¡El Misterio del Pasajero 227 del Titanic: Un Fantasma en el Barco!

Un hombre misterioso con el boleto número 227 abordó el Titanic sin dejar registro oficial y fue visto por varios pasajeros antes y durante el hundimiento.

 

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En la noche fatídica del 14 de abril de 1912, el RMS Titanic se hundió en las heladas aguas del Atlántico Norte, llevándose consigo a más de 1,500 almas.

Sin embargo, entre los muchos relatos de esa tragedia, hay uno que destaca por su peculiaridad y misterio: la historia del pasajero 227, un hombre que, según testimonios de otros viajeros, abordó el barco sin dejar rastro alguno y fue visto antes y durante el desastre, pero nunca fue registrado en ninguna lista oficial.

Este enigmático personaje ha alimentado la imaginación de historiadores y aficionados al misterio durante más de un siglo.

Todo comenzó con un simple boleto, el número 227, adquirido en Southampton el mismo día del embarque.

Sin embargo, lo inquietante es que no hay un solo registro que vincule ese boleto con un nombre.

A pesar de ello, numerosos pasajeros afirmaron haber visto a un hombre extraño deambulando por los pasillos de tercera clase, con una mirada perturbadora, como si supiera lo que estaba a punto de suceder.

Margaret O’il, una joven irlandesa que viajaba en el Titanic, recuerda haber sentido un escalofrío al cruzarse con este misterioso individuo.

“Era como si el barco entero se detuviera por un segundo”, confesó.

Otros pasajeros también compartieron sus encuentros con el hombre del boleto 227.

Un camarero del comedor principal relató que lo vio caminando en áreas restringidas, vestido con un abrigo oscuro que nadie recordaba haber visto antes.

Cuando le preguntó su nombre, el hombre simplemente lo miró en silencio y desapareció en la multitud.

 

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Lo más inquietante es que varios testigos aseguraron haberlo visto en distintos lugares del barco al mismo tiempo, como si tuviera la habilidad de estar presente y ausente simultáneamente.

Thomas Barrett, un fogonero de la sala de máquinas, afirmó haberlo visto cerca de las calderas, en una zona donde los pasajeros no tenían permitido el acceso.

“Me observaba desde una barandilla superior, pero cuando subí para confrontarlo, ya no estaba allí”, relató.

Una pareja de recién casados, Víctor y Elis Fournier, también lo vio en su última noche a bordo, murmurando en un idioma desconocido junto a una escotilla.

A medida que la noche avanzaba y el Titanic se acercaba a su destino fatal, el caos se apoderó del barco.

Los pasajeros corrían desesperados, gritos resonaban por los pasillos, y fue en medio de este infierno donde el misterioso hombre fue visto por última vez.

Varios sobrevivientes lo describieron como un espectador distante, de pie en la cubierta de popa, sin intentar escapar en los botes salvavidas.

Algunos aseguraron que, justo antes de que el barco se partiera en dos, lo vieron sonriendo levemente, como si presenciara un evento que ya conocía.

Una niña de 11 años, Emily Ryerson, relató que mientras la subían a un bote salvavidas, el hombre la miró y le susurró: “No tengas miedo, ya ocurrió antes”.

Después de eso, nadie volvió a verlo entre los vivos.

Su figura pareció desvanecerse con el Titanic, tragada por las aguas heladas, sin dejar cuerpo que recuperar ni nombre que recordar.

 

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Sin embargo, la historia del pasajero 227 no terminó con el hundimiento.

Días después de la tragedia, varios testigos afirmaron haberlo visto caminando por el puerto de Nueva York, mezclado entre la multitud que esperaba a los sobrevivientes.

Una enfermera de la Cruz Roja lo reconoció de inmediato por su piel pálida y su abrigo oscuro.

Cuando intentó acercarse para preguntarle si venía del Titanic, él simplemente se desvaneció en la niebla del amanecer.

A medida que pasaron las semanas, un fotógrafo aseguró haber capturado su imagen en una foto grupal de rescatados, pero al revelar la placa, la figura aparecía borrosa y distorsionada, como si la imagen se negase a mantenerlo registrado.

También circulaban rumores de llamadas telefónicas extrañas a las familias de las víctimas, desde un número inexistente, donde una voz susurraba: “Todavía estoy observando”.

Este cúmulo de testimonios e informes ha alimentado la teoría de que el pasajero 227 nunca murió, porque tal vez nunca estuvo realmente vivo.

Algunos especulan que podría haber sido un espía encubierto cuya identidad fue borrada a propósito, mientras que otros sugieren que era un viajero del tiempo atrapado en un desastre que no debía alterar.

La posibilidad más escalofriante es que ni siquiera era humano, sino una manifestación enviada para presenciar la tragedia, un observador del destino que solo aparece cuando la muerte es inminente.

 

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Los investigadores que intentaron rastrear al misterioso pasajero del boleto 227 se encontraron con un muro inexplicable.

Ese número no aparece en ninguna lista oficial del Titanic, ni en el manifiesto de pasajeros ni en el registro de boletos vendidos.

Era como si hubiera abordado un barco fantasma dentro del barco real, un espectro con identidad desconocida que caminaba entre los vivos sin pertenecer a ellos.

A medida que los años han pasado, la pregunta persiste: ¿existe alguna verdad que alguien se empeña en ocultar o estamos ante un fenómeno que escapa a nuestra comprensión? Tal vez el mayor enigma del Titanic no repose en sus restos oxidados a 4,000 metros de profundidad, sino en los ojos hundidos de un hombre sin nombre que fue visto por todos y registrado por nadie.

La historia del pasajero del boleto 227 sigue siendo uno de los misterios más inquietantes de la historia marítima.

¿Quién fue realmente? ¿Un espía, un viajero del tiempo, un mensajero del destino o algo que ni siquiera podemos nombrar? La respuesta sigue siendo un secreto oculto en las profundidades del océano.