La hipocresía de la élite: Una oración por los “marginados” y un sermón contra Trump
La escena se desarrolla en el Servicio Nacional de Oración en Washington D.C. El recién investido presidente Trump, acompañado de la primera dama y otras figuras políticas, asiste a un evento que, en teoría, debería estar dedicado a la unidad y la reflexión espiritual. Sin embargo, la Obispo Episcopal de Washington, Maryann Budde, decide aprovechar la ocasión para lanzar un sermón, no a Dios, sino contra el presidente, centrándose en los derechos LGBTQ+ y la situación de los inmigrantes indocumentados.
“En el nombre de nuestro Dios, le pido que tenga misericordia de las personas en nuestro país que ahora tienen miedo”, implora Budde, señalando a los “niños gays, lesbianas y transgénero” y a los inmigrantes que “recogen nuestras cosechas y limpian nuestros edificios de oficinas”. Una retórica cargada de emotividad, que busca pintar a Trump como un enemigo de los vulnerables. Pero, ¿es realmente así? ¿O se trata de una performance política disfrazada de piedad religiosa?
La doble moral de la compasión selectiva
La ironía es palpable. Budde se preocupa por los “niños transgénero”, un término cargado de ideología y que ignora la complejidad de la disforia de género en menores. Sin embargo, ¿dónde está su preocupación por las niñas en el deporte femenino, desplazadas por atletas biológicamente masculinos? ¿Dónde está su voz para los jóvenes universitarios falsamente acusados de agresión sexual, a quienes se les niega el debido proceso? Parece que la compasión de Budde es selectiva, dirigida únicamente a aquellos grupos que encajan en su narrativa política.
Aún más inquietante es la forma en que Budde se refiere a los inmigrantes indocumentados. Los describe como mano de obra barata, como si su único valor residiera en su capacidad para realizar trabajos “meniales”. ¿Es esta la visión que la Iglesia tiene de la dignidad humana? ¿Reducir a las personas a su función económica, sin reconocer su individualidad y sus aspiraciones?
El oportunismo político en el púlpito
No es la primera vez que Budde critica a Trump. Su historial de oposición al expresidente es bien conocido, desde sus comentarios sobre las protestas de Black Lives Matter hasta su condena de la postura de Trump sobre la inmigración. ¿Es casualidad que haya elegido este momento, en un servicio religioso, para volver a atacar al presidente? La sospecha de oportunismo político es inevitable.
La escena recuerda a la famosa frase de Woody Allen: “Si quieres hacer reír a Dios, cuéntale tus planes”. Budde, en su afán de dar una lección moral a Trump, termina revelando su propia hipocresía. Su sermón, lejos de ser un llamado a la unidad y la compasión, se convierte en un acto de teatro político, un intento de utilizar la religión como arma arrojadiza contra un oponente ideológico.
La verdadera crisis de fe
La anécdota del comentarista sobre su intento de anulación matrimonial en la Iglesia Católica añade otra capa de complejidad al debate. La frustración con la burocracia religiosa, la sensación de que los intermediarios se interponen entre el individuo y Dios, es un sentimiento compartido por muchos. Y esta crisis de fe se agudiza cuando vemos a figuras religiosas como Budde utilizando su posición para promover agendas políticas, en lugar de centrarse en la verdadera misión de la Iglesia: el amor al prójimo, la justicia y la búsqueda de la verdad.
El debate que necesitamos
Este incidente, más allá de la anécdota, nos invita a reflexionar sobre el papel de la religión en la sociedad, sobre la delgada línea que separa la fe de la ideología, y sobre la importancia de mantener un debate honesto y respetuoso, incluso con aquellos con quienes discrepamos profundamente. ¿Es la Iglesia un espacio para la prédica política o para la búsqueda espiritual? ¿Cómo podemos conciliar la defensa de los derechos de las minorías con el respeto a la libertad de expresión y la diversidad de opiniones? Estas son preguntas que merecen ser debatidas, sin caer en la hipocresía ni en la demagogia.