, la que contesta, la que no se calla. Un amigo en común me recomendó a Nicolás para manejar mi carrera. Dijo: “él no te va a prometer castillos, pero te va a decir la verdad cuando los demás solo quieran agradarte”.
La primera reunión fue en una cafetería tranquila. Nicolás llegó con una libreta y un gesto serio.
—No me hizo halagos —cuenta—. Me habló de números, de imagen, de desgaste. Me dijo: “tienes que decidir quién quieres ser en los próximos diez años, porque seguir reaccionando a todo lo que digan de ti te va a agotar”.
Ella, acostumbrada a que la gente diera vueltas, sintió algo raro: respeto.
—No me habló como a una muñeca televisiva, sino como a una profesional —dice—. Y eso me enganchó.
Trabajaron codo a codo. Él organizaba su agenda, ella aprendía a decir “no” sin sentir que estaba traicionando a su audiencia. Entre rodajes, giras y campañas, la relación se fue volviendo más cercana.
—Un día se quedó hasta tarde en mi casa revisando un guion —recuerda Alicia—. Mis padres estaban de visita y mi madre, que no se pierde una, me dijo al día siguiente: “ese hombre te mira como quien está acostumbrado a cuidarte, pero todavía no se atreve a tocarte”.
Ella se rió en ese momento. Pero la frase le quedó resonando.
—Yo misma me resistía a verlo —confiesa—. Tenía miedo de mezclar, de arruinar una relación profesional que me había costado construir. Él decía lo mismo. Así que nos mantuvimos en ese territorio intermedio durante bastante tiempo.
Hasta que la vida, como siempre, se encargó de hacerles una pregunta que ya no podían evitar.
La noche del “no puedo seguir fingiendo”
No hubo una declaración de película ni una escena dramática bajo la lluvia. Hubo, más bien, cansancio.
—Había tenido un día horrible —cuenta Alicia—. Grabación larga, comentarios en redes, un rumor que no venía al caso. Llegué a casa, me senté en el sofá y empecé a llorar sin saber exactamente por qué.
Llamó a Nicolás. Él llegó sin hacer preguntas, se sentó con ella, escuchó.
—En algún momento, sin pensarlo, apoyó la mano en mi hombro —dice—. Y en vez de apartarme, sentí que eso era exactamente lo que había estado necesitando, no solo esa noche, sino desde hacía tiempo.
La reportera pregunta si fue entonces cuando se besaron.
Alicia sonríe.
—Fue entonces cuando me di cuenta de que lo quería —responde—. El beso vino después, en otra noche, con menos lágrimas y más risas, pero con la misma sensación de que estábamos cruzando una línea de la que ya no habría vuelta atrás.
Hablaron, mucho. De los riesgos, de la mezcla, de qué pasaría si terminaban y seguían trabajando juntos. Al final, eligieron intentarlo.
—Pusimos reglas claras —explica—. Una de ellas era proteger nuestra relación de la exposición pública. Él nunca ha buscado cámaras. Yo estoy acostumbrada a vivir en ellas. Tuvimos que encontrar un punto medio.
Cuando llegó el tema de la maternidad, la conversación cambió de nivel.
El día que el test dio positivo
Alicia no lo cuenta como una anécdota rosa. Lo recuerda con detalle.
—Llevaba días sintiéndome rara —dice—. Más cansada de lo normal, con un sueño que no era justificado por el trabajo. Una mañana, sola en casa, decidí hacerme una prueba. No quería dramatizar; pensé que iba a salir negativa y todo quedaría en una anécdota que le contaría a mi mejor amiga.
La prueba dio positivo casi de inmediato.
—Me senté en el borde de la bañera con el aparatito en la mano —recuerda—. Y lo primero que pensé no fue “soy demasiado mayor” ni “qué va a decir la gente”. Lo primero fue: “¿cómo se lo digo a Nicolás?”.
Lo llamó. Él llegó más rápido de lo razonable, como si hubiera estado esperando esa llamada.
—Cuando le mostré la prueba, se quedó en silencio —dice—. Apenas unos segundos, pero para mí fueron eternos. Y luego dijo algo que no voy a olvidar nunca: “Tengo miedo, pero no de ti ni del bebé. Tengo miedo de no estar a la altura. Y aun así, quiero intentarlo”.
No hubo discusiones sobre “qué hacer”. No hubo reproches. Hubo preguntas prácticas, visitas al médico, cambios de planes. Hubo también una decisión que tomaron desde el principio: el bebé nacería sabiendo la verdad de quiénes eran sus padres, pero el mundo tardaría en enterarse.
—Por eso me guardé la noticia cuatro meses —explica Alicia—. Quería vivir el principio de este camino sin ruido externo. Pero las especulaciones empezaron, las fotos, los comentarios. Y un día entendí que, si seguía callando, otros iban a armar un rompecabezas con piezas que no les correspondían.
Por eso eligió el programa en vivo, por eso dijo “estoy embarazada” mirando a la cámara.
—Lo que no habíamos acordado aún era cuándo decir quién era el padre —admite—. Yo necesitaba que él estuviera listo también.
¿Por qué revelarlo ahora?
La periodista de “Vida y Pantalla” no evita la pregunta obvia:
—Si tu primera reacción fue protegerlo de la exposición, ¿por qué decidir revelar su nombre ahora?
Alicia suspira.
—Porque la curiosidad de la gente no se queda en la pantalla —responde—. Empieza a tocar puertas, a mandar mensajes a familiares, a inventar historias con nombres equivocados. Y eso también afecta a personas que no tienen nada que ver.
Hace una pausa.
—Hubo un momento en que empezaron a relacionarme con alguien con quien ni siquiera hablo desde hace años —cuenta—. Y Nicolás fue el que me dijo: “no voy a permitir que carguen a otro con algo que es mío también”.
La decisión fue conjunta. Se sentaron una noche, sin móviles, sin televisión, sin nada más que ellos dos y una agenda en blanco.
—Le pregunté: “¿estás dispuesto a que te pregunten cosas, a que te investiguen, a que te etiqueten como ‘el padre del hijo de Alicia Montero’?” —relata ella—. Me dijo que sí, pero con una condición: que nunca lo usáramos como argumento de promoción.
No habrá portadas de revista con su rostro, no habrá contratos que usen su nombre como gancho. Alicia lo tiene claro.
—Contarlo es una cosa —dice—. Convertirlo en un producto, otra muy distinta. Y en esto, los dos estamos de acuerdo.
Reacciones, críticas y una nueva forma de silencio
Tras la publicación de la entrevista, la identidad de Nicolás dejó de ser un misterio para los más curiosos. Empezaron a circular fotos antiguas de él, siempre en segundo plano, junto a Alicia en eventos.
“Siempre estuvo ahí”, escribía más de un usuario, como si hubiera descubierto un secreto a simple vista.
Las reacciones fueron variadas. Hubo quienes aplaudieron la historia de amor silenciosa que se volvió familia. Otros cuestionaron la diferencia de poder implícita en una relación entre una figura y su representante. Alicia respondió a esto con serenidad:
—Si alguien piensa que estoy con él por dependencia, es que no ha visto mi trayectoria —dijo en una breve declaración—. Y si alguien cree que él está conmigo por fama, es que no lo conoce. Yo sé quién es en mi vida. Lo demás es ruido.
Las críticas sobre su edad, inevitablemente, también aparecieron. Comentarios sobre “riesgos”, “egoísmo”, “niños que tendrán padres mayores”.
Ella no los niega.
—Sí, soy una madre que no encaja en el ideal de “joven y fresca” —admite—. Pero también soy una madre con una conciencia que no tenía a los veinte. No puedo cambiar lo que piensen de mí, pero sí puedo elegir qué hago con ese tiempo que tengo.
Lo que viene: miedo, ilusión y una promesa
Al final de la entrevista, la reportera hace la pregunta que, en el fondo, todos quieren hacer:
—¿Tienes miedo?
Alicia se ríe, pero los ojos se le humedecen.
—Mucho —responde—. Miedo de no dormir, de equivocarme, de no llegar a verlo graduarse, de no tener respuesta para todas sus preguntas. Pero también estoy emocionada. Me hace sentir viva saber que todavía hay capítulos nuevos para mí, aunque no sean perfectos.
Cuenta que su hija adolescente, al enterarse, primero reaccionó con un meme y luego con un abrazo.
—Me dijo: “no sé si estoy lista para ser hermana mayor, pero si tú vas a ser mamá otra vez, supongo que yo tengo que aprender a ser también un poco mamá contigo” —recuerda—. Y ahí supe que, pase lo que pase, no voy a estar sola.
Nicolás, fiel a su estilo, no aparece frente a la cámara. Pero al final de la nota, hay un mensaje suyo que la revista incluye con su permiso:
“No soy figura pública ni quiero serlo. Solo quiero que se sepa que este hijo no es solo de ella. Es nuestro. No soy un héroe ni un villano. Soy un hombre que se enamoró tarde, pero a tiempo”.
Alicia lee esas palabras en voz alta y sonríe.
—Eso —dice— es todo lo que necesitaba escuchar. Lo demás, que lo discuta el mundo si quiere. Yo, por primera vez, estoy tranquila con lo que viene.
El anuncio “Estoy embarazada” ya no es solo un titular pegajoso en una pantalla. Detrás de él hay una mujer que decidió recuperar el control de su historia, un hombre que abandonó la comodidad del anonimato por coherencia, una familia que se reacomoda y un bebé que todavía no nace, pero ya ha puesto en jaque prejuicios, agendas y comentarios fáciles.
Lo que venga después no tendrá guion perfecto.
No habrá filtro que oculte o embellezca cada momento.
Habrá madrugadas, dudas, alegría, cansancio.
Habrá, sobre todo, una verdad sencilla que Alicia Montero quiso dejar clara desde el principio:
“Este hijo llega porque lo elegimos. No para complacer a nadie, no para callar rumores, no para salvar carreras. Llega porque, aun con miedo, decidimos decir que sí”.
Y quizás por eso, esa imagen de ella, llevando la mano al vientre en pleno programa en vivo y diciendo “estoy embarazada”, quede en la memoria de muchos no solo como un gesto dramático de televisión, sino como algo más raro de ver en pantalla:
Un momento de honestidad, sin efectos especiales.
