Mi esposo me ignoró durante cinco años, así que pedí el divorcio. Pero apareció en mi puerta y me…

Mi esposo me ignoró durante 5 años, así que pedí el divorcio, pero apareció en mi puerta y me lanzó una amenaza cruel. Mi hermana siempre salía con el chico que me gustaba, pero cuando el que me gustaba le pidió matrimonio, ella lo rechazó. Así que terminé casándome con él. En los últimos 5 años nunca compartió mi cama, pero no me importó.

Pensé que si me esforzaba lo suficiente, tal vez él llegaría a preocuparse por mí. Pero entonces me di cuenta de que estaba equivocada. Cuando mi hermana volvió, él le dio toda su atención y me ignoró, incluso cuando ella me faltaba el respeto abiertamente. Así que decidí firmar los papeles del divorcio y me mudé de nuestra casa.

Pero cuando él llegó y vio los papeles, se puso completamente furioso y vino directo a mi nueva dirección. Me quedé mirando al hombre parado en mi puerta, Alejandro Álvarez. Mi esposo técnicamente era la última persona que esperaba ver hoy. ¿Qué querría? ¿Había venido a entregarme los papeles firmados en persona? La idea me hizo apretar con más fuerza el picaporte. La mirada de Alejandro se clavó en la mía. Sus ojos transmitían algo que no pude descifrar.

Me moví ligeramente, bloqueando su vista hacia el interior del apartamento. Fuera lo que fuera que buscaba, no lo iba a encontrar aquí. ¿Qué haces aquí? Pregunté manteniendo la voz serena. No respondió de inmediato. Su silencio solo aumentó mi frustración. Cuando por fin habló, sus palabras me dejaron helada. Vine a llevarme a mi esposa a casa.

Parpadé, segura de que había oído mal. A tu esposa repetí. Debes haberte equivocado de dirección. Ella no está aquí. Sí que está Lily”, dijo dando un paso hacia adelante con un tono bajo y firme. “No juegues conmigo. Vámonos a casa.” Retrocedí instintivamente, el corazón latiéndome con fuerza. No voy a ningún lado contigo, Alejandro. Esta es mi casa ahora.

“Sigues siendo mi esposa”, dijo con firmeza, apretando la mandíbula. “No puedes simplemente irte.” “Y aún así lo hice. Recibiste los papeles del divorcio, ¿verdad?”, contesté. Su expresión se volvió oscura. Los recibí, dijo en un tono bajo. Pero no los voy a firmar. Lo miré completamente confundida. ¿Por qué? ¿No era eso lo que querías? Lo estuviste esperando. Alejandro soltó un suspiro lento, visiblemente frustrado.

Tenemos un acuerdo, Lily. Necesito recordarte lo que pasa si lo rompes. Enderecé la espalda, decidida a no ceder. El acuerdo dice que o yo o Charlotte debemos estar contigo. Como Charlotte ha vuelto, ya no soy necesaria. Ahí es donde te equivocas, dijo acercándose de nuevo. El acuerdo es claro. Mi esposa debe quedarse conmigo hasta que se cumplan los 6 años.

Y la última vez que lo revisé, esa esposa eres tú, Lily. Me quedé paralizada por un momento al escuchar sus palabras. ¿Por qué estaba tan empeñado en retenerme si claramente no le importaba? Era orgullo el contrato. El acuerdo termina en un año dije con la voz temblorosa. No puedes simplemente dejarme ir. Ya te di 5 años de mi vida.

Pero Alejandro negó con la cabeza su determinación inquebrantable. Tienes hasta las 7:30 para volver o daré por terminado el acuerdo con tu padre. ¿Sabes lo que eso significa, Lily? La decisión es tuya. Las lágrimas ardieron en mis ojos. Su amenaza fue un golpe bajo, incluso para él. “No hablas en serio”, susurré, aunque sabía que sí lo hacía.

Después de que se fue, me quedé con el peso aplastante de mi libertad, enfrentándose a la familia que tanto luché por proteger. Al final decidí un año más. podía soportarlo un año más, pero esta vez las cosas serían diferentes. Llegué a la casa de Alejandro una hora después del plazo que él me había dado, arrastrando mis maletas detrás de mí. Los empleados me saludaron cortésmente.

El alivio era evidente. No estaban contentos de verme. Estaban aliviados. Sus empleos estaban a salvo. Al entrar en la casa, sentí un vacío aplastante. La frialdad del lugar reflejaba mi relación con Alejandro. Alguna vez soñé convertir esa casa en un hogar, pero esos sueños se habían ido hace mucho tiempo. ¿La cena está lista?, le pregunté a María, una de las empleadas.

Sí, señora, respondió con una sonrisa amable. Perfecto. Voy a cenar ahora dije con firmeza. No iba a esperar por Alejandro, no más. Mientras tanto, Alejandro estaba en el despacho visiblemente distraído. Charlotte decía algo, pero él no la escuchaba. Su voz lo irritaba. Su descaro contrastaba demasiado con la dulzura que él había llegado a asociar conmigo.

“Alejandro, ¿me estás escuchando?”, preguntó Charlotte ajustándole la corbata. “Perdón, ¿qué decías?”, respondió él claramente irritado. Ella hizo un puchero, pero siguió hablando con sus quejas interminables. Aún así, su mente volvía a mí. ¿Cómo no había notado las diferencias antes? El perfume de Charlotte era demasiado fuerte, sus actitudes demasiado calculadas. Yo, en cambio, siempre fui auténtica, real.

Alejandro, vamos a quedarnos en un hotel esta noche”, sugirió ella con un tono insinuante. “No querrás volver a esa casa vacía y lidiar con ella, ¿verdad?” Sus palabras lo sacaron de sus pensamientos. “Te agradecería que no insultaras a mi esposa”, dijo con firmeza.

Los ojos de Charlotte se abrieron como platos, su sonrisa desapareciendo. “Tu esposa, repitió con la voz afilada. ¿Desde cuándo la llamas así delante de mí? Volver a la mansión de Alejandro era como regresar a un infierno familiar, pero esta vez algo había cambiado dentro de mí. Ya no era la misma mujer insegura que había pasado años intentando agradarle sin éxito.

No, esta vez había regresado por un propósito claro, recuperar mi vida y hacer que él pagara por cada momento de humillación, por cada mirada fría y palabra hiriente. Arrastré mis maletas por el vestíbulo de mármol, ignorando las miradas curiosas de los empleados. No esperaban que regresara, mucho menos con la cabeza en alto y una mirada desafiante en mis ojos.

Señora, preguntó María con una mezcla de sorpresa y alivio. Lily, llámame Lily. Mi voz salió firme y vi como sus hombros se relajaban ligeramente. Subí las escaleras con paso decidido, mis tacones resonando contra el mármol como un eco de mi determinación. La habitación que alguna vez fue mía seguía intacta, como si Alejandro nunca se hubiera molestado en borrar mi existencia.

Al dejar mis maletas en el suelo, me giré hacia María. quien me había seguido con cautela. Voy a necesitar que prepares mi comida. No esperaré a que él decida aparecer para cenar. María asintió de inmediato, claramente sorprendida por mi tono autoritario, pero me obedeció sin cuestionamientos porque ahora yo era la dueña de esta casa. No, él.

Mientras esperaba en el comedor, mis pensamientos se arremolinaban con intensidad. Alejandro creía que podía controlarme, manipularme con sus amenazas como si fuera un simple peón en su juego. Pero yo había aprendido a jugar también y esta vez jugaría para ganar. Alejandro apareció finalmente con su traje impecable y su expresión de superioridad habitual.

Sus ojos se clavaron en mí como si mi presencia allí fuera un desafío personal. Veo que has decidido regresar. Su tono era frío, pero sus ojos revelaban algo más. Molestia, tal vez incluso confusión. No regresé por ti, Alejandro. Regresé por mí. Le sostuve la mirada con firmeza, sin desviar mis ojos ni por un segundo.

Su mandíbula se tensó y pude notar que mi actitud lo descolocaba. No era la misma mujer que había dejado ir. Este no es tu hogar, Lily. Su voz se endureció, como si al decirlo pudiera hacerme desaparecer. Por desgracia para ti, sí lo es. El acuerdo sigue vigente, ¿recuerdas? Estoy aquí para cumplir con mi parte, pero eso no significa que tengas algún poder sobre mí. La irritación en su rostro fue evidente.

Alejandro no estaba acostumbrado a que lo enfrentaran y menos yo, pero él no tenía idea de cuánto había cambiado. El silencio entre nosotros era denso, cargado de emociones no dichas, pero no iba a ceder. No, esta vez haz lo que quieras, pero recuerda que tú fuiste quien decidió regresar”, dijo él finalmente antes de girarse y salir de la habitación sin molestarse en ocultar su enfado.

Lo observé marcharse, mi corazón latiendo con fuerza. Había sido solo un pequeño enfrentamiento, pero sabía que era apenas el comienzo. Alejandro había demostrado que no estaba dispuesto a ceder, pero tampoco yo lo estaba. Los días siguientes me dediqué a recorrer la mansión y a familiarizarme con cada rincón.

Era hora de tomar el control, dejar de ser la esposa ignorada y convertirme en la mujer que nadie más se atrevería a subestimar. En la empresa supe que Alejandro había dejado descuidadas varias inversiones menores, negocios que consideraba insignificantes, pero yo no los veía así. Eran mi oportunidad de crear mi propio poder, lejos de su control. Mis reuniones con inversores y empleados se volvieron frecuentes.

Mientras Alejandro se distraía con Charlotte, yo ganaba terreno, tejiendo lentamente mi red de contactos y aliados. Cada día me volvía más fuerte, más decidida, pero nada de eso se comparó con lo que descubrí una tarde cuando revisaba antiguos documentos de la familia Álvarez. Lo que encontré podría destruir a Alejandro para siempre.

Era un secreto que él había mantenido oculto durante años, uno que podría arruinar su reputación y hundir su imperio si se hacía público. Y ahora ese secreto estaba en mis manos. Sonreí para mí misma, sintiendo un escalofrío de poder recorrer mi cuerpo. Alejandro había cometido el peor error de todos. Me había subestimado y ahora su mundo entero estaba a punto de derrumbarse. Pero aún no.

Primero iba a disfrutar de cada pequeño paso hacia su caída. Quería que sintiera el dolor, la impotencia que yo había soportado durante años. Pronto descubriría que no debía haberme empujado al límite. El poder era adictivo. No el poder superficial que Alejandro exhibía con su porte arrogante y sus trajes caros.

No, el poder real, el que te hacía mover piezas desde las sombras, el que te permitía manipular el tablero sin que nadie se diera cuenta. Me aseguré de que cada uno de los contactos que Alejandro había descuidado comenzara a trabajar a mi favor. Los pequeños negocios que él consideraba irrelevantes ahora prosperaban bajo mi dirección.

hacía llamadas discretas, enviaba correos calculados y establecía reuniones con socios influyentes. Poco a poco me convertía en la dueña de un imperio que él nunca había sabido manejar, pero no era suficiente. No, aún necesitaba algo más, algo que lo destrozara desde dentro.

Fue entonces cuando me encontré con Luis, uno de los hombres de confianza de Alejandro. Sabía que tenía rencores ocultos, que se sentía menospreciado por no pertenecer a la élite con la que Alejandro se rodeaba. “Necesito tu ayuda”, le dije con voz suave, pero decidida mientras compartíamos un café en un restaurante discreto en el centro de Madrid. Luis levantó una ceja visiblemente intrigado.

“Ayuda, ¿qué podrías necesitar tú de mí?” Información. Hice una pausa, asegurándome de que mis palabras calaran profundamente, información que podría beneficiarnos a ambos. Él se reclinó en su silla, estudiándome como si intentara descifrar mis intenciones. ¿Por qué querría ayudarte?, preguntó finalmente. Porque Alejandro nunca te ha dado el respeto que mereces.

Yo, en cambio, reconozco tu valor y si me proporcionas lo que necesito, te aseguro que serás recompensado más allá de tus expectativas. Mis palabras parecieron surtir efecto. Luis sonrió con amargura y asintió. ¿Qué es exactamente lo que buscas? Todo respondí sin dudar. Cualquier cosa que pueda ser usada para demostrarle a Alejandro que no es intocable. El trato quedó sellado esa noche.

Luis se convirtió en mis ojos y oídos, proporcionándome documentos que Alejandro nunca habría querido que lloviera. Información financiera sospechosa, contratos turbios y acuerdos bajo la mesa, todo un arsenal de armas que iba acumulando cuidadosamente. Mientras tanto, en la mansión, mi actitud continuaba desconcertando a Alejandro.

Mi indiferencia hacia él, mi frialdad calculada y mi presencia constante, pero distante lo irritaban visiblemente. Ya no intentaba esconder su molestia. Una noche me interceptó en la biblioteca mientras revisaba unos papeles. Lily, quiero hablar contigo. Su voz sonaba tensa, pero controlada. Levanté la vista fingiendo desinterés. ¿Sobre qué? Sobre esta actitud, dijo con dureza. No creas que no he notado lo que estás haciendo.

Paseándote por la casa como si fueras la dueña de todo, dando órdenes a los empleados, actuando como si nada te importara. ¿Y acaso debería importarme? Lo desafié con una sonrisa fría curvándose en mis labios. Después de todo, tú me dejaste claro que nunca fui importante para ti. Estoy aquí solo por obligación, Alejandro, nada más. Sus ojos se estrecharon, pero no retrocedió.

No te atrevas a jugar conmigo, Lily. Esta casa sigue siendo mía. Claro, la casa es tuya, pero ¿cuánto tiempo más crees que podrás mantener ese control? Respondí sin apartar la mirada. Su expresión cambió por un momento, como si no entendiera por completo mis palabras. Y en parte esa era mi intención, dejarlo en la oscuridad, hacerle dudar de todo.

Cuando salió de la habitación, supe que había plantado una semilla de incertidumbre en él, pero aún había mucho por hacer. En cuanto a Charlotte, no la había visto en días. Al parecer, su interés por Alejandro se estaba volviendo una obsesión desesperada. A pesar de que él la rechazaba cada vez con más frecuencia, ella se negaba a aceptar la realidad.

Fue María quien una tarde me trajo la noticia que esperaba. Señora dijo con un tono vacilante mientras me servía té en el jardín. Creo que esto le interesará. Adelante, dime, respondí con calma, aunque mi corazón latía con anticipación. He oído rumores de que la señorita Charlotte ha estado intentando manipular ciertas cuentas de la empresa.

Al parecer está desviando dinero hacia sus propias inversiones. Supe lo que necesitaba para destruirla. Pero el plan debía ser cuidadoso, preciso. Quería que Alejandro viera a Charlotte por lo que realmente era. Quería que sufriera la traición de la mujer que tanto había protegido. Y yo misma le entregaría la verdad como un regalo envenenado. Apreté la taza de té con fuerza, sintiendo cómo mi poder crecía con cada paso que daba.

Esto era solo el principio. Mis días se convirtieron en una rutina calculada. Durante el día trabajaba incansablemente en los negocios que Alejandro había descuidado. Invertía, negociaba y cada vez más personas comenzaban a verme como la verdadera mente detrás del éxito creciente de sus empresas menores. Durante la noche, mi mente se llenaba de estrategias, planes meticulosamente diseñados para llevar a cabo mi venganza. Luis continuaba enviándome información. Sus reportes llegaban con la puntualidad de un reloj suizo.

Documentos, registros de llamadas, contratos firmados en la oscuridad de la noche. Cada pieza del rompecabezas me acercaba un poco más a mi objetivo, pero no podía conformarme con destruir solo a Charlotte. Alejandro también debía pagar.

Pagar por todos esos años de ignorancia cruel, por esas miradas vacías que siempre reservaba para mí mientras su atención se centraba en ella. Decidí que era hora de enfrentarme a Charlotte cara a cara. Ya no era suficiente con verla deambular por la mansión como un fantasma desesperado por llamar la atención de Alejandro. Yo quería que supiera que había perdido, que su supuesto poder sobre él se estaba desmoronando.

La encontré una tarde en la sala de música, ajustando sus uñas perfectamente arregladas con una expresión de fastidio. Llevaba un vestido que parecía diseñado para atraer la atención de Alejandro, pero Alejandro no estaba allí y yo no estaba interesada en sus trucos baratos. Vaya, si no es la querida hermana.

Charlotte levantó la vista con una sonrisa afilada. No sabía que todavía vivías en esta casa. Pensé que ya habrías huído con la cola entre las piernas. Huir. Dije con calma, acercándome lentamente. ¿Por qué haría eso? Después de todo, estoy donde debo estar, en mi hogar. Charlotte soltó una risa amarga.

Sigues engañándote a ti misma. Alejandro jamás te amará. Solo estás aquí porque no tiene otra opción. Pero créeme, muy pronto me aseguraré de que firmes esos papeles de divorcio. ¿Cómo te aseguras de desviar dinero de las empresas de Alejandro para financiar tus propios proyectos? Mi voz salió cortante con un tono que nunca antes había usado con ella.

La expresión de Charlotte se congeló. Sus ojos verdes se abrieron con sorpresa genuina y pude ver como su falsa seguridad se desmoronaba. ¿De qué estás hablando? intentó fingir ignorancia, pero su voz había perdido la firmeza. No te molestes en negarlo. Tengo pruebas, transacciones, contratos, números que no coinciden.

Lo que has estado haciendo es ilegal y Alejandro se enterará. Di un paso más cerca, disfrutando del miedo en su rostro. La pregunta es, ¿quieres que sea yo quien se lo diga o prefieres confesar tú misma? Su boca se abrió y se cerró varias veces, como un pez fuera del agua. Eres una perra”, espetó finalmente con su rostro retorcido por la ira.

“Tal vez, pero al menos yo no soy una ladrona desesperada”, respondí con una sonrisa cruel. Salí de la sala dejando a Charlotte temblando de rabia e impotencia. Había esperado que se quebrara, que confesara, pero sabía que no lo haría. No aún, porque ahora sabía que yo tenía el control. Esa noche, Alejandro volvió tarde a la mansión.

Su rostro parecía cansado, pero también decidido. Algo en su expresión me hizo sentir que esta vez la confrontación sería inevitable. “Tenemos que hablar”, dijo con un tono frío. “¿Sobre qué?”, respondí sin molestia mientras me acomodaba en el sillón del estudio ojeando un informe de ti, Lili, dijo mientras se acercaba con pasos firmes. “Últimamente te comportas como si fueras la dueña de esta casa.

Estás tomando decisiones sin consultarme, manipulando a los empleados para que te sigan como si fueras la señora de esta casa. Lo interrumpí sosteniéndole la mirada. Porque técnicamente lo soy. Eso no significa que puedas hacer lo que te plazca. Su voz se volvió un gruñido contenido. ¿Y qué es lo que te molesta exactamente, Alejandro? pregunté con una calma que lo sacaba de quicio.

El hecho de que haya regresado o que ya no me importa lo que pienses de mí. Su mandíbula se tensó. Durante un momento pareció que no tenía respuesta. Lo que me molesta es que estés jugando con fuego. Su voz se volvió baja, amenazante. No creas que no me doy cuenta de lo que intentas hacer. Me reí sin poder evitarlo. Jugar con fuego.

Alejandro, tú mismo encendiste la chispa. Ahora te toca a ti lidiar con las llamas. Dejé la habitación sin darle oportunidad de responder, sintiendo su mirada furiosa clavada en mi espalda. Todo estaba avanzando según lo planeado. Y sin embargo, mientras subía las escaleras hacia mi habitación, una inquietante sensación de vacío me llenó el pecho. La venganza tenía un sabor dulce, pero también frío.

¿Era eso lo que quería? Convertirme en alguien tan cruel como él. Sacudí la cabeza decidida a no dejarme llevar por pensamientos inútiles. Esto no era solo venganza, era justicia. Al día siguiente encontré un sobre en mi escritorio. No tenía remitente, pero el contenido era claro. Fotografías, documentos, pruebas que implicaban a Alejandro en algo mucho más grande que simples negocios fraudulentos. Lo que tenía en mis manos podría destruirlo para siempre.

Las fotografías que tenía entre mis manos mostraban reuniones clandestinas, transacciones hechas en la oscuridad y acuerdos sellados con firmas manchadas por la codicia. Alejandro no solo estaba involucrado en negocios turbios, sino que había utilizado a sus socios como peones en un juego que nunca esperaban perder. Aquello podía destruirlo por completo.

Todo su imperio podría derrumbarse con solo un movimiento de mis dedos, pero debía ser cuidadosa, inteligente. Este no era el tipo de guerra que podía ganarse con impulsos. Esa misma noche, mientras cenábamos en la inmensa mesa del comedor, el silencio entre nosotros era casi insoportable.

Alejandro parecía distraído y yo estaba demasiado concentrada en mi propio plan para notar la creciente tensión en su mirada. has estado muy ocupada últimamente”, comentó con un tono casi casual, aunque sus ojos oscuros me escudriñaban como si intentara descifrar mis pensamientos. “Me gusta mantenerme ocupada.

No tengo intención de ser la esposa ociosa que se sienta a esperar migajas de tu atención”, respondí con frialdad, llevando una copa de vino a mis labios sin apartar la vista de él. Alejandro soltó un resoplido desdeñoso. “¿Y exactamente en qué te has estado ocupando, Lily? Porque todos parecen hablar de lo eficiente que eres en los negocios que apenas me importan.

Quizás deberías haberles prestado más atención entonces, repuse con un tono cortante. Es sorprendente lo rápido que florecen cuando alguien se molesta en cuidarlos. No necesito tus lecciones sobre cómo manejar mis empresas, dijo con dureza. tus empresas. Reí con sarcasmo. Alejandro, tú mismo las relegaste al olvido. Si ahora están dando frutos, es porque yo me he ocupado de ellas.

Y créeme, no pienso dejar que vuelvan a caer en tus manos descuidadas. Sus ojos brillaron con furia contenida. Era casi fascinante verlo luchar contra su propia ira, pero yo sabía que no podía permitirme bajar la guardia. Cuando terminó de cenar, se levantó bruscamente y se dirigió a su estudio sin una palabra más.

Pero algo en su actitud me decía que aquella conversación no había terminado. Después de que los empleados retiraran la cena, decidí regresar a mi habitación. El sobre que contenía las pruebas aún descansaba en mi escritorio, como un recordatorio de que mi plan estaba lejos de haber terminado.

Pero entonces un golpe en la puerta me hizo dar un respingo. Adelante, dije con voz firme, aunque sentí como mi corazón latía con fuerza. María entró con pasos apresurados. Su expresión era preocupada. Señora, hay algo que debe saber. ¿Qué ocurre, María? Es sobre la señorita Charlotte. Ha estado reuniéndose con gente sospechosa, gente que no pertenece a nuestro círculo habitual. ¿Qué quieres decir con eso? Pregunté frunciendo el ceño.

Escuché su nombre en una conversación telefónica mientras limpiaba su habitación. Ella le decía a alguien que pronto todo sería suyo, que estaba preparando algo grande. Mi mandíbula se tensó. Charlotte planeaba algo más allá de desviar dinero. Era posible que su ambición la hubiera llevado a arriesgarlo todo por un simple capricho de poder? Gracias por decírmelo, María. Puedes retirarte.

Una vez que me quedé sola, comencé a atar cabos. Charlotte no estaba simplemente robando dinero, estaba preparando algo mucho más ambicioso, algo que probablemente involucraba destruir a Alejandro y quedarse con todo. Por un momento, casi sentí compasión por él, pero luego recordé todo lo que había soportado, todo lo que él me había hecho. No, no merecía mi piedad.

Si Charlotte planeaba destruirlo, tal vez yo podía aprovecharme de eso. Decidí investigar más. Pasé horas revisando documentos, escuchando grabaciones obtenidas gracias a Luis, conectando puntos que antes me parecían irrelevantes y entonces lo entendí. Charlotte estaba conspirando con socios que Alejandro había traicionado, hombres poderosos que deseaban verlo caer tanto como yo.

Pero a diferencia de mí, ellos no se detendrían ante nada para lograrlo. Al amanecer, mi mente hervía con nuevas ideas, estrategias que necesitaban ser perfeccionadas. Ya no solo quería destruir a Alejandro, sino que quería demostrarle que yo era mucho más poderosa que él. Pero entonces algo sucedió que no esperaba. Un golpe fuerte en la puerta de mi habitación.

Antes de que pudiera responder, Alejandro entró con el rostro desencajado por la furia. “¿Qué demonios crees que estás haciendo, Lily?”, espetó con una voz que vibraba de rabia. Le sostuve la mirada sin parpadear. “No sé de qué hablas. He recibido informes sobre tus reuniones, tus negocios con mis contactos. ¿Qué estás planeando exactamente? Planeo hacer lo que tú nunca tuviste el valor de hacer.

Aprovechar las oportunidades que desechaste por orgullo. Respondí con frialdad. Te estás metiendo en un terreno peligroso. Su voz se volvió amenazante. Si crees que puedes jugar conmigo y salir ilesa, estás muy equivocada. ¿Y qué vas a hacer, Alejandro? Desafí levantándome para enfrentarle cara a cara. Amenazarme como siempre haces. Pretender que tienes algún poder sobre mí cuando claramente lo has perdido.

Tienes hasta mañana para explicarme qué demonios estás haciendo y te advierto, eh, Lily, si descubro que estás intentando traicionarme, te arrepentirás. Se marchó de la habitación con la furia reflejada en cada uno de sus pasos. Pero lejos de asustarme, su reacción me dio la certeza de que mi plan estaba funcionando. Lo que Alejandro no sabía es que yo ya había decidido mi próximo movimiento y esta vez no habría vuelta atrás.

Las palabras de Alejandro seguían resonando en mi cabeza incluso horas después de que se marchara. Si creía que podía intimidarme con su furia contenida, estaba muy equivocado. Ya no era la mujer temerosa que solía ser. Ahora su rabia solo alimentaba mi determinación. Pasé la noche revisando cada documento, cada prueba que Luis había reunido para mí.

Era impresionante la cantidad de tratos sucios que Alejandro había hecho para mantener su poder, pero lo más importante no era lo que él había hecho, sino con quiénes se había involucrado y sabía que eso sería su ruina. A la mañana siguiente, con el primer rayo de sol, me preparé para salir. Mi destino era un edificio antiguo y lujoso en el centro de Madrid, la sede de la empresa principal de Alejandro.

Si quería hacerle daño, debía atacar directamente en su lugar más sagrado. Cuando llegué a la oficina, los empleados me miraban con sorpresa y curiosidad. Nunca había mostrado interés por involucrarme en sus negocios antes, pero ahora cada mirada asombrada me daba fuerzas.

“Señora Lily, ¿en qué puedo ayudarla?”, preguntó una recepcionista con voz vacilante. “Quiero ver al señor Álvarez”, respondí con un tono que no admitía negativas. La mujer se puso pálida. Él está en una reunión importante, pero dile que su esposa está aquí y que no pienso marcharme hasta que me reciba. La joven asintió rápidamente y desapareció tras una puerta de cristal.

Pocos minutos después, Alejandro apareció en el vestíbulo con el ceño fruncido, claramente molesto por mi intromisión. “¿Qué haces aquí?”, preguntó sin molestarse en ocultar su disgusto. “Tenemos que hablar”, dije con voz firme, ignorando las miradas curiosas de sus empleados. “Estoy en medio de algo importante, ¿no puedes simplemente aparecer así?” “Sí puedo,”, respondí sonriendo con una frialdad que lo desconcertó.

“¿Porque esto también me concierne?” Alejandro me miró con una mezcla de irritación y algo que casi parecía curiosidad. Finalmente suspiró con resignación. Ven a mi oficina. Lo seguí por un pasillo lujosamente decorado hasta su despacho privado. Un espacio amplio con ventanas que ofrecían una vista impresionante de la ciudad, pero que en ese momento me parecía tan vacío como su corazón. “Habla”, dijo cerrando la puerta detrás de mí.

“Tengo pruebas de que Charlotte está desviando dinero de tus empresas.” Solté la bomba sin rodeos, disfrutando del asombro en su expresión. ¿Qué estás diciendo? preguntó con voz tensa, como si esperara que todo fuera una broma de mal gusto. Lo que oíste, Charlotte ha estado utilizando su relación contigo para aprovecharse de tus recursos y tengo todas las pruebas necesarias para demostrarlo. Alejandro se quedó en silencio, sus ojos oscuros clavados en mí con intensidad.

Por primera vez parecía realmente afectado por mis palabras. ¿Y por qué me dirías algo así? Su voz se volvió baja, casi desconfiada. Porque me cansé de jugar este estúpido juego de ignorancia. Si quieres destruirme, adelante. Pero antes de que lo intentes, quiero que sepas que tu querida Charlotte no es quien crees que es. Alejandro se acercó lentamente, su mirada ardiendo con algo que no lograba identificar.

Si esto es cierto, comenzó con las palabras arrastrándose como si le costara admitirlo. Entonces, necesito ver esas pruebas. Claro, pero no te las daré ahora. Primero necesito algo a cambio. ¿Qué quieres, Lily? Preguntó con la mandíbula apretada. Acceso a tus cuentas principales. Quiero saber exactamente cuántos negocios sucios has estado haciendo a mis espaldas.

Porque, créeme, Alejandro, si crees que soy la única que te quiere ver arruinado, estás muy equivocado. Alejandro me observó con una mezcla de rabia y admiración. Finalmente soltó un suspiro cansado. De acuerdo, pero si descubro que esto es solo otro de tus juegos, no te lo perdonaré.

Ya me has hecho suficiente daño como para que me importe lo que pienses de mí. Respondí sin titubear. Salí de su oficina sin mirar atrás. Tenía lo que necesitaba. acceso directo a todo su imperio. Alejandro había bajado la guardia por primera vez y pensaba aprovecharme de ello. Sin embargo, mientras me dirigía hacia la salida, me encontré con Charlotte en el pasillo. Su expresión se retorció en un rictus de desprecio al verme.

“¿Qué demonios haces aquí?”, espetó alzando la barbilla con arrogancia. Yacón. Oh, solo me aseguro de que Alejandro sepa con quién se está acostando. Respondí con una sonrisa venenosa. Charlotte palideció. La inseguridad parpadeó en su mirada antes de que pudiera recuperar su compostura. Alejandro nunca te creerá.

Ya te ha dejado claro que no significas nada para él, dijo, aunque su voz temblaba. Eso es lo interesante, Charlotte. A veces basta con plantar la duda para que todo se desmorone. Y créeme, ya lo he conseguido. Dejé a Charlotte sola en ese pasillo, su rostro distorsionado por el miedo y la furia.

Yo ya había ganado la primera batalla, pero la guerra estaba lejos de haber terminado. Regresé a la mansión sintiéndome más poderosa que nunca. La venganza estaba tomando forma lentamente, pero con fuerza. Y mientras Alejandro luchaba con sus propios demonios, yo me aseguraría de que sus peores pesadillas se volvieran realidad.

Al caer la noche, recibí una llamada de Luis. Su voz sonaba tensa, casi desesperada. Lily, tenemos un problema. Uno grande. Supe que algo se había salido de control y que mi venganza estaba a punto de volverse aún más peligrosa. ¿Qué quieres decir con que tenemos un problema? Pregunté con el corazón acelerado mientras sostenía el teléfono con fuerza.

Luis hizo una pausa al otro lado de la línea, como si tuviera miedo de pronunciar las palabras que llevaba atoradas en la garganta. Alejandro se enteró de que alguien estaba revisando sus cuentas principales. Respondió finalmente con un tono de urgencia. Y no fue precisamente por tu investigación. Parece que alguien más está intentando sabotearlo desde dentro. Un escalofrío recorrió mi espalda.

Había asumido que tenía el control de la situación, pero ahora comprendía que había subestimado la magnitud del juego en el que me había involucrado. ¿Sabes quién está detrás de eso?, pregunté. Mi voz más calmada de lo que me sentía por dentro. Tengo sospechas, pero necesito más tiempo para confirmarlo.

Solo quería advertirte de que las cosas se están complicando. Alejandro está paranoico y si descubre que tú también estás involucrada en esto, lo manejaré. Interrumpí. intentando ocultar el temblor en mi voz. ¿Estás segura? Porque parece que esto se está saliendo de control. Confía en mí, Luis, dije con firmeza antes de colgar.

Pero la verdad era que no estaba segura de nada. Mi plan había consistido en destruir a Alejandro y exponer a Charlotte, pero ahora parecía que había más jugadores en esta partida de lo que había anticipado. Mientras me preparaba para la noche, mi mente seguía trabajando febrilmente. Alguien estaba atacando a Alejandro desde las sombras y aunque yo había empezado mi propia guerra contra él, no pensaba permitir que nadie más se interpusiera en mi camino. Esa noche, Alejandro regresó a la mansión más tarde de lo habitual.

parecía agotado, sus hombros caídos y su expresión endurecida por la tensión, pero algo en su mirada también revelaba inquietud. Lo encontré en la biblioteca con un vaso de whisky en la mano, mirando fijamente la chimenea encendida como si buscara respuestas entre las llamas.

¿Problemas en el paraíso?, pregunté con una sonrisa sardónica mientras entraba en la habitación. Él giró la cabeza lentamente hacia mí, sus ojos oscuros brillando con algo que se parecía más a la desesperación que a la ira. “¿Qué sabes tú de problemas?”, espetó, llevándose el vaso a los labios y bebiendo un largo trago.

“Quizás más de lo que imaginas”, respondí mientras tomaba asiento frente a él, cruzando las piernas con calma. Por cierto, ya revisé esas cuentas que tanto querías proteger. Alejandro dejó el vaso sobre la mesa con un golpe seco. Y bien, ¿encontraste algo interesante? Interesante sería una palabra demasiado suave, dije sacando un sobre del bolso que había traído conmigo. Aquí tienes todo lo que descubrí.

Negocios fraudulentos, contratos manipulados y asociaciones peligrosas. Deberías tener más cuidado con tus aliados, Alejandro. Él tomó el sobre con manos tensas, ojeándolo rápidamente mientras su rostro se volvía cada vez más sombrío. “¿Por qué me muestras esto ahora?”, preguntó con desconfianza.

“Porque alguien más está intentando destruirte”, dije con voz fría. “Y créeme, no soy yo quien está moviendo esas piezas.” Alejandro me miró con una mezcla de incredulidad y rabia, pero también había algo más en su expresión, algo que casi parecía miedo. ¿Quién? Su voz se quebró ligeramente y pude notar que estaba perdiendo el control que tanto se esforzaba por mantener.

Eso es lo que estoy intentando averiguar, admití sin perder el contacto visual. Y si tienes un poco de sentido común, aceptarás mi ayuda, porque ahora, Alejandro, eres tú quien está en peligro. La habitación quedó en silencio mientras él procesaba mis palabras. Durante años me había ignorado, despreciado, pero ahora se veía obligado a depender de mí.

La ironía era casi deliciosa. ¿Qué quieres a cambio? Preguntó finalmente. Quiero acceso completo a tus contactos, tus registros, todo. Y quiero que dejes de intentar intimidarme con amenazas vacías. Alejandro me miró fijamente, como si intentara encontrar alguna mentira oculta en mis palabras, pero no había nada que pudiera contradecir mi determinación. De acuerdo, aceptó a regañadientes.

Pero si descubro que me estás traicionando, juro que no estoy interesada en traicionarte. Lo interrumpí con un tono tan frío como la noche que se filtraba por las ventanas. Estoy interesada en sobrevivir. Algo que tú deberías empezar a considerar también. Sin decir nada más, me levanté y abandoné la biblioteca, dejando a Alejandro solo con sus pensamientos.

De regreso a mi habitación, mis manos temblaban ligeramente. Había sido una jugada arriesgada, pero necesaria. Alejandro ahora sabía que alguien más estaba conspirando en su contra y mi participación en todo aquello había sido momentáneamente opacada por la urgencia de descubrir la verdad.

Pero mientras intentaba calmar mis nervios, un mensaje en mi teléfono me dejó helada. Era de Luis. Charlotte se reunió con uno de los socios traicionados esta noche. Están planeando un ataque definitivo contra Alejandro y el golpe será mañana mismo. Me quedé mirando la pantalla con incredulidad. El tiempo se me había acabado. Charlotte estaba dispuesta a arriesgarlo todo con tal de destruir a Alejandro y por primera vez me sentí perdida porque si ella lograba su cometido, todo mi esfuerzo, toda mi venganza calculada se vendría abajo. Lo único que sabía con certeza era que tenía que actuar y debía

hacerlo ahora. Mis pensamientos se arremolinaban como un huracán mientras me apresuraba a cambiarme de ropa. Charlotte había decidido lanzar su ataque final contra Alejandro y si lograba su cometido, todo lo que había planeado sería destruido en un abrir y cerrar de ojos. Mientras me preparaba, mi teléfono sonó de nuevo. Era Luis.

¿Qué más sabes? Pregunté con voz urgente, sin molestia en saludar. Escucha, Lily, esto se está complicando. Charlotte ha prometido entregar información valiosa a esos socios traicionados, información que puede arruinar a Alejandro y hundir todas sus empresas. Luis hizo una pausa y pude escuchar su respiración agitada. He hecho lo que pude para detenerla, pero ella se está moviendo rápido.

¿Dónde se supone que se reunirá con ellos?, pregunté sin ocultar la desesperación que comenzaba a consumir mi voz. en el hotel imperial esta noche. Tienes que detenerla antes de que sea demasiado tarde. Colgué el teléfono sin responder. Sabía que Luis había hecho todo lo posible para advertirme, pero ahora la responsabilidad era completamente mía.

Debía impedir que Charlotte lograra su objetivo y usar esa situación en mi favor. Bajé las escaleras de la mansión con pasos rápidos, pero antes de que pudiera llegar a la puerta principal, me encontré cara a cara con Alejandro. Estaba vestido con su habitual traje oscuro, pero su expresión era mucho más sombría que de costumbre. ¿Dónde crees que vas?, preguntó con voz áspera.

A salvarte de la traición de la mujer que tanto proteges. Respondí con dureza, sin detenerme. Alejandro me agarró del brazo con fuerza, obligándome a detenerme. Su toque era frío, pero lo que más me inquietó fue la desesperación en sus ojos. Explícate”, ordenó apretando los dientes. “Charlotte planea destruirte esta noche.

Se reunirá con tus socios traicionados en el hotel imperial para entregarles la información que necesita para hundirte.” Mis palabras salieron rápidas, directas. No había tiempo para delicadezas. Por un momento, Alejandro se quedó en silencio. Entonces me soltó el brazo y se pasó una mano por el cabello con frustración.

“¿Por qué debería creerte?”, preguntó finalmente, aunque su voz ya no sonaba tan desafiante como antes. Porque por mucho que desee verte caer, no permitiré que Charlotte lo consiga antes que yo respondí con frialdad. Si quieres salvar lo que te queda, debes confiar en mí.

Alejandro me miró fijamente, como si intentara decidir si yo era su aliada o su enemiga, pero al final comprendió que no tenía otra opción. Iremos juntos”, dijo finalmente. “Pero si esto resulta ser un truco, no tengo tiempo para jugar.” Alejandro, ¿te vienes o no? Sin más palabras, ambos salimos de la mansión y subimos al coche de Alejandro.

La tensión entre nosotros era palpable, pero por primera vez estábamos del mismo lado. El trayecto hacia el hotel imperial fue un caos. Alejandro conducía a toda velocidad por las calles de Madrid mientras yo intentaba mantener la calma y preparar mi próxima jugada. Charlotte había demostrado ser más ambiciosa y peligrosa de lo que imaginaba, pero lo que más me enfurecía era que Alejandro nunca había visto su verdadero rostro.

¿Por qué me ayudas? Preguntó Alejandro de repente con los ojos clavados en la carretera. ¿Por qué no me haces esa pregunta después de que hayamos solucionado este desastre? Respondí con sequedad. No me estás dando ninguna razón para confiar en ti”, insistió con el seño fruncido. “Tú mismo me dijiste que teníamos un acuerdo.

” “Pues bien, esto forma parte de ese acuerdo. No te estoy ayudando porque me importe lo que te pase. Lo hago porque necesito que sobrevivas lo suficiente para que yo pueda destruirte a mi manera.” Alejandro no respondió, pero pude notar como sus manos se aferraban al volante con más fuerza de la necesaria.

Cuando finalmente llegamos al hotel imperial, el reloj marcaba casi medianoche. El edificio brillaba con elegancia bajo la luz artificial, pero para mí no era más que otro escenario de traición. Entramos al vestíbulo sin perder tiempo y Alejandro se acercó al mostrador con la misma autoridad que siempre había demostrado. “Estoy buscando a la señorita Charlotte Villalba”, dijo con voz firme.

El recepcionista lo miró con nerviosismo. “Lo siento, señor, no puedo dar esa información.” “¿Sabes quién soy?”, interrumpió Alejandro, su voz fría como el hielo. El joven tragó saliva y asintió. “Sí, sí, señor Álvarez. La señorita Villalba está en la suite presidencial. Piso 20. Alejandro no perdió tiempo en agradecerle. Se giró hacia mí y asintió en dirección a los ascensores.

Subimos en silencio, pero la tensión crecía con cada segundo. Finalmente, las puertas se abrieron y nos encontramos ante la suite que Charlotte había elegido para su traición. Alejandro levantó la mano para golpear la puerta, pero antes de que pudiera hacerlo, un ruido amortiguado desde dentro llamó nuestra atención.

¿Escuchaste eso? susurré con el corazón latiendo con fuerza. “Sí”, respondió Alejandro con voz tensa. Sin esperar un segundo más, abrió la puerta de un empujón, revelando una escena que jamás había imaginado. Charlotte estaba allí en medio de la habitación con varios hombres que reconocí de los documentos que Luis me había proporcionado.

Socios traicionados por Alejandro, hombres con sed de venganza y poder. Pero lo más perturbador no era su presencia. sino el hecho de que todos estaban inconscientes, esparcidos por el suelo como muñecos rotos. Y Charlotte, de pie en medio de ellos, sostenía un arma con manos temblorosas y los ojos llenos de pánico. “¿Qué demonios has hecho, Charlotte?”, preguntó Alejandro con voz incrédula mientras la observaba como si la viera por primera vez.

Charlotte comenzó a sollozar, sus palabras saliendo en un torbellino de miedo y desesperación. Ellos querían matarme. Me usaron y luego intentaron deshacerse de mí. No tuve otra opción. Tuve que hacerlo. La habitación se llenó de un silencio opresivo mientras Alejandro y yo intentábamos procesar lo que acabábamos de presenciar. Pero en mi mente solo una cosa estaba clara.

Aquello no había terminado. El aire en la suite presidencial estaba impregnado con el olor acre de la pólvora y la desesperación. Charlotte seguía temblando, su rostro pálido y sus ojos completamente desquiciados. Sostenía la pistola con ambas manos como si fuera su única defensa contra el mundo entero.

Alejandro y yo nos quedamos paralizados por un momento, observando la escena con incredulidad. Charlotte había cruzado una línea de la que nunca podría regresar, pero en lugar de sentir lástima por ella, mi mente ya estaba buscando la manera de utilizar esta catástrofe a mi favor.

Charlotte, comenzó Alejandro, su voz ronca por el asombro y la furia. ¿Qué demonios has hecho? Ellos, Charlotte tartamudeaba su respiración acelerada y su cuerpo tembloroso. Ellos iban a matarme, Alejandro. Intentaron chantajearme. Exigían más dinero, más poder. Me usaron y luego querían deshacerse de mí.

¿Y decidiste asesinarlos a todos?, pregunté sin molestia en ocultar el desprecio en mi voz. Charlotte me dirigió una mirada llena de odio y desesperación. No fue mi culpa, fue en defensa propia. Defensa propia, repetí con sarcasmo. Claro, porque es completamente normal recibir a tus socios con un arma ya lista para disparar. Alejandro se acercó a Charlotte lentamente, sus ojos ardiendo con una mezcla de rabia y decepción.

¿Te das cuenta de lo que has hecho? Esto, esto es irreparable. ¿Tú no entiendes?”, gritó Charlotte agitando la pistola con torpeza. “Todo lo hice por nosotros, Alejandro, para que pudiéramos estar juntos sin que nada ni nadie se interpusiera. Por nosotros”, repitió Alejandro, su voz cargada de incredulidad, “O por ti misma, porque hasta donde yo sé, esto no fue más que otro de tus intentos desesperados por controlar algo que nunca te perteneció.

” La tensión en la habitación se volvió casi insoportable, pero yo no tenía intención de intervenir. Quería ver cómo Alejandro enfrentaba las consecuencias de sus decisiones. Quería que entendiera que había construido su vida sobre cimientos podridos. Finalmente, Alejandro se volvió hacia mí con un gesto desesperado.

¿Qué sugieres que hagamos? Su súplica oculta me causó un retorcido placer. Alejandro, el hombre que siempre me había tratado como si fuera un adorno insignificante, ahora me pedía ayuda. Primero que nada, saca a Charlotte de aquí antes de que alguien descubra este desastre. Dije con voz firme. Yo me encargaré de que los empleados del hotel no hagan preguntas innecesarias.

Alejandro me miró por un segundo más antes de asentir. Con movimientos bruscos, se acercó a Charlotte y la desarmó, quitándole la pistola de las manos con una facilidad alarmante. “Vamos”, dijo con voz dura mientras la empujaba hacia la puerta. Charlotte lloraba y balbuceaba incoherencias, pero Alejandro no mostró la más mínima compasión.

Los vi salir de la habitación y entonces finalmente pude respirar con más calma, pero había mucho trabajo por hacer. Me acerqué al recepcionista del hotel utilizando todo mi poder de persuasión para asegurarme de que el incidente se mantuviera en silencio. Los billetes que coloqué en su mano también ayudaron a sellar su lealtad temporal.

Cuando regresé a la mansión esa noche, Alejandro ya estaba allí con una expresión sombría y agotada. Había encerrado a Charlotte en una de las habitaciones, asegurándose de que nadie pudiera entrar ni salir. “Todo esto es culpa tuya”, soltó con voz amarga cuando me vio entrar en su despacho. “Perdón”, repliqué con una sonrisa incrédula. “¿Vas a culparme por las decisiones estúpidas de tu querida Charlotte? Si tú no hubieras empezado con tus malditos juegos, nada de esto habría pasado.

” Gruñó, levantándose de su silla con los puños apretados. No, Alejandro, respondí con voz gélida. Nada de esto habría pasado si hubieras tenido la suficiente inteligencia para darte cuenta de quiénes te rodeaban. Tú permitiste que Charlotte jugara contigo, la llenaste de poder y ahora ella te ha traicionado. Eso no es mi culpa, es la tuya.

Alejandro se quedó en silencio, su mirada clavada en mí como si intentara atravesarme con el odio que claramente sentía, pero también había algo más en sus ojos. algo que se parecía demasiado al miedo. “¿Qué sugieres que hagamos con Charlotte?”, preguntó finalmente, su voz casi apagada. “¿Hacemos?” Reí con desprecio. “¿Crees que después de todo lo que me has hecho voy a ayudarte a salir de este desastre sin esperar nada a cambio? ¿Qué quieres?” Su voz se había vuelto un susurro, casi derrotado.

“Quiero el control absoluto de tus empresas menores, las que tú consideraste basura.” Dije sin dudar. Quiero manejar cada uno de esos negocios a mi manera sin que interfieras. Y cuando logre convertirlos en algo mucho más grande que tu imperio, tú serás el único culpable de haberme subestimado. Alejandro apretó los dientes, claramente luchando consigo mismo, pero finalmente asintió. Hecho. Excelente. Dije disfrutando de su desesperación.

Y en cuanto a Charlotte, es tu problema ahora. Yo ya hice suficiente por salvar tu pellejo. Me giré para salir del despacho, pero antes de que pudiera abrir la puerta, Alejandro habló nuevamente. Lily, me detuve sin girarme para mirarlo. ¿Qué? Todo esto, ¿todo lo que has hecho fue solo para destruirme? No, respondí con voz fría. también fue para reconstruirme.

Salí del despacho dejando a Alejandro solo con su propia ruina, pero en mi interior sabía que aquello aún no había terminado, porque aunque había ganado aquella batalla, la guerra aún continuaba. Mientras caminaba por los pasillos oscuros de la mansión, sonreí con la certeza de que mi venganza apenas estaba comenzando. Los días siguientes transcurrieron con una calma tensa, casi real.

La mansión se había convertido en un lugar oscuro y sombrío, un reflejo perfecto de la tragedia que la envolvía. Alejandro había mantenido a Charlotte encerrada en una de las habitaciones del ala oeste, vigilada día y noche por dos de sus hombres de confianza.

La noticia de la masacre en el hotel imperial había sido suprimida con dinero e influencias, pero el problema persistía como un veneno lento. La situación era un desastre absoluto. Charlotte había perdido por completo la cordura y sus gritos histéricos por las noches se habían vuelto parte de la rutina. pedía perdón, suplicaba por la atención de Alejandro, lanzaba amenazas sin sentido. A veces su voz se volvía apenas un lamento quebrado que recorría los pasillos como un eco macabro.

Yo, por mi parte, había estado más ocupada que nunca. Ahora tenía control total sobre las empresas que Alejandro había despreciado y me dedicaba a convertirlas en algo digno de ser temido. Contacté a inversionistas que Alejandro había rechazado. Ofrecía acuerdos justos y estrategias innovadoras. Mi poder crecía rápidamente y con cada día que pasaba, mi influencia se expandía más allá de lo que alguna vez había imaginado.

Sin embargo, había algo que no me dejaba en paz, algo que se retorcía en mi mente cada vez que veía a Alejandro pasar por los pasillos con una expresión sombría y derrotada. No era compasión, ni mucho menos, era otra cosa, quizás la necesidad de verlo caer completamente bajo mi poder antes de darle el golpe final.

Una noche, mientras revisaba unos contratos en mi habitación, escuché un golpe en la puerta. Antes de que pudiera responder, Alejandro entró sin previo aviso. Llevaba días sin afeitarse. Su cabello estaba desordenado y su traje arrugado como si hubiera dormido con él puesto. “Tenemos que hablar”, dijo con voz ronca. “¿Sobre qué?” Respondí sin apartar la vista de mis documentos.

sobre esto. Lanzó un sobre grueso sobre mi escritorio. Lo abrí y descubrí que contenía papeles legales, documentos que detallaban cada uno de los negocios que yo había tomado bajo mi control. “¿Por qué me muestras esto?”, pregunté levantando la vista con curiosidad. “Porque quiero que veas lo que has logrado”, dijo su tono sombrío.

“Has convertido negocios insignificantes en algo mucho más grande de lo que yo alguna vez imaginé. La gente habla de ti como si fueras una leyenda renacida de la nada. ¿Ese es un cumplido? Pregunté con una sonrisa sarcástica. Es un reconocimiento, admitió Alejandro con la mirada fija en mí.

Me has demostrado que eres más fuerte y más inteligente de lo que jamás creí, pero también te has convertido en algo que no puedo controlar. ¿Y qué esperabas, Alejandro? Solté con frialdad. Que me quedara en un rincón esperando a que decidieras si yo era digna de tu atención. He luchado por lo que tengo y si eso te asusta es tu problema. No es miedo lo que siento susurró y por un segundo pareció sincero. Es culpa.

Sus palabras me tomaron por sorpresa. No porque no hubiera imaginado que algún día se diera cuenta de sus errores, sino porque nunca esperé que lo admitiera en voz alta. ¿Culpa? Repetí con una risa amarga. ¿De qué serviría tu culpa ahora? De nada, respondió con voz cansada. Pero es la verdad, fui un idiota y ahora estoy pagando por ello.

El silencio que se formó entre nosotros fue tan denso que apenas podía respirar. Alejandro nunca se había mostrado así de vulnerable frente a mí. Nunca había permitido que su fachada de hombre poderoso se desmoronara de esa manera. Charlotte está cada vez peor.” Continuó con los ojos clavados en el suelo. Su mente se ha quebrado y ya no hay nada que pueda hacer para ayudarla.

Todo lo que alguna vez intenté construir se está desmoronando delante de mis ojos y tú eres la única que ha logrado mantenerse en pie. “¿Por qué me dices esto ahora?”, pregunté con frialdad. “Porque, porque necesito tu ayuda,”, admitió levantando la vista para encontrar mis ojos. Charlotte no va a detenerse.

Si logra escapar, intentará destruirme y a ti también. Y aunque pueda sonar egoísta, no quiero verte caer junto a mí. Su confesión me dejó inmóvil. Durante años había deseado verlo destruido, suplicante, rogando por ayuda. Pero ahora que lo tenía frente a mí, derrotado y vulnerable, no me sentía satisfecha. “¿Qué sugieres que haga?”, pregunté finalmente con la voz más suave de lo que pretendía.

Ayúdame a deshacerme de Charlotte, no físicamente, pero sí legalmente. Quiero asegurarme de que nunca pueda hacerme daño otra vez. Y para eso necesito que tú la hundas. Tienes las pruebas, los contactos, el poder que yo mismo te di. ¿Quieres que la destruya?, pregunté sin poder ocultar mi asombro. Quiero que la apartes de mi vida para siempre, respondió con voz apagada.

Y si después de eso decides destruirme a mí, también lo aceptaré. Lo miré fijamente, intentando descifrar si aquello era otra de sus manipulaciones o si realmente hablaba en serio. Pero por primera vez no parecía un hombre poderoso, parecía un hombre roto. Sin embargo, no podía permitirme sentir lástima por él. No después de todo lo que había hecho. Si quería que yo destruyera a Charlotte, tendría que pagar un precio muy alto.

Está bien, dije finalmente con una sonrisa calculadora. Pero si voy a hacer esto, será a mi manera. Alejandro asintió sin poner resistencia. Y en ese momento comprendí que tenía su vida y su imperio completamente bajo mi control, pero lo que no esperaba era que ese poder absoluto también viniera acompañado de un precio que yo misma no estaba dispuesta a pagar.

La noche había caído con su manto oscuro y pesado sobre la mansión. Mientras todos los empleados se ocupaban de sus tareas diarias, yo me preparaba para dar el golpe final que separaría para siempre a Charlotte de nuestras vidas o mejor dicho, de la vida de Alejandro.

Él había aceptado mi condición de manejar todo a mi manera y eso significaba que no podía interferir ni cuestionar mis métodos. Su desesperación lo había convertido en un hombre dócil, un esclavo de su propia culpa y remordimiento, pero yo no me había ablandado por su arrepentimiento tardío. Mi propósito seguía siendo el mismo, destruir a quienes me hicieron daño. El plan era simple, pero devastador.

Había reunido todas las pruebas de corrupción de Charlotte, todos los movimientos financieros ilegales y los tratos oscuros que ella había hecho a espaldas de Alejandro. Las conexiones que Luis había conseguido me proporcionaron la última pieza del rompecabezas. Ahora solo faltaba una cosa, la confesión de Charlotte. Caminé por el pasillo del ala oeste, deteniéndome frente a la puerta custodiada por dos hombres altos y robustos.

Ellos me miraron con recelo, pero cuando mencioné mi nombre me dejaron pasar sin cuestionamientos. El interior de la habitación era un desastre. Las cortinas habían sido arrancadas, las sábanas destrozadas y la mujer que una vez se creyó reina, ahora se encontraba acurrucada en la esquina como un animal herido.

Su cabello desordenado caía sobre sus hombros y sus ojos mostraban un vacío que me resultaba casi perturbador. ¿Qué quieres?, preguntó con voz áspera, como si cada palabra le rasgara la garganta. Vengo a ofrecerte una última oportunidad, Charlotte, dije mientras cerraba la puerta detrás de mí. Oportunidad. soltó una carcajada amarga. “¿Qué podrías ofrecerme tú que no haya perdido ya la opción de no pasar el resto de tu vida en prisión?”, respondí con frialdad, “porque, créeme, tengo todo lo que necesito para asegurarte un destino peor que la muerte.” Su rostro se contrajo con desesperación. Era evidente que aún no

había comprendido la magnitud de su ruina. “¿Estás mintiendo? Alejandro nunca te permitiría hacer algo así.” Alejandro. Me burlé. Él mismo me pidió que me deshiciera de ti. Ya no le importas, Charlotte. Eres un peso muerto que no puede permitirse cargar. La expresión de Charlotte cambió en un parpadeo.

Sus ojos se llenaron de lágrimas que rápidamente se convirtieron en un río incontrolable. Tú Tú le hiciste esto. E lo alejaste de mí, lo manipulaste. Siempre ha sido una arpía celosa. Celosa repetí con una sonrisa. amarga. Tal vez lo fui alguna vez, pero ya no. ¿Sabes por qué? Porque finalmente entendí que Alejandro nunca valió la pena. Todo este tiempo tú has estado luchando por un hombre que nunca te perteneció.

Charglotte me miró con odio y desesperación al mismo tiempo. Sus uñas se clavaron en la alfombra como si tratara de aferrarse a la realidad que se le escapaba de las manos. ¿Qué? ¿Qué quieres de mí? Murmuró con voz trémula. Quiero tu confesión.

Quiero que admitas cada crimen que cometiste, cada acuerdo sucio que cerraste, cada persona que traicionaste y quiero que lo firmes todo. ¿Para qué? Preguntó sus ojos llenos de sospecha. Porque es la única manera de que no pases el resto de tu vida encerrada en un agujero. Si cooperas, me aseguraré de que puedas desaparecer sin ser perseguida por la justicia.

Pero si te niegas, bueno, ya sabes lo que ocurrirá. Charlotte permaneció en silencio, considerando mis palabras. Finalmente, su desesperación se impuso sobre su orgullo. “Lo haré”, murmuró con la voz rota. Me acerqué y dejé un paquete de documentos frente a ella junto con un bolígrafo.

Charlotte tomó la pluma con manos temblorosas y comenzó a escribir su confesión. Cada palabra era como una daga que la apuñalaba desde dentro, pero no hizo nada para detenerse. Sabía que su única opción era obedecer. Cuando terminó, dejó caer el bolígrafo y se desplomó en el suelo con un soyoso ahogado. Su derrota estaba completa. “Ahora recoge tus cosas y lárgate de esta casa.

” dije con voz fría, “Nunca vuelvas a acercarte a Alejandro ni a mí, porque si lo haces, haré pública tu confesión y te destruiré por completo.” Charlotte me miró con los ojos llenos de odio y miedo, pero no dijo nada. simplemente asintió y comenzó a levantarse, tambaleándose como si sus piernas no pudieran sostener su propio peso.

Cuando salí de la habitación, sentí una extraña calma, una paz que había anhelado durante demasiado tiempo. Charlotte estaba acabada y Alejandro. Volví a mi habitación dejando que el cansancio finalmente me venciera. Pero antes de poder dormir escuché un golpe suave en la puerta. ¿Quién es?, Pregunté con voz apagada. Alejandro. Fruncí el ceño, pero abrí la puerta de todos modos.

Él estaba allí con la mirada perdida y el rostro marcado por la desesperación. Lily dijo con voz quebrada. Charlotte se ha ido. Vi su confesión y sé que tú lograste lo que yo nunca pude. ¿Y qué esperabas? Respondí con sarcasmo. Me diste poder y yo lo usé. Lo sé y por eso he venido. Dijo con voz ronca.

Quiero darte todo lo que tengo, todas las empresas, todos los negocios, todo mi poder, porque sé que lo usarás mejor de lo que yo nunca pude. Su oferta me dejó sin palabras. Durante años había soñado con su derrota, con verlo arrodillado ante mí, suplicando por redención, pero ahora que lo tenía frente a mí, nada se sentía como yo había imaginado.

¿Por qué harías eso?, pregunté intentando descifrar sus verdaderas intenciones. ¿Por qué estoy cansado, Lily, cansado de luchar, de manipular, de intentar controlarlo todo. Si voy a caer, prefiero hacerlo sabiendo que al menos alguien salió victorioso de todo esto. Su confesión me golpeó con la fuerza de una verdad que nunca quise admitir.

Había ganado, pero la victoria se sentía vacía. Haz lo que quieras, Alejandro, pero no pienses que esto significa que te he perdonado. Dije con voz fría antes de cerrar la puerta en su rostro. Me derrumbé sobre la cama, sintiendo como si todo mi cuerpo se desmoronara al mismo tiempo que mi venganza se completaba. Pero entonces algo dentro de mí susurró que la verdadera victoria aún estaba por venir.