FEIJÓO ENTRA EN SHOCK “DESTAPAN MONTAJE PP ASISTENTES MANIFESTACIÓN” LLUVIA ZASCAS A AYUSO BULOS ETA.
Isabel Díaz Ayuso y el fantasma de ETA: política, polarización y el pulso de una España dividida.
La política española ha vivido este fin de semana uno de sus episodios más controvertidos y mediáticos.
Isabel Díaz Ayuso, presidenta de la Comunidad de Madrid, volvió a acaparar titulares al afirmar, en pleno 2025, que ETA se prepara para “la invasión y la toma de Navarra y País Vasco”.
La declaración, pronunciada en una concentración del Partido Popular, resonó como un eco inquietante trece años después del cese definitivo de la actividad armada de la banda terrorista.
“ETA está a punto de ese asalto”, insistió Ayuso, en un discurso que reincide en la utilización del terrorismo como comodín político y que ha provocado una ola de reacciones tanto dentro como fuera de su partido.
La insistencia de Ayuso en vincular la actualidad política con ETA no es nueva. Desde hace meses, la presidenta madrileña recurre sistemáticamente al fantasma del terrorismo para atacar al gobierno de Pedro Sánchez y a sus socios parlamentarios, especialmente a EH Bildu, partido legalmente constituido que, según Ayuso, representa una amenaza equiparable a la de la banda armada.
“ETA sigue viva y tiene más peligro que nunca. Está muy fuerte, más fuerte que nunca y está consiguiendo sus fines”, ha llegado a declarar, ignorando los hechos históricos y el dolor de las víctimas que han pedido reiteradamente que se deje de instrumentalizar su sufrimiento.

La reacción del gobierno no se hizo esperar. Diversos ministros, entre ellos Óscar Puente, Mónica García y Yolanda Díaz, salieron al paso de las declaraciones de Ayuso, calificándolas de “incitación al odio” y “comodín para tapar las miserias políticas” de su gestión.
Para el ejecutivo, Ayuso utiliza el discurso de ETA como cortina de humo para ocultar los problemas estructurales de Madrid: la desmantelación de los servicios públicos, la gestión de las residencias durante la pandemia, el fraude fiscal y la falta de inversión en sanidad y educación.
La estrategia, lejos de aportar soluciones, alimenta la polarización y el enfrentamiento social.
El Partido Popular, por su parte, ha optado por la movilización callejera como principal herramienta de oposición.
En el último año, el PP ha convocado hasta siete manifestaciones, la más reciente en el Templo de Debod, donde la asistencia fue objeto de polémica.
Mientras el partido aseguraba la presencia de 80.000 personas, la Delegación del Gobierno cifraba la participación en 40.000, en un espacio que difícilmente podía albergar tal cantidad de manifestantes.
La aritmética de la protesta, más allá de los números, refleja la frustración de una formación que, incapaz de sumar los votos necesarios en el parlamento, recurre a la presión social y mediática para desgastar al ejecutivo.
La utilización recurrente de ETA como argumento político ha sido comparada por analistas con el comportamiento infantil de llamar “caca” a todo lo que incomoda.
Ayuso ha convertido el terrorismo en un recurso omnipresente: todo lo que le molesta, todo lo que se interpone en su camino, termina siendo etiquetado como ETA, Venezuela o cualquier otro enemigo de ocasión.
. Esta estrategia, heredera del “si algo funciona, no lo toques” de Mariano Rajoy, ha perdido eficacia en una sociedad que, tras la pandemia, ha cambiado sus prioridades y exige respuestas más allá del ruido y la confrontación.
El voto antisanchista, más que el miedo a ETA, fue el motor de la victoria de Ayuso en Madrid. La ciudadanía, hastiada por las restricciones y el malestar económico, encontró en la presidenta madrileña un canal para castigar a Pedro Sánchez.
Sin embargo, la reiteración del discurso sobre ETA ha generado un desgaste que se traduce en críticas incluso dentro del propio PP, donde algunos sectores consideran que la estrategia ya no moviliza como antes y que es necesario ofrecer propuestas concretas.

La demonización de Bildu, partido legal que defiende los derechos humanos y que ha sido legitimado por la ley de partidos firmada por el propio PP, es otra muestra de la deriva discursiva de Ayuso.
La equiparación de Bildu con ETA, además de ser falsa, contribuye a la criminalización de la izquierda abertzale y a la erosión del debate democrático.
La polarización, alimentada tanto por la derecha como por la extrema izquierda, no beneficia a nadie y dificulta la construcción de consensos necesarios para afrontar los retos del país.
El clima de tensión se ha trasladado también a las calles, donde las manifestaciones del PP han estado acompañadas de episodios de violencia y acoso a periodistas.
La agresión a una reportera de Televisión Española durante la concentración en Ferraz es el síntoma de una deriva preocupante: el control de la información y la presión sobre los medios son herramientas clásicas de los fascismos europeos, que hoy encuentran nuevos cauces a través de las redes sociales y la manipulación algorítmica.
La estrategia de Ayuso, basada en la confrontación y el ruido, ha dejado en segundo plano la acción política.
El Partido Popular, lejos de presentar mociones de censura o proyectos de país, se limita a agitar el miedo y la indignación.
La ausencia de propuestas concretas y la dependencia de la ultraderecha de Vox han convertido al PP en un partido atrapado en su propia frustración, incapaz de ofrecer alternativas y cada vez más alejado de los sectores moderados.
La gestión de la corrupción, otro de los temas recurrentes en el discurso de Ayuso, ha sido objeto de críticas por la falta de autocrítica y transparencia.
Mientras el PP denuncia los casos que afectan al PSOE, como los de Ávalos y Santos Cerdán, ignora los propios, especialmente en Andalucía, Almería y Valencia, donde la connivencia con Vox ha permitido la entrada de la ultraderecha en las instituciones autonómicas.
El blanqueo de la extrema derecha y la falta de contundencia frente a la corrupción interna son síntomas de una crisis de identidad que amenaza la credibilidad del partido.
El Partido Socialista, por su parte, reivindica la gestión de los últimos años: mejora de los servicios públicos, aumento de las pensiones y los salarios, políticas sociales y defensa de los derechos laborales.
La política útil, frente a la política del cabreo, es el eje sobre el que pivota la respuesta del gobierno a la estrategia de confrontación del PP.
La memoria de la lucha contra ETA, el respeto a las víctimas y la defensa de la democracia son elementos centrales en un relato que busca contrarrestar la narrativa del miedo y el odio.
La instrumentalización del terrorismo para obtener rédito político es, en palabras de muchos analistas y familiares de víctimas, una falta de ética y responsabilidad.
Revivir el miedo y banalizar el dolor de quienes sufrieron la violencia de ETA es una estrategia que, lejos de unir, divide y perpetúa las heridas abiertas en la sociedad española.
La democracia, como recuerda la historia, se construye desde el respeto, el diálogo y la verdad, no desde la manipulación y el enfrentamiento.
En definitiva, el episodio protagonizado por Isabel Díaz Ayuso es el reflejo de una España dividida, donde la política ha dejado de ser el espacio de la construcción colectiva para convertirse en un escenario de destrucción mutua.
El reto para los partidos y para la sociedad es abandonar la espiral de insultos y recuperar el sentido de la responsabilidad, la ética y el respeto por la memoria y la dignidad de todos los ciudadanos.
