¿Por qué KIKO eligió este momento para admitir algo que todos sospechábamos a los 80 años? Su confesión seguramente suscitará muchas preguntas en la mente del público.

Carlos Villagrán, conocido mundialmente por su interpretación de Kiko en El Chavo del Ocho, ha tenido una vida marcada por éxitos, adversidades y una constante búsqueda de conexión con su público.

Nació el 12 de enero de 1944 en la Colonia Nativitas de la Ciudad de México, en una familia humilde. Su infancia estuvo llena de dificultades económicas, y desde muy joven entendió el valor del trabajo duro. Su padre, un fotógrafo modesto, trabajaba en la Alameda Central tomando fotos de las familias y después vendiéndolas puerta a puerta. Carlos solía acompañarlo y, a pesar de las carencias, estos momentos con su padre fueron determinantes en su formación personal y en la dedicación que luego mostraría en su carrera artística.

En 1967, justo cuando México se preparaba para albergar los Juegos Olímpicos, Villagrán tuvo su primera experiencia laboral como reportero gráfico en el periódico El Heraldo de México. Esta oportunidad fue su puerta de entrada al mundo de los medios y la televisión. Con su credencial de prensa, Villagrán comenzó a frecuentar las instalaciones de Telesistema Mexicano, que operaba los canales de televisión más importantes de la época. Allí, se sintió cautivado por el ambiente y supo que su vocación era la comedia y la actuación. Al principio, consiguió pequeños papeles sin diálogo, pero rápidamente aprendió a destacarse, aprovechando cada aparición para causar risa y simpatía.

Fue entonces cuando llamó la atención de Roberto Gómez Bolaños, el famoso comediante y escritor conocido como Chespirito. Después de ver el talento natural de Carlos en el programa El Club de los Millonarios, Chespirito lo invitó a formar parte de su nuevo proyecto: El Chavo del Ocho. Durante una fiesta en casa de Gómez Bolaños, Carlos, junto a Rubén Aguirre (quien interpretaría al Profesor Jirafales), improvisó una actuación cómica que cautivó a todos los presentes. Esa noche, surgió la idea de crear el personaje de Kiko, un niño con mejillas infladas, que rápidamente se convertiría en uno de los favoritos del público.

El personaje de Kiko se distinguía por su traje de marinero, su característico peinado con un cuerno en la frente, y su emblemática frase “¡Cállate, cállate que me desesperas!” Su particular forma de inflar los cachetes cada vez que lloraba o se quejaba se volvió icónica y dejó una marca en millones de espectadores de todas las edades. Gracias a este personaje, Villagrán alcanzó la fama en México y América Latina, convirtiéndose en un ícono de la televisión.

Sin embargo, el éxito de Kiko no vino sin problemas. La relación entre Carlos Villagrán y Roberto Gómez Bolaños se deterioró con el tiempo debido a diferencias sobre los derechos del personaje. A medida que Kiko se volvía cada vez más popular, Villagrán sentía que su personaje recibía más atención que el propio Chavo, lo cual generó tensiones. Esto finalmente llevó a su salida del programa, una decisión difícil que marcó un antes y un después en su carrera.

Tras su salida de El Chavo del Ocho, Villagrán decidió continuar con el personaje de Kiko de manera independiente, pero esta decisión tuvo consecuencias complicadas. Fue vetado de varias televisoras en América Latina y se enfrentó a batallas legales con Gómez Bolaños, quien insistía en que el personaje era de su propiedad. Aunque Villagrán adaptó a Kiko para evitar conflictos legales, cambiando detalles como el color de su corbata y sus medias, nunca logró recuperar el éxito que había alcanzado en el programa original.

Carlos enfrentó estos años de veto y limitaciones laborales con resiliencia. Viajó por diferentes países de América Latina, realizando presentaciones y ganándose el cariño del público en lugares como Argentina, Venezuela, Chile y Brasil. En cada país, Kiko seguía siendo aclamado, y Carlos se convirtió en una figura itinerante, llevando su personaje a todos los rincones donde podía ser recibido. Sin embargo, la constante mudanza y las largas ausencias tuvieron un impacto en su vida personal y familiar, pues su trabajo lo mantenía alejado de sus seres queridos.

La vida de Villagrán ha estado marcada también por pérdidas personales devastadoras. Una de las tragedias más dolorosas fue la enfermedad y muerte de su nieta Sara, quien nació con espina bífida y falleció a los ocho meses. Esta pérdida lo golpeó profundamente, dejándole una marca emocional que jamás olvidará. En una entrevista, Villagrán reveló que descubrió ser portador de la condición genética que afectó a su nieta y, aunque en un principio se sintió culpable, logró encontrar consuelo en su fe y en el apoyo de su familia.

Además de estas dificultades, Carlos ha tenido una vida amorosa compleja. Ha pasado por tres relaciones y tiene un total de siete hijos. Recientemente, encontró el amor nuevamente en una mujer mucho más joven a quien conoció a través de internet, en un momento en que estaba sumido en el duelo por la pérdida de su nieta. Aunque al principio ella no lo reconocía como el famoso Kiko, poco a poco comenzó a descubrir al hombre detrás del personaje, y juntos han formado una relación sólida y profunda.

A sus 80 años, Villagrán reflexiona sobre su carrera y la huella que ha dejado Kiko en su vida. Aunque considera retirarse del personaje, sabe que Kiko siempre será una parte esencial de él. Su carrera lo ha llevado a explorar otros ámbitos, como el periodismo deportivo, y en 2017 aceptó un papel dramático en una película brasileña, demostrando que es un hombre de múltiples talentos, dispuesto a reinventarse y explorar nuevas facetas.

Carlos Villagrán sigue siendo un referente en la comedia latinoamericana, y su legado en la televisión perdura hasta hoy. Su vida ha sido un recorrido de altibajos, lleno de desafíos y también de momentos inolvidables. A través de Kiko, Carlos logró construir una conexión profunda con el público, y su historia nos recuerda que detrás de cada personaje querido hay una persona real, con luchas y emociones.e