El cine mexicano de la Época de Oro vio brillar a grandes figuras, y entre ellas destacó Rebeca Iturbide, una actriz cuya versatilidad y talento la convirtieron en un ícono de la pantalla grande.
Dueña de una presencia magnética, supo moverse entre el drama, la comedia y el cine negro, dejando una huella imborrable en la industria cinematográfica. Sin embargo, más allá de su carrera, su vida personal estuvo marcada por decisiones que dieron mucho de qué hablar, incluyendo su relación con el reconocido actor Luis Aguilar y el giro inesperado que tomó su vida amorosa.
Desde sus inicios en la década de los 50, Rebeca se ganó el respeto del público con interpretaciones intensas y personajes profundos. Su talento le permitió compartir pantalla con estrellas de la talla de Rodolfo Acosta, Antonio Badú y Víctor Parra, consolidándose en películas como Póker de ases y Fernández de Peralvillo, donde demostró su capacidad para dar vida a mujeres complejas y llenas de matices.
Pero Rebeca no solo conquistaba en el cine, también en la vida real. Su romance con Luis Aguilar, uno de los galanes más populares del momento, fue seguido de cerca por la prensa y los fans. Sin embargo, lo que parecía ser una historia de amor estable tuvo un desenlace inesperado cuando la actriz decidió terminar su relación con el actor para involucrarse con Federico Sendel, un famoso tenista. Este giro en su vida amorosa sorprendió a muchos, ya que Luis Aguilar era una figura muy querida y su romance con Rebeca parecía sólido.
La decisión de la actriz marcó una nueva etapa en su vida. Junto a Federico Sendel, formó una familia y tuvo cuatro hijos, entre ellos Virginia Sendel, quien años después se convertiría en una reconocida periodista. Aunque su vida familiar parecía estar llena de felicidad, el destino le tenía reservadas pruebas difíciles.
A pesar de su éxito en el cine, Rebeca no se limitó solo a la actuación. También brilló en la radio con programas que captaron la atención del público, consolidando su popularidad. Sin embargo, su carrera tomó un giro drástico en 1976, cuando sufrió un grave accidente en su hogar en Cuernavaca. Una caída ocasionada por un piano mal asegurado le provocó una fractura en la columna vertebral, llevándola a una cirugía de emergencia y a un largo proceso de recuperación. Este suceso la obligó a alejarse de los reflectores de manera definitiva.
Lejos de la actuación, Rebeca encontró una nueva pasión en la pintura. Sus obras fueron exhibidas y subastadas con el fin de ayudar a otros actores retirados en la Casa del Actor, lugar donde pasó sus últimos años. Aunque su salud se fue deteriorando con el tiempo, su fortaleza se mantuvo intacta.
El destino volvió a golpear a su familia en 1997, cuando su hija Virginia sufrió la trágica pérdida de su hija y su nieto en un incendio. Este acontecimiento la motivó a crear la Fundación Mishu y Mau, dedicada a ayudar a niños con quemaduras. Rebeca, a pesar de sus propios problemas de salud, fue un gran apoyo para su hija en esos momentos difíciles.
Finalmente, el 11 de abril de 2003, a los 78 años, Rebeca Iturbide falleció a causa de un paro respiratorio, cerrando un capítulo lleno de éxitos, tragedias y una profunda dedicación al arte. Su legado sigue vivo en sus casi 50 películas, en su contribución al cine y en la huella imborrable que dejó en su familia y en el público que la admiró.
Más que una actriz, Rebeca fue un símbolo de pasión, lucha y resiliencia, una mujer que vivió intensamente y que, pese a los golpes del destino, siempre encontró la manera de reinventarse y seguir adelante.