Margarita Rosa rompe el silencio y revela cinco traiciones

A los 60 años, la voz más inquieta y libre de Colombia, Margarita Rosa de Francisco, ha decidido hablar sin filtros.

En una entrevista cruda y profunda, la actriz, escritora y pensadora que marcó generaciones con Café con aroma de mujer y con sus columnas incendiarias, confesó lo que todos sospechaban pero nadie había escuchado de su propia boca.

“He perdonado mucho, pero hay cinco personas que no podrán tener mi perdón jamás.”

La frase cayó como un rayo. El público, acostumbrado a su inteligencia punzante y su espiritualidad reflexiva, no esperaba una declaración tan directa, tan emocional, tan humana.

La mujer que nunca fue dócil

Desde sus inicios, Margarita Rosa de Francisco ha sido una figura imposible de encasillar.
Reina de belleza, actriz, cantante, escritora, filósofa en redes sociales, y sobre todo, una mujer que nunca se dejó domesticar.
Sus palabras, siempre afiladas y valientes, la convirtieron en una voz incómoda para muchos y una inspiración para millones.

“He pasado la vida buscando libertad, y a veces eso significa quedarte sola.”

Durante la entrevista, Margarita se mostró serena, sin maquillaje ni poses. Su tono era pausado, pero cada palabra llevaba la fuerza de quien ya no teme nada.

Las cinco personas que marcaron su historia

“No se trata de venganza ni de rencor —dijo—. Se trata de reconocer lo que me hirió y dejarlo en su lugar.”

Y entonces comenzó a hablar, una por una, de esas cinco personas.

“La primera fue un amor que me quebró.”
“Lo amé como una adolescente, lo admiré como a un dios, y me di cuenta tarde de que era solo un espejo de mi propia soledad. Lo perdoné en apariencia, pero no en el fondo.”

“La segunda, una mujer a la que consideré hermana.”
“Compartimos sueños, proyectos, confidencias. Y un día, usó mis palabras como arma en mi contra. Ese tipo de traición no se olvida.”

“El tercero fue un hombre poderoso.”
“Prometió abrirme puertas, pero las cerró en cuanto le dije ‘no’. Me enseñó que el machismo más violento no siempre grita: a veces sonríe.”

“La cuarta es de mi familia.”
“A veces el amor más cercano duele más. Me juzgó, me redujo, me hizo sentir que mi libertad era pecado.”

“Y el quinto… soy yo misma.”
“Por haberme callado tanto, por haber pedido perdón cuando no debía, por haber temido ser quien soy.”

Sus ojos brillaban, no de tristeza, sino de claridad.

“No los odio. Pero no los quiero en mi historia. Mi perdón no es infinito, y eso también está bien.”

Entre la fe y la furia

Margarita ha hablado abiertamente de su espiritualidad, de su ruptura con la religión institucional y de su constante búsqueda interior.
Esta vez, su confesión sonó más terrenal.

“Durante años pensé que perdonar era un mandato divino. Hoy entiendo que a veces perdonar es traicionarte a ti misma.”

La actriz y escritora reflexionó sobre el costo de la bondad mal entendida. “Nos educaron para ser buenas, no para ser libres. Y yo elegí lo segundo, aunque doliera.”

El precio de decir la verdad

A lo largo de su carrera, Margarita ha sido blanco de críticas, insultos y malinterpretaciones.
Pero ella no se detuvo. “Cuando una mujer habla con libertad, la llaman loca o resentida. A mí me han llamado ambas, y sigo hablando.”

Recordó cómo perdió amistades y oportunidades por su honestidad.

“No tengo miedo de caer mal. Tengo miedo de callar lo que me envenena.”

Contó que su fortaleza nació del dolor: “Me rompieron tantas veces que ya no me da miedo romperme otra vez.”

La fama y el desarraigo

Margarita también habló del precio de la exposición pública.

“Ser famosa no te salva de nada. Te aleja de ti misma, porque terminas interpretando tu propio personaje.”

Confesó que en algún momento sintió que la industria la vaciaba: “Me adoraban por lo que representaba, no por quien era.”
Fue entonces cuando decidió retirarse un tiempo del espectáculo y reinventarse como escritora.
“Escribir fue mi manera de sobrevivir. Cuando ya no pude actuar, escribí para entenderme.”

El silencio como arma

A los 60 años, Margarita Rosa asegura que su mayor lección ha sido aprender a usar el silencio.

“El silencio no es debilidad. Es poder. A veces, no contestar duele más que cualquier palabra.”

Dijo que durante mucho tiempo intentó dialogar con quienes la lastimaron. “Pero hay conversaciones que se vuelven cárceles. Hoy elijo no explicar más.”

El eco del público

En cuestión de horas, la entrevista se volvió viral.
El hashtag #MargaritaHabla fue tendencia en Colombia y otros países de Latinoamérica.
Miles de usuarios aplaudieron su valentía.

Una seguidora escribió: “Margarita Rosa no necesita perdonar para sanar. Su voz ya es redención.”
Otra comentó: “Gracias por decir lo que tantas mujeres callan: que el perdón no siempre libera.”

Incluso figuras del espectáculo reaccionaron. Una actriz colombiana dijo:

“Margarita nos enseña que la fuerza también puede ser frágil, y que callar por paz no siempre es paz.”

Entre la rabia y la calma

Lejos de sonar resentida, Margarita se mostró en paz.

“No guardo rencor. Guardo memoria. El rencor enferma, pero la memoria te protege.”

Asegura que su decisión de no perdonar no proviene del orgullo, sino de la coherencia.

“El perdón sin arrepentimiento es una farsa. No soy una santa, soy una mujer que aprendió a elegir a quién le da su energía.”

La frase que sacudió todo

Antes de terminar la conversación, la periodista le preguntó si creía que algún día cambiaría de opinión.
Margarita sonrió y respondió con calma:

“El perdón es un lujo que me daré cuando el alma me lo pida, no cuando el mundo lo espere.”

Y añadió una frase que se volvió viral:

“A los 60 años no busco ser querida. Busco ser verdadera.”

Epílogo: la mujer que no teme

Hoy, Margarita Rosa de Francisco vive entre la escritura, el activismo y la reflexión.
Alejada del ruido, más conectada con su esencia que nunca, se define no como una figura pública, sino como “una mujer que sigue aprendiendo a existir sin miedo”.

“No quiero morir habiendo fingido. Prefiero vivir con mis verdades incómodas que con mentiras dulces.”

A los 60 años, Margarita no solo confiesa lo que calló, sino que nos enseña algo más profundo:
que la libertad no siempre suena a perdón… a veces suena a silencio, y a verdad.