El Boeing 737 de LA TAM tocó la pista del aeropuerto internacional Silvio Petirosi a las 14:30 horas del 7 de agosto de 2025. Maya Sasil Cuevas presionó su rostro contra la ventanilla oval, observando el paisaje paraguayo que se extendía bajo un cielo invernal de un azul pálido y limpio.
A su lado, su hermana gemela Lira Yatil dormitaba con los audífonos puestos. Respirando con la tranquilidad que solo ella poseía antes de las grandes competencias. “Lira, despierta.” “Ya llegamos”, susurró Maya tocando suavemente el hombro de su hermana. Sus rostros eran prácticamente idénticos, piel morena clara, cabello negro recogido en coletas altas, ojos expresivos que brillaban con la intensidad de quienes han dedicado su vida entera a volar desde alturas imposibles hacia el agua cristalina.
La delegación mexicana comenzó a moverse por los pasillos del avión. Carlos Mercenario, jefe de misión, revisaba por última vez los documentos mientras los 377 atletas se preparaban para descender. Las hermanas cuevas formaban parte del selecto grupo de clavadistas que llevaban sobre sus hombros de apenas 14 años el peso de las expectativas nacionales.
Vamos juntos en esta aventura. ¿Cómo te sientes? Preguntó Lira mientras guardaba sus audífonos en la mochila que contenía sus pertenencias más preciadas.
su rana de peluche de la suerte, las muñequeras con la bandera mexicana y una foto familiar tomada en su primera competencia internacional. Nerviosa y emocionada al mismo tiempo, respondió Maya, ordenando meticulosamente sus cosas como siempre lo hacía. Era la más sistemática de las dos la que planeaba cada movimiento con precisión matemática. Es Paraguay Lira.

Nunca habían organizado unos panamericanos. Toda América estará viendo y nosotras vamos a brillar, replicó Lira con esa sonrisa contagiosa que siempre tranquilizaba a Maya. era la más espontánea, la que confiaba en su instinto y en esa conexión inexplicable que las unía desde el vientre materno.
El descenso por las escalerillas del avión les trajo el primer contacto con el aire a un seño. A pesar de ser invierno austral, la temperatura rondaba los 18ºC y el viento llevaba un aroma diferente, una mezcla de tierra húmeda y vegetación que les recordó que estaban lejos de Guadalajara. El traslado hacia el Parque Olímpico de Luque fue toda una experiencia sensorial.
Las gemelas observaron por las ventanas del autobús oficial mientras atravesaban Asunción, una ciudad que palpitaba con la emoción de ser anfitriona por primera vez en su historia de unos juegos panamericanos. Banderas de los 41 países participantes colgaban de postes y edificios, creando un mosaico de colores que transformaba las calles en una celebración permanente.
“¡Miren eso”, murmuró Maya, señalando hacia una esquina donde un grupo de jóvenes paraguayos sostenía carteles con frases en guaraní y español. Uno de ellos decía, “Nan de Paraguayo, Haiti! Nuestro Paraguay está orgulloso. No sé qué dice, pero se ve bonito comentó Lira. Aunque su instinto le decía que no todo sería tan acogedor como parecía.
El Parque Olímpico los recibió como una visión del futuro. Las instalaciones relucían bajo el sol invernal paraguayo con el centro acuático olímpico como la joya de la corona arquitectónica. La estructura moderna, con sus líneas elegantes y grandes ventanales que permitían la entrada de luz natural, había sido diseñada siguiendo estándares internacionales que rivalizaban con cualquier complejo deportivo del mundo.
Es impresionante, murmuró Maya mientras caminaban hacia la entrada principal, arrastrando sus maletas con ruedas que resonaban sobre el pavimento inmaculado. Iván Bautista, su entrenador desde hacía 5 años, las alcanzó llevando el equipo técnico. Era un hombre de 52 años de complexión delgada y mirada aguda, que había forjado su reputación entrenando a medallistas olímpicos como Paola Espinosa y Gabriela Agúndez.
Su metodología era exigente, pero justa, y había visto en las gemelas cuevas un potencial que lo emocionaba como pocas veces en su carrera. Chicas, en una hora tienen sesión de reconocimiento de la piscina. Les informó mientras registraban su llegada en la recepción. Quiero que se familiaricen con la profundidad, la temperatura del agua y la acústica del lugar.
Este centro acuático es uno de los más modernos de Sudamérica. La villa de atletas era un complejo habitacional diseñado específicamente para estos juegos con departamentos cómodos que albergaban a los deportistas por nacionalidades. Las hermanas compartirían habitación como siempre lo habían hecho, un arreglo que les proporcionaba la tranquilidad de tener cerca a la única persona en el mundo que comprendía completamente sus rituales precompetencia.
Su habitación estaba en el séptimo piso con vista directa al centro acuático. Maya se dirigió inmediatamente a la ventana, calculando mentalmente la distancia, observando el movimiento de las personas alrededor de las instalaciones deportivas. Lira, por su parte, encendió la televisión y sintonizó un canal local donde estaban transmitiendo un programa especial sobre los juegos. Maya, ven a ver esto.
” La llamó Lira con cierta preocupación en la voz. En la pantalla, un periodista paraguayo entrevistaba a varios ciudadanos de Asunción sobre sus expectativas para los juegos. Las respuestas eran variadas, pero un patrón comenzó a emerger cuando preguntaron específicamente sobre las clavadistas mexicanas. Esperamos que nuestras chicas les den batalla a esas mexicanas.
decía una mujer mayor con una sonrisa que no llegaba a sus ojos. México siempre viene con mucha arrogancia, pensando que van a ganar todo fácil. Que vengan nomás, agregó un hombre joven con una camiseta de la selección paraguaya de fútbol. Aquí en casa con nuestra gente gritando, van a ver lo que es la pasión paraguaya. Fuera mexicanas. Maya sintió un nudo en el estómago.
No era la primera vez que enfrentaban hostilidad del público local, pero algo en el tono de estos comentarios le resultaba diferente, más personal. “No les hagas caso”, le dijo Lira, aunque ella misma parecía afectada. “Siempre dicen lo mismo en todos lados. Una vez que nos vean competir, cambian de opinión. Espero que tengas razón”, murmuró Maya, pero siguió viendo el programa donde más personas expresaban sentimientos similares.
Paraguay estaba orgulloso de ser sede y eso significaba que esperaban que sus atletas locales brillaran por encima de las invasoras extranjeras. A laser horas se dirigieron al centro acuático para su primera sesión de entrenamiento. El lugar era aún más impresionante por dentro. piscina de competencia de 50 m, trampolines y plataformas instalados según las especificaciones olímpicas más exigentes, gradas para 3,500 espectadores que parecían elevarse hacia el cielo como las alas de un pájaro gigante. Pero lo que más les llamó la atención fue el sonido. Un grupo de
aproximadamente 200 paraguayos había venido a observar los entrenamientos y cuando las gemelas cuevas aparecieron en sus trajes de baño rojos con los colores de México, el murmullo se transformó en algo más hostil. “¡Fuera mexicanas!”, gritó alguien desde las gradas superiores. “Aquí es casa paraguaya”, secundó otra voz.
Maya y Lira intercambiaron una mirada en 5 años de competencia internacional. Nunca habían experimentado un rechazo tan directo y vocalizado. Generalmente el público respetaba a todos los atletas durante los entrenamientos. “Concéntrense en lo nuestro”, les murmuró Iván Bautista mientras las acompañaba hacia la zona de trampolines de 3 m.
El ruido no importa cuando están en el aire. Las hermanas comenzaron con sus ejercicios de calentamiento habitual. Primero estiramientos en el borde de la piscina, luego saltos sencillos para probar la temperatura del agua, perfecta a 27 gr. Y finalmente sus primeros clavados de reconocimiento. Maya fue la primera en subir al trampolín de 3 m. Su rutina de preparación era siempre la misma.
Tres respiraciones profundas, visualización del clavado, ajuste de la posición de los pies. El silencio habitual que precede a un salto se vio interrumpido por más gritos desde las gradas. Que se vaya a su país, Paraguay no más. Maya vaciló por un instante. En ese momento de duda, algo extraordinario sucedió.
Lira, que estaba abajo esperando su turno, comenzó a aplaudir lentamente, manteniendo contacto visual con su hermana. Era su señal secreta, el código que habían desarrollado desde niñas para decirse, “Estoy aquí contigo siempre.” Maya sonrió, recuperó su concentración y ejecutó un salto hacia delante con dos mortales y medio en posición agrupada que cortó el agua con una precisión quirúrgica.
El chapoteo fue mínimo, casi inexistente. Un silencio incómodo se extendió por las gradas. Lira subió al trampolín inmediatamente después. Su estilo era diferente al de Maya, más fluido, menos técnico, pero igualmente efectivo. Ejecutó el mismo clavado con una elegancia natural que hizo que pareciera más una danza aérea que un ejercicio atlético. Nuevamente entrada perfecta al agua.
Ahora el silencio era absoluto. Durante la siguiente hora, las gemelas ejecutaron una rutina tras otra, mostrando la sincronía que las había convertido en medallistas mundiales apenas un mes atrás en Singapur. Sus cuerpos se movían como si fueran controlados por una sola mente. Sus saltos tenían una precisión matemática que desafiaba las leyes de la física.
Gradualmente, los murmullos hostiles se fueron transformando en murmullos de admiración involuntaria. Están buenas estas mejas”, comentó alguien en voz baja. “Sí, pero igual que pierdan”, replicó otro, aunque con menos convicción que antes. Al terminar la sesión, Maya y Lira salieron de la piscina empapadas, pero satisfechas.
Habían enviado un mensaje claro. Vinieron a competir al más alto nivel y la hostilidad del público no iba a afectar su rendimiento. Mientras se dirigían a los vestidores, escucharon una conversación en español con acento paraguayo. Papá, ¿viste cómo saltaron? Sí, mija, son muy buenas, pero nosotros vamos a alentar a las nuestras igual. Pero están rebuenas, papá.
No podemos aplaudir cuando salten bien. Bueno, un poco no más. Maya y Lira sonrieron para sus adentros. Quizás la batalla por conquistar el corazón del público paraguayo no sería imposible después de todo. Esa noche, en su habitación de la villa de atletas, las hermanas cenaron empanadas paraguayas que habían comprado en la cafetería del complejo.
El sabor era diferente a las mexicanas, con un relleno de carne más condimentado y una masa más gruesa, pero deliciosas. “¿Sabes qué pienso?”, dijo Lira mientras terminaba su cena. ¿Qué? ¿Que mañana van a gritar más fuerte, pero al final van a terminar aplaudiéndonos? ¿Cómo puedes estar tan segura? Porque somos buenas, Maya, realmente buenas.
Y el deporte bueno siempre conquista corazones sin importar la bandera. Maya asintió, sintiéndose más tranquila. Mañana comenzaría oficialmente la competencia de clavados y ellas estaban listas para demostrar por qué México seguía siendo una potencia mundial en esta disciplina. Afuera, la noche aunseña cubría el parque olímpico con un manto de silencio expectante.
En pocas horas, el centro acuático se llenaría de nuevo, pero esta vez para competencias oficiales. Y las gemelas cuevas estaban determinadas a convertir cada grito de fuera mexicanas en un aplauso de admiración genuina. El primer capítulo de su historia paraguaya había terminado.
El verdadero desafío comenzaría con el amanecer del 8 de agosto. El despertador sonó a las 6 a del 8 de agosto, pero Maya ya estaba despierta desde las 5:30, observando por la ventana como el sol paraguayo comenzaba a iluminar las instalaciones del Parque Olímpico. El centro acuático brillaba bajo los primeros rayos de luz y ya se podían ver figuras moviéndose alrededor, atletas de diferentes países realizando sus rutinas matutinas de calentamiento. Lira despertó de manera más gradual, como siempre.
Era la diferencia más notable entre las gemelas. Maya era madrugadora por naturaleza, mientras que Lira necesitaba al menos 20 minutos para activarse completamente después de abrir los ojos. ¿Qué hora es? murmuró Lira con voz somnolienta. “Hora de demostrar de qué estamos hechas”, respondió Maya, ya poniéndose su ropa de entrenamiento.
“Hoy empiezan las competencias preliminares. El desayuno en el comedor de atletas fue su primer encuentro cultural real con Paraguay. Además de las opciones internacionales habituales, habían incluido especialidades locales: chipá, pan de queso y mandioca, bejú, una especie de tortilla de almidón y tereré servido en guampas tradicionales.
“Hay que probar esto”, sugirió Lira, siempre más aventurera en cuestiones gastronómicas, tomando un chipá. “¿Estás segura? Faltan 3 horas para competir, Maya. era más conservadora. Prefería mantener su dieta habitual antes de las competencias importantes. Un bocado no nos va a lastimar. Además, es de mala educación no probar la comida del país anfitrión.
El chipá resultó ser delicioso, una combinación perfecta de sabor salado y textura esponjosa que la sorprendió gratamente. Un joven paraguayo que desayunaba en la mesa contigua se acercó tímidamente. “Disculpen, son las clavadistas mexicanas”, preguntó en español con un acento que hacía que cada palabra sonara más musical. Sí, somos Maya y Lira Cuevas”, respondió Maya, “sempre la más directa en las interacciones sociales.
Soy Mateo, compito en natación para Paraguay. Solo quería decirles que ayer las vi entrenar y están muy buenas”, se sonrojó ligeramente al darse cuenta de la ambigüedad de sus palabras. “Quiero decir, muy buenas clavadistas. Es impresionante cómo se sincronizan”. “Gracias”, sonríó Lira. ¿Tú también compites hoy? Sí, en los 100 met libres.
Pero todo el mundo va a estar viendo clavados. Es el deporte favorito del público aquí. ¿En serio? Preguntó Maya sorprendida. Claro. Paraguay nunca había tenido clavadistas de nivel internacional, así que todos están emocionados de ver competir a los mejores del mundo aquí. Aunque vaciló un momento. Algunos están un poco bueno. Ustedes ya vieron ayer.
¿Por qué no recibieron así? Preguntó Lira con curiosidad genuina. Mateo suspiró. Es complicado. Paraguay siempre ha sido el país pequeño de Sudamérica. Nunca habíamos organizado algo así. La gente está orgullosa, pero también nerviosa. Quieren demostrar que podemos ser tan buenos como los países grandes. Y México, bueno, México siempre gana enclavados, pero no somos enemigas, dijo Maya. Competimos, pero respetamos a todas.
Lo sé y muchos paraguayos lo saben también, pero el orgullo nacional a veces nos hace comportarnos raro”, sonríó con cierta disculpa, especialmente cuando estamos en casa por primera vez. Esa conversación les dio una perspectiva diferente sobre la hostilidad del día anterior. No era personal contra ellas, sino una manifestación de inseguridad nacional disfrazada de orgullo.
A las 9:30 a se dirigieron al centro acuático para los entrenamientos oficiales previos a la competencia. Esta vez las gradas estaban más llenas. Aproximadamente 1000 personas habían venido a ver los últimos preparativos antes de las competencias preliminares de la tarde. La ceremonia de apertura del día contó con una presentación especial del grupo de danzas tradicionales Dance Club Paraguay, dirigido por Lis Torres.
Las bailarinas vestidas con los trajes típicos paraguayos, polleras amplias de colores vibrantes, blusas bordadas con hilos dorados y coronas de flores, ejecutaron la tradicional danza de la botella. Maya y Lira observaron fascinadas desde la zona de atletas, mientras las bailarinas danzaban la polca paraguaya, balanceando botellas llenas de agua sobre sus cabezas. sin derramar una sola gota.
La música interpretada por un conjunto de arpa paraguaya, guitarra y acordeón llenaba el centro acuático con melodías que combinaban influencias europeas con ritmos guaraníes. “Es hermoso”, murmuró Lira genuinamente emocionada por la presentación cultural. Y muy difícil”, agregó Maya, admirando la precisión técnica requerida para mantener el equilibrio mientras se ejecutaban pasos complejos de baile.
Como atleta de precisión, podía apreciar la disciplina necesaria para dominar esa arte. Cuando terminó la presentación cultural, el speaker oficial del evento tomó el micrófono. Damas y caballeros, bienvenidos al primer día oficial de competencia de clavados en los Juegos Panamericanos Junior Asunción 2025. Hoy veremos las preliminares de trampolín de 3 met femenino individual. El rugido de la multitud fue ensordecedor.
Las banderas paraguayas ondearon por toda la gradería, creando una mar de rojo, blanco y azul que contrastaba con las pequeñas secciones de otras nacionalidades dispersas por el público. Las competidoras comenzaron sus entrenamientos finales. Además de maya y lira, había clavadistas de Brasil, Colombia, Argentina, Canadá, Estados Unidos y para orgullo local dos representantes paraguayas, Camila Benítez y Sofía Rojas, ambas de 17 años, que habían entrenado específicamente para estos juegos durante los últimos 3 años. La reacción del público cuando
Camila subió al trampolín para su primer salto de calentamiento fue apoteósica. Gritos, aplausos, cánticos en guaraní que resonaban por todo el recinto. Camila, Camila, Paraguay te ama. Vamos, Camila, sos nuestra guerrera. Maya observó cuidadosamente la técnica de la clavadista local. era buena, con fundamentos sólidos, pero le faltaba la experiencia internacional y la complejidad técnica que ellas habían desarrollado después de años compitiendo contra las mejores del mundo.
Es valiente, comentó Lira refiriéndose a Camila. Debe ser mucha presión competir en casa con todo el país mirando. Sí, pero nosotras también tenemos presión, recordó Maya. Representamos a México, que es potencia mundial en clavados. No podemos decepcionar.
Cuando llegó el turno de Maya para su último clavado de calentamiento, el ambiente cambió notablemente. El murmullo de la multitud se transformó en algo más hostil, aunque no tan extremo como el día anterior. “Que se vaya a su casa!”, gritó alguien, pero la voz sonaba aislada. “Paraguay, no más!” corearon otros. Pero también había voces que pedían silencio y respeto.
Maya ejecutó un salto hacia atrás con dos mortales y medio que cortó el agua con perfección técnica absoluta. Un silencio involuntario se extendió por un momento, seguido de murmullos de admiración a pesar del partidismo nacional. Hasta yo tengo que admitir que eso estuvo perfecto. Escuchó que decía una mujer paraguaya a su acompañante.
Sí, pero igual quiero que gane Camila, respondió él, manteniéndose fiel a su selección nacional. Lira repitió la hazaña con su propio clavado, igualmente preciso. Las gemelas estaban enviando un mensaje claro. Habían venido a competir al máximo nivel y el público local tendría que reconocer la calidad de su rendimiento, independientemente de sus preferencias nacionalistas.
Durante el receso previo a las competencias preliminares oficiales, un grupo de reporteros paraguayos se acercó para una entrevista rápida. ¿Cómo se sienten compitiendo en Paraguay por primera vez? Preguntó una periodista joven de un canal local. Es un honor estar aquí, respondió Maya con diplomacia.
Paraguay ha construido instalaciones increíbles y se nota el cariño que le tienen al deporte. ¿Qué opinan de la recepción del público? Insistió otro repórter. Lira tomó la palabra. Entendemos que el público paraguayo quiere apoyar a sus atletas y eso nos parece perfecto.
Nosotras competimos con respeto hacia todas las clavadistas y esperamos que nuestro rendimiento hable por sí solo. ¿Se sienten intimidadas por los gritos del público? Para nada, sonríó Maya. Hemos competido en China, en Estados Unidos, en eventos donde éramos las únicas mexicanas entre miles de personas. El ruido se vuelve silencio cuando estás en el aire. A las 2:00 pm comenzaron las competencias preliminares oficiales.
El formato requería que cada clavadista ejecutara cinco saltos obligatorios y uno opcional con los puntajes combinados determinando quiénes pasarían a la final del día siguiente. Camila Benítez como representante local competiría primero. El apoyo del público fue masivo desde el momento en que fue anunciada su participación, compitiendo por Paraguay desde Asunción, Camila Benítez.
El rugido fue tal que las estructuras del centro acuático parecieron vibrar. Banderas paraguayas se agitaron como si fueran olas en el océano, y los cánticos en guaraní llenaron cada rincón del recinto. Camila ejecutó sus cinco saltos con determinación y corazón, pero sus limitaciones técnicas fueron evidentes. Sus entradas al agua generaban demasiado chapoteo.
Sus posiciones en el aire no eran completamente estables y su grado de dificultad era notablemente inferior al de las competidoras internacionales más experimentadas. Total 267.85 puntos. El público la ovacionó como si hubiera ganado el oro olímpico. Siguieron las clavadistas de otros países. La brasileña María Silva ejecutó una rutina sólida 31245.
La canadiense Jennifer Thompson mostró técnica depurada. 318 90 La estadounidense Ashley Parker demostró por qué era considerada favorita. 32515. Maya fue la séptima en competir compitiendo por México desde Guadalajara, Maya Zasil, Cuevas. La reacción fue mixta.
Algunos aplausos corteses, pero también silvidos y gritos de fuera mexicana que se mezclaban con pedidos de respeto desde otras secciones de la gradería. Maya subió al trampolín con su concentración habitual, su primer salto hacia adelante con dos mortales y medio en posición agrupada. La ejecución fue impecable. La entrada al agua prácticamente sin chapoteo. Puntaje 68.85 85 puntos de 70 posibles.
Un murmullo de asombro involuntario recorrió las gradas. Su segundo salto hacia atrás con dos mortales en posición extendida. Nuevamente técnica perfecta. Puntaje 64.80 de 70. El murmullo se transformó en un silencio expectante. Incluso los más partidistas comenzaban a reconocer que estaban presenciando una exhibición de clase mundial.
Los siguientes tres saltos de maya fueron igualmente perfectos. Su rutina completa totalizó 342.75 puntos, estableciendo un nuevo récord preliminar de la competencia. Cuando se anunció su puntaje, el silencio fue total por unos segundos, seguido de aplausos involuntarios desde varias secciones del público. No era entusiasmo, pero era reconocimiento.
Lira compitió inmediatamente después, compitiendo por México desde Guadalajara, Lira Yatil Cuevas. Esta vez la hostilidad fue menor. El público ya había visto lo que estas gemelas eran capaces de hacer y el respeto deportivo comenzaba a imponerse sobre el partidismo nacionalista. Lira ejecutó una rutina igualmente espectacular con su estilo más fluido, pero igualmente preciso. Total 340.
90 puntos. Las hermanas Cuevas habían dominado completamente las preliminares, colocándose en primero y segundo lugar, respectivamente, con una ventaja de más de 15 puntos sobre la tercera clasificada. Mientras abandonaban la zona de competencia, escucharon conversaciones en las gradas que reflejaban un cambio de actitud.
Hay que reconocer que están rebuenas estas mejas. Sí, van a ser difíciles de vencer mañana. Vos viste cómo entraron al agua, ni salpicaron. Son profesionales posta. De regreso en la villa de atletas, las gemelas cenaron junto con otros atletas mexicanos que las felicitaron por su rendimiento. El ambiente era de celebración contenida. habían cumplido el primer objetivo, pero la final del día siguiente sería donde realmente se definiría todo.
¿Cómo se sintieron allá arriba con toda esa hostilidad?, preguntó David Vázquez, su compañero de equipo en clavados masculinos. Al principio fue raro, admitió Maya, pero después te das cuenta de que es solo ruido. Una vez que estás en el aire, solo existes tú y el agua. Además, creo que los conquistamos un poco, agregó Lira con optimismo.
Al final estaban aplaudiendo. El respeto se gana con rendimiento, filosofó Iván Bautista, su entrenador. Mañana, si mantienen este nivel, van a tener al público paraguayo de su lado. ¿Realmente crees eso?, preguntó Maya. El deporte de calidad trasciende nacionalidades, respondió Iván.
Mañana van a ver que Paraguay tiene el corazón abierto para reconocer la excelencia, venga de donde venga. Esa noche, antes de dormir, las hermanas se pusieron sus pijamas idénticas, un ritual que mantenían desde niñas, y se sentaron en sus camas a revisar mentalmente cada uno de sus saltos del día. “¿Sabes qué me gustó más de hoy?”, preguntó Lira. “¿Qué?” que al final, cuando estábamos saliendo, vi a una niña paraguaya con una camiseta de su selección que nos aplaudía.
Sus papás trataban de bajarle las manos, pero ella siguió aplaudiendo. “Esa niña entiende que el deporte bueno no tiene fronteras”, sonríó Maya. Exacto. Mañana vamos a competir para esa niña también para demostrar que se puede ser rival y tener respeto al mismo tiempo. Afuera, la noche aunceña envolvía el Parque Olímpico.
Mañana sería el día decisivo, la final de trampolín de 3 m femenino individual y las gemelas cuevas estaban listas para mostrar por qué México seguía siendo una potencia indiscutible en el mundo de los clavados. Pero más importante aún, estaban listas para demostrar que el talento auténtico puede conquistar cualquier corazón sin importar la bandera que se lleve en el pecho.
El 9 de agosto amaneció con una brisa fresca que hacía ondear las banderas de los 41 países participantes alrededor del Parque Olímpico. Maya despertó a las 5:45 a con una sensación que conocía bien. esa mezcla de nervios y emoción que solo llegaba en los días de finales importantes.
Su cuerpo ya había comenzado a producir la adrenalina necesaria y cada músculo parecía vibrar con anticipación. Lira seguía durmiendo, pero Maya podía ver en su respiración que su sueño ya no era profundo. Era otra de esas conexiones inexplicables que tenían como gemelas. Sus ciclos de sueño se sincronizaban automáticamente antes de las competencias importantes.
“Ya despertaste”, murmuró Lira sin abrir los ojos. “Hace 5 minutos”, respondió Maya, sonriendo al confirmar una vez más esa telepatía que las unía. “¿Cómo te sientes?” “Lista.” “¿Y tú?” “Muy lista. El ritual matutino fue el mismo que habían perfeccionado durante años.
Ducha como agua tibia, nunca caliente antes de competir. Desayuno ligero pero nutritivo. 30 minutos de meditación conjunta donde sincronizaban su respiración hasta que sus corazones latían al mismo ritmo. El comedor de atletas bullía con una energía diferente. Era sábado, día de finales en múltiples disciplinas y la tensión competitiva se podía cortar con cuchillo.
Las gemelas eligieron su mesa habitual junto a la ventana que daba vista al centro acuático, donde ya se podían ver las primeras filas de espectadores formándose para conseguir los mejores asientos. “¡Miren quién viene!”, murmuró Lira señalando discretamente hacia la entrada. Camila Benítez y Sofía Rojas, las clavadistas paraguayas, acababan de entrar acompañadas por un séquito que incluía a sus entrenadores, familiares y lo que parecía ser medio equipo de prensa local.
Las cámaras las siguieron hasta su mesa documentando cada gesto, cada mordida de su desayuno. “Debe ser horrible comer con tantas cámaras encima,” comentó Maya con empatía genuina. Especialmente cuando sabes que no tienes posibilidades reales de medalla”, agregó Lira, no con crueldad, sino con realismo deportivo. Mateo, el nador paraguayo, que habían conocido el día anterior, se acercó a su mesa con una expresión curiosa en el rostro.
“¿Puedo sentarme un momento?”, preguntó. Claro, respondió Maya corriendo su bandeja para hacer espacio. “Quería contarles algo raro que pasó anoche”, comenzó Mateo bajando la voz. Mis papás vinieron a verme competir y anoche estaban cenando en el centro de Asunción. En el restaurante había una mesa de gente mayor hablando sobre ustedes.
¿Sobre nosotras? Preguntó Lira con curiosidad. Sí. Al principio estaban diciendo las cosas típicas, que ojalá perdieran, que las mexicanas siempre se creen superiores, esas tonterías, pero después empezaron a discutir entre ellos. ¿Por qué? Porque uno de los señores había estado ayer en las preliminares y empezó a defender su nivel técnico.
Decía que era injusto no reconocer la calidad cuando la ves, que el deporte paraguayo crecería más si aprendía de atletas como ustedes, en lugar de solo criticarlas. Maya y Lira intercambiaron una mirada significativa. ¿Y qué pasó después?, preguntó Maya, que terminaron discutiendo toda la mesa sobre si el patriotismo deportivo significa apoyar ciegamente a los tuyos o reconocer la excelencia venga de donde venga.
¿Y a qué conclusión llegaron? No lo sé. Mis papás se fueron antes de que terminara la discusión, pero el punto es que ustedes ya tienen gente pensando diferente. Esa información les dio una perspectiva nueva sobre lo que podrían enfrentar en unas pocas horas. El público paraguayo era un bloque monolítico de hostilidad, era una sociedad compleja lidiando con sus propias contradicciones sobre nacionalismo y apreciación deportiva.
A las 10 a se dirigieron al centro acuático para la sesión de calentamiento oficial. Esta vez las gradas estaban completamente llenas. Los 3500 asientos habían sido ocupados y había gente de pie en los pasillos. Las banderas paraguayas seguían dominando visualmente, pero Maya notó que también había más banderas de otros países dispersas por la multitud.
La ceremonia de apertura del día incluyó otra presentación cultural. Esta vez, un grupo de música folclórica paraguaya interpretó Recuerdos de Ipacaraí, una de las guaranias más famosas del país, seguida de Pájaro Campana, una polca que hizo que todo el público se pusiera de pie y cantara al unísono.
Es hermosa su música, comentó Lira, genuinamente conmovida por la pasión con la que cantaba el público. Y lo que más me gusta es que cantan en guaraní y español mezclados”, observó Maya. Es como si fueran dos culturas que se respetan mutuamente, como nosotras, y ellos deberían hacer”, agregó Lira con una sonrisa esperanzada.
El calentamiento oficial mostró que todas las finalistas estaban en su mejor nivel. Ashley Parker, Estados Unidos, ejecutó saltos de altísima dificultad con consistencia impresionante. Jennifer Thompson, Canadá, demostró una elegancia técnica que rivalizaba con cualquier clavadista del mundo. María Silva, Brasil, había mejorado notablemente desde las preliminares.
Pero cuando Maya y Lira subieron a los trampolines para sus saltos de calentamiento, algo diferente sucedió en las gradas. El murmullo hostil del día anterior se había transformado en algo más parecido a expectativa tensa. No era apoyo, pero tampoco era rechazo. Era respeto ganado a base de rendimiento deportivo. Maya ejecutó su salto de calentamiento más complejo, un salto hacia delante con tres mortales y medio en posición agrupada.
La dificultad era extrema, el margen de error mínimo, la ejecución fue perfecta. Por primera vez desde su llegada a Paraguay escuchó aplausos genuinos desde las gradas, no masivos, no entusiastas, pero reales y espontáneos. Lira siguió con su propio salto característico hacia atrás con dos mortales y medio más un giro completo. Su fluidez natural hizo que pareciera más una danza aérea que un ejercicio atlético. Más aplausos, esta vez ligeramente más nutridos.
Nos están aceptando. Murmuró Maya mientras salían del agua. El respeto deportivo siempre gana al final”, respondió Lira secándose el cabello con una toalla. A las 2:30 pm comenzó la final oficial. El formato requería seis saltos, cinco obligatorios y uno opcional de máxima dificultad.
Los puntajes preliminares no se arrastraban, todo comenzaba desde cero. El orden de competencia había sido determinado por sorteo. Lira competiría quinta, maya séptima de ocho finalistas. Camila Benítez, representando a Paraguay, compitió primera. El apoyo del público fue apoteósico desde el momento en que pisó el área de competencia, compitiendo por Paraguay Camila Benítez. El rugido fue ensordecedor.
Todo el centro acuático se transformó en una masa onde banderas paraguayas, gritos en guaraní y cánticos patrióticos que hacían vibrar las estructuras del edificio. Camila ejecutó sus seis saltos con el corazón en la mano. Su técnica seguía teniendo las limitaciones evidentes del día anterior, pero su valentía y determinación eran incuestionables.
Competir en casa con 3500 compatriotas gritando su nombre requería un coraje especial. Total, 278.95 puntos. El público la ovvaó como si hubiera establecido un récord mundial. Para ellos, Camila había cumplido simplemente por estar allí, representando dignamente a su país en el escenario más grande de su historia deportiva. siguieron las otras competidoras internacionales.
Los puntajes fueron escalando gradualmente. María Silva, Brasil 31840, Jennifer Thompson, Canadá 325.85. Ashley Parker, Estados Unidos, 33210. Cuando llegó el turno de Lira, el quinto lugar, el ambiente en las gradas había cambiado sutilmente. Ya no había gritos hostiles, pero tampoco el apoyo masivo que recibían las locales.
Había expectativa genuina de ver qué podía hacer esta gemela mexicana que había dominado las preliminares compitiendo por México. Lira Yatsil Cuevas, aplausos corteses, algunos silvidos aislados, pero principalmente silencio expectante. Lira subió al trampolín de 3 m con su concentración característica, su primer salto hacia delante con dos mortales y medio en posición agrupada. La ejecución fue impecable.
Su cuerpo se movió por el aire como si la gravedad fuera solo una sugerencia y su entrada al agua fue tan limpia que apenas generó ondas en la superficie. Puntaje 66720 de 70 posibles. Un murmullo de aprobación involuntaria recorrió las gradas. Su segundo salto hacia atrás con dos mortales en posición extendida. Nuevamente técnica perfecta combinada con esa gracia natural que la caracterizaba. Puntaje 6390.
El murmullo se transformó en aplausos espontáneos desde varias secciones del público. Los siguientes cuatro saltos de lira fueron una exhibición de clase mundial. Cada ejecución parecía más perfecta que la anterior, cada entrada al agua más limpia, cada movimiento en el aire más controlado.
Su salto final, el opcional de máxima dificultad, fue hacia adelante con tres mortales y medio más medio giro. Era uno de los saltos más complejos del repertorio femenino mundial con un coeficiente de dificultad de 3.4. Lira se tomó su tiempo en el trampolín. Tres respiraciones profundas, visualización completa del movimiento, posicionamiento perfecto de los pies.
El silencio en las gradas fue absoluto. Incluso los más partidistas paraguayos se dieron cuenta de que estaban a punto de presenciar algo especial. Lira se impulsó con potencia perfecta. Su cuerpo comenzó la secuencia de mortales con precisión milimétrica.
Tres mortales completos, medio giro, posición perfecta para la entrada. El agua se abrió como si fuera seda líquida. La entrada fue tan limpia que por un momento parecía que Lira había desaparecido por arte de magia. Cuando emergió del agua, el silencio persistió por tr segundos eternos. Entonces explotaron los aplausos.
No solo de cortesía, no solo de reconocimiento técnico, sino de genuina admiración deportiva. El público paraguayo, a pesar de su partidismo nacional, no pudo evitar reconocer que acababa de presenciar una exhibición de excelencia atlética de nivel mundial. Puntaje del salto 78.20 puntos. Total acumulado 348.65 puntos. Lira había establecido un nuevo récord de la competencia y se había puesto en posición de medalla de oro.
Mientras salía de la piscina, Maya la esperaba con una sonrisa orgullosa y nerviosa al mismo tiempo. Ahora la presión era suya. Tenía que igualar o superar el rendimiento de su gemela para mantener el dominio mexicano de la competencia. Te tocó a ti demostrar por qué somos las mejores”, le murmuró Lira al oído mientras se abrazaban.
“Ya me diste el ejemplo perfecto”, respondió Maya. “Ahora solo tengo que seguirte como siempre. Faltaban dos competidoras más antes del turno de Maya. Los puntajes continuaron siendo altos, pero no suficientes para amenazar el liderazgo de Lira, 3401 y 34380, respectivamente.
Cuando llegó el momento de Maya la séptima competidora, el ambiente en las gradas era de expectativa absoluta. El público paraguayo ya sabía que estaba presenciando una competencia de nivel excepcional y querían ver si esta otra gemela mexicana podía igualar o superar la exhibición de su hermana. Compitiendo por México, Maya Sasil Cuevas. Esta vez los aplausos fueron genuinos y nutridos.
No entusiastas como los que recibían las paraguayas, pero respectuosos y expectantes. Maya subió al trampolín con la confianza que le daba saber que su hermana acababa de marcar el estándar. Su ventaja psicológica era que conocía exactamente el nivel que tenía que alcanzar. Sus primeros cinco saltos fueron una réplica casi exacta del rendimiento de ira.
Técnicamente perfectos. estéticamente hermosos, ejecutados con una precisión que desafiaba las leyes de la física. Después de cinco saltos, Maya tenía 290.45 puntos, ligeramente por delante del ritmo de ira. Su salto final sería el que definiría no solo el resultado de la competencia, sino posiblemente la forma en que el público paraguayo recordaría para siempre a las gemelas mexicanas.
Maya eligió el mismo salto opcional que Lira hacia delante con tres mortales y medio más medio giro. Era arriesgado repetir exactamente el mismo salto, pero también enviaba un mensaje claro sobre la sincronía que las caracterizaba, incluso compitiendo por separado. Se tomó su tiempo en el trampolín. El silencio en las gradas era tan completo que se podía escuchar el sistema de ventilación del centro acuático.
Lira, desde la zona de atletas, la observaba con una mezcla de nervios y confianza absoluta. Conocía a su hermana mejor que nadie en el mundo y sabía que Maya tenía la capacidad técnica y mental para ejecutar este salto a la perfección. Maya se impulsó.
Su cuerpo se elevó por los aires con una potencia que parecía desafiar la gravedad. Los tres mortales se sucedieron con precisión cronométrica. El medio giro se completó en el momento exacto. La posición para la entrada fue perfecta. La entrada al agua fue aún más limpia que la de Lira, si eso era posible. Cuando Maya emergió, el silencio duró 5 segundos completos.
Entonces, por primera vez su llegada a Paraguay, las gemelas cuevas escucharon algo que no esperaban. El centro acuático completo se puso de pie para aplaudir. No solo aplausos, sino una ovación de pie genuina y espontánea. El público paraguayo, a pesar de su partidismo nacional, reconoció que acababa de presenciar dos exhibiciones consecutivas de excelencia deportiva que trascienden fronteras y nacionalidades.
Puntaje del salto 78.85 puntos. Total final, 349.30 puntos. Maya había ganado el oro por apenas 65 centésimas de punto sobre su hermana gemela. Cuando se anunció el resultado final, algo extraordinario sucedió en las gradas. Los cánticos de Paraguay no más se mezclaron con gritos de México, México, desde sectores del público paraguayo que habían sido conquistados por la calidad deportiva que acababan de presenciar.
Las hermanas se abrazaron en el borde de la piscina llorando de emoción y alivio. Habían logrado algo más que medallas. habían conquistado el respeto y la admiración de un público que inicialmente las había rechazado. Camila Benítez, que había terminado en sexto lugar, se acercó a felicitarlas con lágrimas en los ojos. “Gracias”, les dijo en español.
“¿Por qué nos das las gracias?”, preguntó Lira sorprendida por demostrar el nivel que tenemos que alcanzar, por enseñarnos que el deporte de calidad no tiene fronteras, por hacer que nuestro público entienda que se puede admirar la excelencia aunque no sea nuestra. Esa noche las gemelas Cuevas no solo habían ganado sus primeras medallas en unos Juegos Panamericanos Junior, habían demostrado que el talento auténtico, combinado con humildad y respeto, puede conquistar cualquier corazón.
Y Paraguay, en su primera experiencia como anfitrión de un evento de esta magnitud, había aprendido una lección invaluable sobre deportividad y reconocimiento de la excelencia. El capítulo más importante de su historia paraguaya estaba por escribirse al día siguiente en la ceremonia de premiación, donde descubrirían si habían logrado transformar por completo la hostilidad inicial. en algo parecido al cariño genuino.
El domingo 10 de agosto amaneció con un sol radiante que bañaba de dorado las instalaciones del Parque Olímpico. Maya despertó con una sensación completamente diferente a la de los días anteriores. Por primera vez, desde su llegada a Paraguay no había nervios ni ansiedad, solo una satisfacción profunda y serena. Lira ya estaba despierta.
sentada junto a la ventana, observando el movimiento matutino alrededor del centro acuático. “¿Hace cuánto despertaste?”, preguntó Maya, estirándose perezosamente. Como una hora. No podía dormir, pero no por nervios es más bien no sé cómo explicarlo. “Yo sé exactamente qué sientes”, sonríó Maya, uniéndose a su hermana junto a la ventana. Es la sensación de haber cumplido completamente con algo importante. Exacto.
Vinimos a ganar medallas, pero conseguimos algo más grande. Abajo, en los jardines del Parque Olímpico, podían ver grupos de atletas de diferentes países caminando juntos, mezclándose sin las tensiones nacionalistas que habían caracterizado los primeros días. Un grupo de paraguayos jugaba voleibol playero con mexicanos, brasileños y canadienses. Las risas se escuchaban hasta el séptimo piso.
El desayuno en el comedor fue una experiencia completamente diferente. Tan pronto como las gemelas entraron, varios atletas paraguayos las saludaron con aplausos espontáneos. Mateo, el nador se acercó con una sonrisa enorme. “Las heroínas del momento”, exclamó. Anoche toda Asunción estuvo hablando de ustedes. “¿En serio?”, preguntó Lira sorprendida.
Mi familia vive en el centro y me llamaron a las 11 de la noche. Decían que en todos los bares y restaurantes la gente estaba comentando sobre los clavados, que nunca habían visto algo así en vivo. Camila Benítez se acercó a su mesa acompañada de Sofía Rojas. Las dos clavadistas paraguayas traían una expresión que mezclaba admiración con algo parecido a la gratitud.
¿Podemos sentarnos con ustedes?”, preguntó Camila tímidamente. “Por supuesto”, respondió Maya corriendo su bandeja para hacer espacio. “Queríamos agradecerles por lo de anoche”, comenzó Sofía. “No entiendo”, dijo Lira. “Nosotras deberíamos agradecerles a ustedes por competir con tanto corazón en casa.” No, ustedes no entienden lo que pasó después de la competencia”, explicó Camila con lágrimas comenzando a formarse en sus ojos.
Cuando terminó todo, la gente no se fue del centro acuático inmediatamente, como siempre pasa. ¿Y qué hicieron? Se quedaron como media hora más comentando sobre cada uno de sus saltos, analizando la técnica, preguntándose cómo habían logrado esa sincronía siendo gemelas, admitiendo que nunca habían visto clavados de ese nivel en persona.
Maya y Lira intercambiaron una mirada sorprendida. Pero lo más importante, continuó Sofía, fue que mucha gente se acercó a felicitarnos a nosotras también. No por haber ganado, sino por haber competido al lado de atletas como ustedes. Dijeron que nos habíamos visto dignas en la comparación. Eso nos hizo sentir más orgullosas que cualquier medalla, agregó Camila.
Porque entendimos que el nivel del deporte paraguayo va a crecer si aprendemos de las mejores, no si solo competimos entre nosotras. La conversación fue interrumpida por la llegada de un grupo de niños paraguayos acompañados por sus padres.
Parecían turistas o familias que habían venido a conocer las instalaciones olímpicas durante el fin de semana. Una niña de aproximadamente 8 años vestida con una camiseta de la selección paraguaya de fútbol se acercó tímidamente a la mesa. “Disculpen”, dijo en un español mezclado con guaraní. ¿Ustedes son las clavadistas mexicanas? “Sí, somos Maya y Lira”, respondió Lira con una sonrisa cálida.
“Anoche las vi en la televisión porque mis papás estuvieron viendo. Mi mamá lloró cuando ustedes saltaron.” “¿Tu mamá lloró?”, preguntó Maya, sorprendida. Sí, porque dijo que era lo más hermoso que había visto en su vida, como cuando los pajaritos vuelan, pero más lindo. Los padres de la niña se acercaron, claramente nerviosos por la espontaneidad de su hija.
“Disculpen la molestia”, dijo el padre. “Es que Valentina no pudo dormir anoche hablando de los clavados.” “No es molestia para nada”, aseguró Maya. “Nos encanta conocer a los fans del deporte. Queríamos pedirles un favor, intervino la madre. Valentina empezó clases de natación hace 6 meses y anoche nos dijo que quiere aprender a saltar como ustedes.
¿Podrían firmarle algo? Tal vez darle algún consejo? Las gemelas se miraron conmovidas por la situación. Por supuesto, respondió Lira. Pero mejor que eso, ¿les gustaría venir esta tarde a vernos entrenar? Podemos enseñarle algunos saltos básicos. Los ojos de Valentina se iluminaron como si fuera Navidad. En serio, ¿puedo saltar con ustedes? Saltos muy sencillos y solo si tus papás están de acuerdo, aclaró Maya.
Pero sí, podemos enseñarte lo básico. Sí, sí, sí, exclamó Valentina saltando de emoción. El intercambio fue observado por otros atletas y familias en el comedor y gradualmente se formó una pequeña multitud de niños paraguayos que querían conocer a las gemelas mexicanas. Era una escena impensable tres días antes, cuando la hostilidad del público las había recibido con gritos de fuera mexicanas.
Durante la mañana, las gemelas aprovecharon para conocer mejor Asunción. Acompañadas por Mateo y algunas otras atletas paraguayas visitaron el centro histórico de la ciudad, caminaron por la costanera del río Paraguay y probaron especialidades locales en el mercado 4. La reacción de la gente en las calles fue reveladora. Varios ciudadanos las reconocían y se acercaban para felicitarlas, pedirles fotos. y agradecerles por la exhibición de la noche anterior.
Ustedes hicieron que los paraguayos nos sintiéramos orgullosos de ser anfitriones de algo tan lindo”, les dijo una señora mayor que vendía artesanías en el mercado. “¿Cómo así?”, preguntó Maya. Porque demostraron que Paraguay puede recibir a los mejores del mundo y que nuestro público puede reconocer la calidad cuando la ve. Eso habla bien de nuestro país.
En una tienda de instrumentos musicales tradicionales, el dueño les regaló pequeñas arpas paraguayas de recuerdo para que cuando regresen a México tengan algo que les recuerde que Paraguay la recibió con cariño”, dijo mientras envolvía cuidadosamente los instrumentos. “Pero al principio no fue así”, comentó Lira con honestidad. “¡Ah! Sí, eso sonríó el hombre con cierta vergüenza.
Paraguay es un país pequeño que pocas veces tiene la oportunidad de brillar internacionalmente. A veces nuestro orgullo nos hace comportarnos mal al principio, pero somos buenos para reconocer cuando nos equivocamos. Por la tarde cumplieron su promesa de entrenar con Valentina y otros niños paraguayos que se habían enterado de la invitación.
El centro acuático abrió sus puertas para una sesión especial de clínica de clavados con las gemelas mexicanas. Aproximadamente 50 niños y niñas de entre 6 y 14 años llegaron acompañados de sus padres. Las gemelas junto con Camila y Sofía les enseñaron los fundamentos básicos. Posición correcta en el borde de la piscina.
Entrada al agua con los pies juntos. Saltos simples desde el borde. El secreto no está en la altura ni en los mortales complicados, explicaba Maya a un grupo de niños que la rodeaban como si fuera una estrella de rock. El secreto está en la técnica básica perfecta.
Si aprenden a entrar al agua correctamente, después pueden aprender cualquier cosa. ¿Y cómo hacen para saltar igual las dos?, preguntó un niño de 10 años. Practicamos juntas desde que teníamos 4 años, respondió Lira. Pero también nos conocemos tanto que sabemos lo que está pensando la otra. ¿Es verdad que pueden leer la mente? Las gemelas se rieron. No leemos la mente, pero nos conocemos tanto que podemos predecir lo que va a hacer la otra, explicó Maya. Es como ustedes tienen hermanos.
Varios niños asintieron. Bueno, imaginen que su hermano fuera exactamente igual a ustedes y que hubieran hecho todo juntos desde que nacieron. Así nos conocemos nosotras. La sesión duró 2 horas, durante las cuales las gemelas no solo enseñaron técnicas básicas de clavados, sino que respondieron preguntas sobre su entrenamiento, su vida en México, sus sueños olímpicos y la experiencia de competir internacionalmente.
Valentina, la niña que había iniciado todo en el desayuno, resultó ser especialmente talentosa. Después de solo una hora de instrucción, ya podía ejecutar saltos básicos desde el borde de la piscina con una técnica sorprendentemente buena. Tienes talento natural, le dijo Maya mientras la ayudaba a salir de la piscina. Si sigues practicando, podrías llegar lejos.
Podría competir como ustedes algún día. Si entrenas mucho, tienes disciplina y nunca te rindes, podrías competir donde quisieras, respondió Lira. Pero recuerda que lo más importante es divertirse y hacer amigos a través del deporte. Los padres que observaban desde las gradas estaban visiblemente emocionados.
Muchos habían venido con escepticismo sobre estas clavadistas extranjeras, pero ahora veían a dos jóvenes de 14 años dedicando su tiempo libre a inspirar a los niños paraguayos. Al terminar la sesión, uno de los padres pidió la palabra. En nombre de todas las familias aquí presentes, queremos agradecerles por esta tarde, dijo con voz emocionada, nuestros hijos van a recordar este día para siempre.
Pero más importante, ustedes nos han enseñado a nosotros, los adultos, que el deporte verdadero no tiene fronteras. Los aplausos fueron largos y sinceros. Esa noche, durante la cena en la villa de atletas, las gemelas recibieron una sorpresa. Un grupo de mariachis paraguayos que habían aprendido música mexicana especialmente para la ocasión les cantó Las mañanitas y cielito lindo en el comedor principal.
Mariachis paraguayos, preguntó Maya, sorprendida y divertida. Aprendimos la música para ustedes”, explicó el líder del grupo. “Queríamos demostrar que Paraguay puede honrar las tradiciones de otros países cuando nos visitan con respeto. La serenata fue seguida por un intercambio cultural improvisado donde atletas paraguayos enseñaron pasos de polca a los mexicanos, mientras que los mexicanos enseñaron algunos movimientos de jarabe tapatío a los paraguayos.
La fiesta informal duró hasta pasada la medianoche con atletas de múltiples países participando en un intercambio cultural que habría sido impensable al principio de los juegos. ¿Sabes qué es lo más loco de todo esto?, le preguntó Lira a Maya mientras se preparaban para dormir.
¿Qué? que vinimos a ganar medallas enclavados y terminamos ganando algo más valioso, amigos de verdad en un país que ni sabíamos que existía hace una semana y demostramos que el deporte puede cambiar corazones”, agregó Maya. Literalmente vimos como gente que nos odiaba el lunes nos aplaudía de pie el sábado. ¿Crees que esto va a durar o cuando nos vayamos de Paraguay se van a olvidar de nosotras? Maya reflexionó un momento antes de responder.
Creo que lo que construimos aquí es real. Los niños como Valentina van a seguir practicando clavados pensando en nosotras. Los padres, como los de hoy, van a recordar que sus hijos pueden soñar en grande y nosotras, nosotras nunca vamos a olvidar que un país entero puede cambiar de opinión sobre ti si demuestras respeto y excelencia al mismo tiempo. Mañana es la ceremonia de premiación, recordó Lira.
¿Cómo crees que va a ser? Creo que va a ser la ceremonia de premiación más emotiva de nuestras vidas, respondió Maya con una sonrisa. Y creo que Paraguay nos va a despedir muy diferente a como nos recibió. Afuera, la nocheunceña cubría el parque olímpico con su manto de estrellas.
Mañana sería el último día de las gemelas en Paraguay. Pero ambas sabían que este país y su gente habían dejado una marca permanente en sus corazones, y ellas, sin saberlo completamente todavía, habían dejado una marca igualmente permanente en el corazón deportivo de Paraguay. El lunes 11 de agosto, último día de competencias de clavados en los Juegos Panamericanos Junior Asunción 2025, amaneció con una energía especial.
Las ceremonias de premiación se realizarían por la tarde y todo el parque olímpico vibraba con una mezcla de celebración y nostalgia por el final de un evento que había superado todas las expectativas. Maya despertó con el sonido de su teléfono, vibrando constantemente. Mensajes de felicitación de amigos y familiares en México.
Tentar nuevamente FBI, continuar editar. habían estado llegando toda la noche. Fotos y videos de sus saltos se habían vuelto virales en redes sociales, no solo en México, sino en todo el continente. “Mira esto”, le dijo Lira mostrándole su teléfono. Era un video de TikTok que había acumulado más de 2 millones de visualizaciones en 24 horas, una compilación de sus mejores saltos con música de fondo y comentarios en español, portugués, inglés y hasta guaraní. Las gemelas que conquistaron Paraguay, leyó Maya el título del video.
Realmente conquistamos Paraguay. Creo que Paraguay nos conquistó a nosotras también”, respondió Lira mirando por la ventana hacia el centro acuático, donde ya se preparaban las decoraciones para la ceremonia de premiación. El desayuno fue una experiencia surrealista.
Casi todos los atletas del comedor se acercaron a felicitarlas o pedirles fotos. Incluso competidores de países, tradicionalmente rivales de México en otros deportes, las saludaban con genuino respeto y admiración. Carlos Mercenario, el jefe de misión mexicano, se acercó a su mesa con una expresión que mezclaba orgullo paternal con asombro profesional.
“Chicas, acabo de hablar con la Federación en México”, les informó. Los números de audiencia de televisión de sus finales rompieron récords. Más de 12 millones de mexicanos vieron la transmisión en vivo. 12 millones, preguntó Maya incrédula. Y no solo en México, toda Latinoamérica siguió la competencia. En Paraguay la audiencia fue del 78% del rating nacional.
Prácticamente todo el país las estaba viendo. ¿Eso qué significa para nosotras? preguntó Lira. Significa que regresarán a México convertidas en estrellas deportivas nacionales”, sonríó Carlos. Pero más importante significa que han representado dignamente no solo a su país, sino a todo el deporte panamericano.
Un poco antes del mediodía, las gemelas decidieron hacer una última caminata por Asunción. Querían despedirse de la ciudad que las había transformado de competidoras técnicas en embajadoras culturales involuntarias. La reacción en las calles fue aún más notable que el día anterior. Grupos de personas las reconocían y las seguían, no de manera acosadora, sino con una curiosidad y cariño genuinos.
En la plaza de armas, frente al palacio de gobierno, se formó espontáneamente una pequeña multitud que comenzó a cantar Pájaro campana, la polca paraguaya más famosa como una serenata improvisada. ¿Por qué nos cantan?, preguntó Maya a una señora que estaba cerca. Porque ustedes hicieron que nos sintiéramos orgullosos de ser paraguayos, respondió la mujer con lágrimas en los ojos. Cuando el mundo entero las vio competir aquí en nuestro país, con nuestras instalaciones, nos dimos cuenta de que Paraguay puede ser sede de cosas grandes y hermosas.
En una esquina, un grupo de artistas callejeros había montado una exhibición de pinturas rápidas. Dos de los cuadros mostraban figuras femeninas saltando desde trampolines, claramente inspiradas en las gemelas. El cartel decía, “Arte inspirado en las gemelas mexicanas. Gracias por enseñarnos a volar.” “¿Podemos comprar esos cuadros?”, preguntó Lira al artista.
“¿No están en venta?”, respondió el hombre. Son un regalo para ustedes, para que cuando estén en México, recuerden que en Paraguay hay gente que las admira. A las 2 CCSO PM regresaron al centro acuático para prepararse para la ceremonia de premiación. El lugar estaba completamente transformado. Las gradas lucían decoraciones especiales.
Había banderas de todos los países participantes colgando del techo y un escenario especial había sido montado en uno de los extremos de la piscina. Lo más impresionante era la cantidad de gente. Los 3500 asientos estaban ocupados, pero además había cientos de personas de pie en los pasillos y afuera del edificio, viendo a través de pantallas gigantes instaladas para la ocasión.
Nunca había visto tanta gente para una ceremonia de premiación de clavados”, comentó Iván Bautista, su entrenador claramente emocionado. “Es que esto se convirtió en algo más grande que los clavados”, observó Maya. Se convirtió en un símbolo de algo. ¿De qué? Preguntó Lira. de que el respeto mutuo y la excelencia deportiva pueden cambiar percepciones y construir puentes”, respondió Iván con orgullo.
Ustedes no solo ganaron medallas, construyeron un legado. La ceremonia comenzó con la presentación de todas las medallistas de las diferentes disciplinas de clavados. Cuando fue anunciado el trampolín de 3 m femenino individual, la reacción del público fue apoteósica. En tercer lugar, representando a Estados Unidos, Ashley Parker. Aplausos respetuosos y sostenidos.
En segundo lugar, representando a México, Lira Yatsil Cuevas. El rugido fue ensordecedor. Todo el centro acuático se puso de pie. Banderas paraguayas y mexicanas ondearon al mismo tiempo y los cánticos mezclaron lira, lira con México, México. Lira subió al podio con lágrimas en los ojos, no tanto por la medalla de plata, sino por la reacción del público, que una semana antes la había recibido con hostilidad.
Y en primer lugar, representando a México, mayasil cuevas. La explosión de júbilo fue tal que las estructuras del centro acuático literalmente vibraron. El público paraguayo celebraba el triunfo de la clavadista mexicana como si fuera una victoria nacional propia. Maya subió al escalón más alto del podio, pero inmediatamente extendió su mano para ayudar a Lira a subir también.
En una imagen que se volvería icónica, las dos hermanas compartieron el escalón dorado abrazadas mientras el público las ovacionaba sin parar. Cuando comenzaron a sonar los primeros acordes del himno nacional mexicano, algo extraordinario sucedió. Una parte significativa del público paraguayo comenzó a cantar también. No conocían las palabras, pero tararearon la melodía con respeto y emoción genuinos.
Mientras las banderas de México se hiszaban en los dos mástiles más altos, Maya y Lira lloraron abiertamente, no solo por el triunfo deportivo, sino por la transformación personal y cultural que habían experimentado en una semana. Cuando terminó el himno, el speaker oficial tomó el micrófono para una declaración especial.
En nombre del pueblo paraguayo y del comité organizador de Asunción 2025, queremos expresar nuestro agradecimiento especial a las hermanas Maya y Lira Cuevas, no solo por su excelencia deportiva, sino por la manera en que han representado los valores del deporte panamericano, respeto, excelencia y hermandad entre naciones. Los aplausos duraron más de 5 minutos.
Después de la ceremonia oficial, hubo una recepción especial para atletas y personalidades. Las gemelas fueron abordadas por periodistas de múltiples países, pero la entrevista más emotiva fue con una reportera paraguaya de la televisión nacional. ¿Cómo describirían su experiencia en Paraguay?, preguntó transformadora, respondió Maya sin dudar.
Llegamos pensando que solo teníamos que ganar medallas. Y nos vamos habiendo aprendido que el deporte puede cambiar corazones y construir amistades verdaderas. ¿Qué mensaje le darían al público paraguayo que inicialmente la recibió con hostilidad? Lira tomó la palabra, que los entendemos perfectamente.
Paraguay tenía derecho a estar orgulloso de ser anfitrión y querer que sus atletas brillaran. La hostilidad inicial no era contra nosotras personalmente, era una manifestación de amor por su país y eso es algo que respetamos y admiramos. Y qué mensaje para los niños paraguayos que ahora quieren practicar clavados inspirados en ustedes. Que sueñen en grande, respondió Maya, que la nacionalidad no determina límites.
Si una niña de Asunción entrena con disciplina y pasión, puede llegar tan lejos como cualquier atleta del mundo. El talento no tiene fronteras. Volverán a Paraguay. Las hermanas se miraron y sonrieron simultáneamente. Paraguay ya no es un país extranjero para nosotras, dijo Lira. Es nuestro segundo hogar.
Definitivamente volveremos. Esa noche, su última en la villa de atletas, organizaron una fiesta de despedida improvisada en el salón común. Atletas paraguayos, mexicanos y de múltiples otros países se reunieron para una celebración que duró hasta el amanecer.
Valentina, la niña que había iniciado todo con su petición de autógrafo, llegó con sus padres trayendo un regalo especial, un álbum de fotos que documentaba toda la semana de las gemelas en Paraguay desde su llegada hasta la ceremonia de premiación. para que no se olviden de nosotros”, dijo la niña mientras les entregaba el álbum. “Sería imposible olvidarnos de ustedes”, respondió Maya abrazando a Valentina.
“¿Prometen que van a seguir practicando clavados?”, preguntó Lira. “Sí, y cuando sea grande voy a competir contra ustedes en los Juegos Olímpicos”, declaró Valentina con la confianza absoluta de una niña de 8 años. Esperamos que lo hagas”, sonríó Maya.
“Y cuando ese día llegue, Paraguay va a tener clavadistas de nivel mundial.” La despedida en el aeropuerto fue emotiva más allá de las palabras. Cientos de paraguayos se habían reunido para despedir a las atletas, pero era evidente que las gemelas mexicanas recibían una atención especial. Mateo, el nador que se había convertido en su primer amigo paraguayo, las acompañó hasta la puerta de embarque.
“Nunca voy a olvidar esta semana”, les dijo con lágrimas en los ojos. “Nosotras tampoco, respondió Lira. Ustedes nos enseñaron que la hospitalidad paraguaya es real. Solo necesitaba un poco de tiempo para manifestarse. ¿Saben qué es lo más increíble?”, preguntó Mateo. ¿Qué? Que llegaron como competidoras extranjeras y se van como hermanas paraguayas honorarias.
En el avión, mientras Paraguay se alejaba por debajo de las nubes, las gemelas reflexionaron sobre la semana que había cambiado sus vidas. “¿Sabes qué aprendí?”, dijo Maya mientras organizaba sus medallas en el estuche especial. ¿Qué? que el deporte de verdad no es sobre vencer a otros países, es sobre superar límites personales y en el proceso inspirar a otros a hacer lo mismo y que los corazones se conquistan con respeto y excelencia, no con palabras, agregó Lira. ¿Crees que realmente cambiamos algo en Paraguay?
Estoy segura. Esa niña Valentina va a entrenar todos los días pensando en nosotras y cuando sea grande va a inspirar a otras niñas paraguayas. Así es como el deporte construye legados. Y nosotras, ¿cómo cambiamos? Lira reflexionó un momento antes de responder.
Aprendimos que ser embajadoras de México significa más que ganar medallas. Significa representar los valores de nuestro país, hospitalidad, respeto y reconocimiento del talento donde quiera que se encuentre. Y aprendimos que fuera mexicanas puede transformarse en Viva México si demuestras que mereces respeto”, sonríó Maya. El avión volaba hacia Ciudad de México, donde las esperaba una recepción oficial y el reconocimiento de todo un país orgulloso de sus nuevas heroínas deportivas.
Pero las gemelas sabían que el verdadero triunfo no estaba en las medallas que llevaban en sus maletas. El verdadero triunfo estaba en los corazones que habían conquistado, en las amistades que habían construido y en el legado que habían plantado en un país que siempre recordaría la semana en que dos gemelas mexicanas les enseñaron que el deporte verdadero trasciende fronteras y nacionalidades.
Paraguay había sido su primera experiencia como embajadoras involuntarias del deporte mexicano, pero algo les decía que no sería la última. Los Juegos Olímpicos de Los Ángeles 2028 las esperaban en el horizonte y ahora sabían que cuando llegara ese momento no solo competirían por México, competirían también por todos los niños como Valentina que soñaban con volar desde las alturas hacia la gloria deportiva.
