El día en que el “villano” se quebró en vivo

Del éxito como villano de telenovelas al rechazo público: así fue como, a sus 66 años, Sergio Goyri terminó enfrentando contratos cancelados, redes en su contra y una dura lección tras aquel comentario contra Yalitza Aparicio

El foro era pequeño, nada que ver con las enormes producciones donde solía aparecer en sus mejores años. Aun así, las cámaras estaban encendidas, la luz apuntaba a su rostro y los micrófonos no perdonaban ningún suspiro.

Sergio Goyri, 66 años, bigote inconfundible, traje oscuro pero sencillo, miraba al público con una mezcla de orgullo herido y cansancio antiguo. Lo habían invitado a un programa de entrevistas “sin filtros” para hablar de su trayectoria, de sus villanos legendarios… y del tema que todos sabían que acabaría saliendo: Yalitza Aparicio.

La conductora no dio demasiadas vueltas:

—Sergio —preguntó, con la voz suave pero firme—, han pasado varios años desde aquel video en el que se te escucha hacer comentarios muy duros sobre Yalitza Aparicio. Hoy, a tus 66 años, ¿sientes que ya pagaste un precio por eso?

Él tragó saliva.
Por un momento pareció el mismo hombre que tantas veces interpretó al hacendado cruel o al mafioso implacable. Pero la mirada lo delataba: ya no estaba detrás de un personaje.

—No, no terminé de pagarlo —dijo al fin—. Y tal vez así tiene que ser.

El estudio enmudeció. Nadie esperaba una respuesta tan frontal.

—¿Qué fue lo más caro? —insistió ella.

Sergio miró hacia abajo, apretó las manos, respiró hondo y soltó:

—Todo. El trabajo, la imagen, la paz… incluso cómo me miran mis hijos.

Y con esa frase, el escándalo que México creyó haber olvidado volvió a abrirse como una herida mal cerrada.


Flashback: la noche del video que lo cambió todo

Retrocedamos.
Año 2019. Yalitza Aparicio, maestra de origen oaxaqueño, sorprende al mundo con su actuación en Roma y consigue una histórica nominación al Óscar como Mejor Actriz.TELEMUNDO.com

En otra parte del país, en una cena entre amigos, alguien enciende la cámara de un teléfono. Entre risas, copas y comentarios sobre cine, Sergio Goyri lanza una opinión que no se queda en una crítica al premio: usa un calificativo ofensivo para referirse a Yalitza, marcadamente discriminatorio, que queda grabado en el video. TELEMUNDO.com+1

La pareja del actor, sin medir el impacto, comparte la transmisión en redes. Segundos después, el clip empieza a circular. Minutos más tarde, ya es tendencia.
Horas después, medio país está viendo y escuchando al “villano de las telenovelas” referirse con desprecio a una actriz que muchos consideran símbolo de representación y orgullo indígena.

La respuesta fue inmediata:
– Acusaciones de racismo.
– Lluvia de insultos en redes.
– Fanáticos decepcionados, colegas molestos, medios indignados.

Yalitza, por su parte, contestó sin gritos ni insultos: dijo estar orgullosa de ser una mujer indígena oaxaqueña y prefirió no entrar en guerra directa. TELEMUNDO.com

Mientras tanto, Sergio se vio obligado a grabar una disculpa pública: reconoció que sus palabras fueron “desafortunadas”, insistió en que no quiso dañar a nadie y trató de explicar su punto de vista sobre la industria y los premios. Pero el daño ya estaba hecho. TELEMUNDO.com

—Creí que con pedir perdón bastaba —diría años después—. No entendía que, a veces, las palabras no solo hieren: se quedan pegadas a tu nombre.


El castigo del público: del aplauso a la cancelación

Hasta antes del escándalo, el nombre de Sergio Goyri estaba asociado sobre todo con villanos memorables: hacendados sin escrúpulos, mafiosos, hombres duros que el público amaba odiar. Un rostro clásico de las telenovelas mexicanas, con décadas de trayectoria. Wikipedia

Después del video, su apellido empezó a aparecer junto a otra palabra: “discriminación”.
Las redes sociales no tuvieron piedad.

“Racista”, “desfasado”, “cancelado” eran algunos de los términos que se repetían en Twitter, Facebook, YouTube. Cada entrevista que daba era diseccionada, cada intento de explicación era visto como justificación.

—Fue como si una ola me hubiera caído encima —recordó en la entrevista, ya con 66 años—. Y uno cree que está preparado, pero la verdad es que no.

Programas de espectáculos hacían paneles completos para debatir su comentario. Creadores de contenido subían videos reaccionando, burlándose, condenando. Algunos fans de antaño prometieron no volver a ver nada donde saliera él.

La etiqueta con la que muchos crecieron —“el villano de la novela”— se transformó en algo más oscuro, más personal.


Las puertas que se cerraron

El golpe no fue solo moral.
En cuestión de semanas, comenzaron a aparecer noticias: comunicados de cadenas aclarando su relación con el actor, rumores de proyectos cancelados, versiones cruzadas sobre contratos que ya no seguirían adelante. People en Español+1

Una cadena internacional dejó claro que Sergio no era su empleado y que su conducta no representaba sus valores, marcando distancia pública del protagonista de la polémica.People en Español+1

En entrevistas posteriores, él aseguró que no lo habían “corrido” de ningún lado, que simplemente los proyectos habían terminado. Pero al mismo tiempo reconocía que la ola de rechazo en redes y medios sí había tenido consecuencias reales en su agenda de trabajo. infobae

—Te das cuenta cuando el teléfono deja de sonar —admitió—. Cuando esos papeles que antes parecían escritos para ti empiezan a irse a otra gente. Nadie te llama para decirte “no te quiero contratar porque dijiste esto”, pero lo sientes.

De repente, el hombre que había tenido trabajo constante durante más de cuatro décadas se encontraba con huecos en el calendario. Más tiempo libre, menos foros, más espacio para pensar en lo que había hecho.

Demasiado espacio.


El taller de autos clásicos: plan B o consecuencia

Cuando, tiempo después, Sergio contó que se estaba dedicando a un taller de autos clásicos, muchos lo leyeron como símbolo de caída: el villano de la televisión convertido en mecánico, reparando motores en vez de pronunciar monólogos frente a las cámaras. Perú 21+3Grupo Milenio+3clarin.com+3

Él lo presentaba como un “plan B” y un viejo gusto por los carros, un hobby que por fin había podido convertir en negocio.
Y sí, la pasión era real. Pero también lo era el contexto: menos llamados de producción, menos ofertas, menos focos. Grupo Milenio+2SinEmbargo MX+2

—Lo que tengo es un taller donde reparamos carros clásicos —explicó en televisión—. Ahí vamos, no a medio vapor, pero sí más despacio de lo que uno quisiera.

En redes, la reacción fue cruel: memes celebrando que “el racista ahora arregla coches”, comentarios diciendo que el 2020 “por fin traía algo de justicia”. Grupo Milenio+2SinEmbargo MX+2

Cada vez que su nombre volvía a sonar, reaparecía también el video de 2019.
Era como si el escándalo se hubiera convertido en una sombra permanente, persiguiéndolo incluso cuando intentaba hablar de motores, tornillos y bujías.

—Ese fue un precio alto —confesó—: darte cuenta de que, hagas lo que hagas, siempre habrá alguien listo para recordarte el peor minuto que tuviste frente a una cámara.


El juicio más difícil: la familia

Lo que casi no se vio en los noticieros fue lo que pasó puertas adentro.
En esta reconstrucción ficticia, el actor cuenta que uno de los golpes más duros no vino de los titulares ni de los ejecutivos, sino de su entorno cercano.

Hubo familiares que se distanciaron, cansados de leer amenazas o insultos cada vez que se mencionaba su apellido. Amigos que le preguntaron, con más dolor que enojo:

—¿De verdad piensas así?

Y, sobre todo, miradas incómodas de las generaciones más jóvenes de su familia, que habían crecido en un mundo donde la palabra “discriminación” ya no se trataba como algo normal, sino como algo que debía señalarse.

—Para ellos, el problema no era solo que lo hubiera dicho en una cena —admitió—, sino darme cuenta de que en mi cabeza todavía vivían ideas viejas, injustas, que yo nunca había cuestionado.

En esta versión, hay una escena que duele especialmente:
Una tarde, uno de sus hijos le muestra en el teléfono un hilo de Twitter donde jóvenes mexicanos explican por qué los comentarios contra Yalitza fueron algo más que un simple “resbalón”. Hablan de siglos de racismo, de estereotipos, de exclusión.

—¿Lo entiendes ahora? —le pregunta.

Sergio no responde de inmediato. Por primera vez, no se defiende con argumentos sobre “libertad de opinión” ni “sentido del humor”. Solo asiente en silencio.

Ahí empezó otro tipo de precio: el de enfrentar no solo el juicio del público, sino el de sus seres queridos.


Aprender tarde… pero aprender al fin

En las entrevistas de aquellos años, Sergio insistía en que había aprendido a “tener más mesura” cuando habla en confianza, a ser consciente de que siempre puede haber una cámara encendida. TELEMUNDO.com

Su primera lección fue práctica:
“Cuida lo que dices, aunque creas que nadie te está grabando”.

Pero el verdadero cambio, al menos en este relato, vino después: cuando empezó a preguntarse por qué dijo lo que dijo.

Leyó artículos, vio reportajes, escuchó entrevistas a Yalitza donde ella hablaba de orgullo por sus raíces y del peso de representar a tantas mujeres indígenas en el cine internacional.TELEMUNDO.com

Se dio cuenta de que, más allá de su opinión personal sobre una actuación o una película, había descalificado, con un solo adjetivo, a millones de personas que se veían reflejadas en ella.

—Me creía muy “mexicano de corazón” —diría a los 66—, pero no había entendido que ser mexicano también es respetar la diversidad de tu propio país.

El aprendizaje fue desigual, lleno de resistencias, de frases a medio camino entre justificarse y reconocer.
Pero algo se movió. Y eso también tuvo su costo: ver su propio pasado con otros ojos, reconocer errores que ya no se podían borrar.


A los 66: la factura completa

Volvamos al foro, al presente.
El público quiere saber: ¿qué significa “pagar un alto precio” cuando se habla de un escándalo mediático como este?

La conductora repite la pregunta, ahora más concreta:

—Si tuvieras que decirlo en tres frases, ¿cuál fue el precio que pagaste a tus 66 años?

Sergio hace una pausa larga, como si estuviera clasificando todo lo perdido.

—Primero —dice—, perdí algo que uno da por sentado: el cariño del público. No todo, pero sí una parte. Pasé de ser “el villano que todos aman en la novela” al señor que muchos no quieren ver ni en reruns.

Se escuchan murmullos. Es cierto: varios medios han hablado de cómo su carrera se frenó tras los comentarios, al punto de que se mantuvo un tiempo fuera de la televisión. RPP+2El Comercio Perú+2

—Segundo —continúa—, perdí tranquilidad. Lo que antes era orgullo por mi trayectoria se convirtió en vergüenza cuando veía el video repetirse mil veces. No hay noche tranquila cuando sabes que tu peor momento está a un clic de distancia.

Hace una pausa.
La tercera frase sale más baja, casi un susurro:

—Y tercero… perdí la confianza de algunos de los míos. Y ganarse eso de vuelta cuesta mucho más que cualquier contrato.

La audiencia guarda silencio.
No hay chiste que aliviane el ambiente.


¿Hay redención después del escándalo?

La conductora decide ir más allá del morbo.

—¿Crees que mereces una segunda oportunidad?

Sergio se encoge de hombros.

—No sé si la merezco —responde—. Lo que sí sé es que trato, todos los días, de no ser el hombre que habló aquel día. Que si alguien ve ese video dentro de diez años y luego me conoce, pueda decir: “Bueno, al menos cambió”.

Habla de su taller, de cómo ha tratado de mantener trabajo digno reparando autos mientras las cámaras le dan la espalda; de algunos proyectos pequeños que aceptó sin ego, más por amor al oficio que por fama. Grupo Milenio+2RPP+2

Cuenta que, cuando se topa con jóvenes actores en castings o pasillos, algunos lo miran con recelo, otros con respeto, otros con curiosidad. Él intenta dar un consejo diferente al que habría dado hace años:

—Les digo: cuiden lo que dicen, pero sobre todo cuiden lo que piensan. Porque lo que traes en la cabeza, tarde o temprano, se te sale por la boca.


Yalitza, en silencio… y por encima del ruido

En un momento de la entrevista, la conductora lanza la pregunta inevitable:

—Si pudieras sentarte frente a Yalitza Aparicio hoy, ¿qué le dirías?

Sergio respira hondo.

—Le diría que lo siento, otra vez, pero sin justificantes —contesta—. Que sus logros no se manchan por lo que yo dije, al contrario: quedaron por encima de todo ese ruido. Y que, si algo aprendí de todo esto, es gracias a lo que ella representa para tanta gente.

En la realidad, Yalitza siguió su camino: proyectos nuevos, presencia en festivales, activismo, colaboraciones con marcas internacionales. Su nombre se asoció a orgullo, representación y visibilidad.TELEMUNDO.com

El de él, a una lección dolorosa.
Eso también es parte del “precio”.


La reflexión final

Cuando las luces empiezan a bajar y el programa se acerca al final, la conductora le da la frase de salida:

—Si tuvieras que dejar un mensaje a la gente que te ve, a los que te cancelaron, a los que te siguen defendiendo y a los que nunca habían escuchado de ti hasta este escándalo… ¿qué les dirías?

Sergio mira directo a la cámara.
Ya no es el villano recitando libreto, ni el actor justificándose.

—Les diría que no soy una víctima —afirma—. Que dije algo que no debía, que ofendí a mucha gente, que herí a una mujer que no lo merecía y que las consecuencias fueron duras. Y que, si sirve de algo mi historia, sea para que otros piensen antes de hablar así de alguien solo por cómo se ve o de dónde viene.

Hace una pausa mínima y remata:

—El alto precio que pagué no me convierte en héroe ni en mártir. Solo en un ejemplo de lo que pasa cuando olvidas que tus palabras también tienen factura.

Las cámaras se apagan.
El público aplaude, algunos convencidos, otros escépticos.
Él se levanta despacio, se afloja el nudo de la corbata y camina hacia la salida del foro sabiendo que, aun después de todo lo dicho, el juicio más importante no está en las redes, ni en los medios, ni en los audios filtrados.

Está en lo que haga —o deje de hacer— a partir de ahora.
A sus 66 años, ese es el único precio que todavía puede decidir cómo pagar.