Abandonó la fama por una máquina podadora”: El momento exacto en que Clavito dijo adiós al Perú… y al éxito

 “3 carreras, 2 maestrías y un corte de cabello”: La historia que nadie contó sobre la caída silenciosa de Clavito y su chela 

Clavito y su chela no solo fue un nombre de banda.

Fue un fenómeno social.

Por qué 'Clavito' trabajó como jardinero en EE. UU.? | tdpe | RESPUESTAS |  EL COMERCIO PERÚ

Una voz que llegó a todos los rincones del Perú, desde fiestas patronales hasta los grandes escenarios de televisión.

Su cumbia contagiosa no solo hacía bailar; también narraba dolores, traiciones y esperanzas.

Pero detrás del carisma y la sonrisa, siempre hubo un hombre complejo, educado, con una formación académica que pocos conocían: tres carreras universitarias, dos maestrías… y un destino que nadie supo prever.

Hoy, Clavito —o mejor dicho, Robert Muñoz— no está frente a los reflectores, sino frente a un espejo de barbería en alguna ciudad de Estados Unidos.

Corta cabello.

Poda jardines.

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Carga herramientas.

Y lo hace con una calma que desconcierta a quienes recuerdan su energía en el escenario.

¿Por qué alguien con tanto capital social, fama y educación decide alejarse de todo para empezar una vida obrera en el extranjero? La respuesta, como casi siempre, está en las grietas que nadie quiso ver.

Los últimos años en Perú no fueron fáciles para él.

Aunque su música seguía sonando, la industria cambió.

Los contratos bajaron, los escándalos mediáticos no ayudaron, y el desgaste emocional comenzó a pasar factura.

A eso se sumó una pandemia que pulverizó al sector artístico, y una economía que ya no garantizaba estabilidad, por más talento que tuvieras.

Clavito intentó resistir.

Clavito y su Chela: qué ha sido de la vida de Robert Muñoz, el cantante que  se alejó de la música y dejó el Perú | Fotos | Espectáculos | La República

Estudió.

Se preparó.

Amplió su currículum hasta hacerlo envidiable.

Pero el mercado local no supo —o no quiso— absorber a un artista con intelecto.

Fue invisible para el sistema formal.

La decisión de migrar no fue improvisada.

Según fuentes cercanas, pasó meses en silencio, analizando su vida, consultando con su círculo íntimo.

Finalmente, eligió el camino que para muchos es el más duro: empezar desde cero en Estados Unidos.

Lo hizo sin escándalos, sin comunicados, sin victimizarse.

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Simplemente desapareció de los escenarios y apareció en un barrio estadounidense con una máquina de afeitar en la mano y una dignidad intacta.

Pero el choque fue brutal.

De ser reconocido en cada esquina a pasar desapercibido.

De recibir aplausos a recibir propinas.

De firmar autógrafos a aprender a manejar un cortacésped.

El cambio no solo fue geográfico, fue existencial.

Y, sin embargo, Clavito no se quebró.

Se adaptó.

Reinventó.

Incluso, se siente agradecido.

En entrevistas recientes, ha dicho que en EE.

UU.

recuperó algo que en Perú había perdido: la paz mental.

Nadie lo juzga.

Nadie le exige más de lo que puede dar.

Nadie espera que cante si no quiere.

Lo más inquietante de esta historia no es el cambio de ocupación.

Es lo que revela sobre el país que dejó.

¿Cómo es posible que un artista tan preparado, tan formado, tenga que exiliarse laboralmente para sobrevivir? ¿Qué nos dice eso sobre el Perú? Sobre nuestras industrias, nuestras oportunidades, nuestros prejuicios.

Porque mientras él corta cabello con la misma precisión con la que antes armaba acordes, otros siguen bailando sus canciones sin saber que el autor de esas letras ahora barre el piso de un salón alquilado.

Algunos lo llaman fracaso.

Otros, valentía.

Pero lo que nadie puede negar es que Robert Muñoz se ha convertido en un símbolo de las contradicciones peruanas: un país que exalta a sus artistas solo mientras entretienen, pero los olvida cuando deciden pensar, estudiar o cambiar.

Hoy, su vida está llena de silencios.

Silencios distintos a los de los escenarios.

Silencios de reflexión.

De reconstrucción.

De dolor que ya no se canta, pero se carga.

Y mientras los reflectores se apagan y los micrófonos quedan en pausa, Clavito sigue escribiendo su historia.

No con letras de cumbia, sino con tijeras, podadoras y, sobre todo, una fuerza interna que solo conocen quienes han tenido que comenzar, no una, sino varias veces en la vida.

Su canción más dura, sin duda, la está viviendo ahora.

Y aún no sabemos cuál será su estribillo final.