La trágica vida y muerte de Rubén Aguirre
Hizo reír a millones, pero detrás de escena, su propia vida no fue una comedia. Rubén Aguirre, la imponente figura conocida como el entrañable profesor Jirafales de El Chavo del Ocho, se convirtió en un ícono querido en toda América Latina y más allá.
Aplaudido, admirado y en la cima de la fama, alguna vez lo tuvo todo: éxito, fortuna y la devoción de generaciones.
Pero pocos conocen la desgarradora verdad detrás del telón. Cómo terminó uno de los actores más queridos de la televisión en la bancarrota, quebrado y olvidado por la misma industria que alguna vez lo celebró.
Desde un trágico accidente automovilístico que destrozó su salud y sus finanzas hasta una silenciosa batalla contra la diabetes, los últimos años de Rubén Aguirre estuvieron marcados por el dolor y la pérdida.
El personaje del profesor Jirafales, interpretado con maestría, se convirtió en una de las figuras más icónicas de la legendaria serie mexicana.
Con su postura digna, su aire exagerado de superioridad y su toque romántico al cortejar a Doña Florinda, rápidamente conquistó al público.
Su carisma y su sentido del humor hicieron que el personaje fuera inolvidable, permaneciendo en el programa durante sus siete años de emisión. Pero, a pesar de la fama, la vida de Aguirre fuera de cámara tomó un giro mucho más oscuro.
Antes de adentrarse en el mundo de la comedia, Rubén Aguirre no tenía formación actoral.
Obtuvo un título en ingeniería agrónoma en la escuela Hermanos Escobar de Ciudad Juárez, Chihuahua, pero nunca ejerció.
En cambio, trabajó como periodista y locutor de radio entre 1962 y 1970. Su gran oportunidad en la televisión llegó gracias a Roberto Gómez Bolaños.
Aguirre se unió a Bolaños en varias producciones como Chespirito, donde participó en sketches como Chespirotadas, El Chapulín Colorado y Los Chifladitos.
Estos papeles le dieron reconocimiento internacional, pero contrariamente a la creencia popular, no aseguraron su futuro financiero. Según su hija Verónica, la familia enfrentó dificultades económicas durante muchos años.
Más allá de la televisión, Aguirre encontró éxito en Argentina con su circo ambulante, que le permitió actuar y hacer giras extensas. Pero en 2007, su vida dio un giro drástico.
Durante un viaje a Los Mochis, Sinaloa, él y su esposa sufrieron un accidente automovilístico devastador.
Los frenos del vehículo fallaron justo antes de llegar a una caseta de peaje. “No pude frenar”, relató más tarde. “Pisé el pedal, pero la camioneta no se detuvo.
Me estrellé contra un muro.” Las consecuencias fueron terribles. Su esposa perdió una pierna y él tuvo que someterse a una cirugía en la columna. Le colocaron tornillos, placas y sufrió múltiples fracturas.
El accidente no solo los dejó con secuelas físicas, sino que también destruyó su estabilidad económica.
Ya lidiando con diabetes y otros problemas de salud, Rubén entraba y salía del hospital constantemente.
En 2015 reveló públicamente que la Asociación Nacional de Actores (ANDA) se negó a cubrir una factura hospitalaria de apenas 5000 pesos, pese a haberle descontado cuotas durante años.
Su hijo aclaró que la deuda no era crítica, pero la indignación vino de la traición del sindicato cuando más lo necesitaban. Aun así, Aguirre negó estar en la ruina. “No estoy pasando por una mala situación económica.
Es mi sindicato el que se ha negado a pagar”, aclaró en Twitter. Pero confesó que tras el accidente gastó más de un millón de pesos en hospitales, doctores y medicinas.
Rubén Aguirre falleció el 17 de junio de 2016 a los 82 años en su casa en Puerto Vallarta.
Murió con deudas, supuestamente debiendo cinco millones de pesos y dejando una demanda pendiente. Su amada esposa Consuelo falleció dos años después.
Para entender cómo terminó en esa situación, hay que mirar su historia desde el principio.
Nació el 15 de junio de 1934 en Santa Anita, Saltillo, Coahuila. Hijo de Rubén Aguirre Flores y María Victoria Aguirre Fuentes, desde pequeño mostró una energía vibrante y un talento natural para la mímica y la imitación.
“Siempre me ha gustado actuar desde muy pequeño. Imitaba a los vendedores que pasaban por mi casa”, recordaba.
Aunque estudió ingeniería agrónoma y trabajó en el campo, su corazón estaba en el espectáculo. Sin dinero para seguir su sueño, comenzó como locutor de radio.
También tuvo una pasión inesperada: la tauromaquia. Fue novillero por un tiempo, pero su estatura de 1.96 metros jugó en su contra, restándole agilidad.
Fue en una plaza de toros donde conoció al amor de su vida, Consuelo Reyes. Se casaron en 1960 y formaron una familia con siete hijos.
En su autobiografía recordó con cariño su época como torero, pero admitió que actuar fue siempre su mayor pasión.
Gracias a su trabajo como ejecutivo en Televisa, Rubén descubrió a un joven comediante: Roberto Gómez Bolaños.
Fue él quien lo recomendó a los altos mandos y años después, cuando Rubén quiso actuar, Chespirito no lo olvidó. Así empezó su carrera frente a las cámaras. Dejó su puesto como ejecutivo, a pesar del miedo de su esposa.
Su primera gran oportunidad fue Chespirotadas, luego Los supergenios de la mesa cuadrada y finalmente, en 1973, el personaje que lo inmortalizaría: el profesor Jirafales.
Su frase característica, “ta ta ta ta”, nació de la inspiración de un maestro de su infancia que decía “tatá” como despedida. Rubén la adaptó y la convirtió en un símbolo del personaje.
Aunque su estatura y voz lo hacían intimidante, el profesor Jirafales era un romántico empedernido, siempre llevando flores a Doña Florinda.
Aunque nunca se besaron en pantalla, Aguirre explicó que eso habría roto la tensión romántica que daba encanto a la historia.
Rubén también interpretó a muchos otros personajes en el universo de Chespirito: Rufino Rufián, Lucas en Los Chifladitos y el sargento Refugio Pasguato, entre otros. Pero el peso del profesor Jirafales lo encasilló y dificultó su carrera posterior.
Para sobrevivir, fundó un circo ambulante temático, pero tras el accidente de 2007, sus recursos se agotaron rápidamente. En 2010, con 76 años, Rubén Aguirre declaró públicamente su ruina financiera.
El 14 de mayo de 2016 fue hospitalizado con neumonía. Dado de alta el 25 de mayo por temor a infecciones intrahospitalarias, su salud seguía deteriorada.
Ya no podía caminar. Aun así, el 15 de junio celebró su último cumpleaños rodeado de sus hijos y nietos.
Dos días después, en la madrugada del 17, la neumonía regresó con fuerza y el querido profesor Jirafales falleció en paz. Fue sepultado ese mismo día en una ceremonia íntima.
Cientos de fans acudieron a despedirse. Mariachis tocaron la canción del Chavo, niños dejaron manzanas sobre su ataúd.
Edgar Vivar escribió: “Mi profesor favorito, descansa en paz. Te voy a extrañar mucho.” Carlos Villagrán, Kiko, comentó con tristeza: “Poco a poco, la vecindad se va al cielo.” Florinda Meza, su eterna Doña Florinda en pantalla, no asistió.
Pero el amor entre sus personajes quedó como símbolo inolvidable.
Rubén Aguirre reveló que en sus primeros años en el programa ganaba solo 35 pesos al mes, y al final, alrededor de 700.
A diferencia de sus compañeros que amasaron fortunas millonarias, él murió con deudas y sin dejar herencia.
Pero lo que sí dejó fue un legado de alegría, bondad y humanidad. Decía que el profesor Jirafales era un reflejo de su propia alma: un romántico, un soñador, un hombre de corazón.
Y así es como lo recordamos hoy. No solo como el hombre alto con un ramo de flores, sino como un gran ser humano que nos hizo reír, nos enseñó lecciones y nos mostró que el amor verdadero no siempre necesita un final feliz, sino simplemente ser recordado con cariño.