—¿Cuántos años tiene tu madre? —preguntó.
—Cuarenta y siete.
Exactamente la edad que tendría Carmen hoy.
Eduardo tembló. Con voz baja, pidió una foto. Sofía, algo confundida, sacó el móvil.
Cuando Eduardo vio la imagen, supo que el mundo acababa de cambiar para siempre.
Era ella.
No un parecido. No una coincidencia.
Era Carmen. Viva.
Misma sonrisa. Mismo brillo en los ojos. El mismo gesto dulce al inclinar la cabeza.
—¿Dónde vive tu madre? —preguntó casi sin aire.
—En Cuenca. Dice que nunca ha salido de allí.
Eduardo se desplomó en la silla, incapaz de ordenar los recuerdos. Carmen… viva. Y si sus cálculos no fallaban, Sofía había nacido exactamente 9 meses después de la última vez que vio a Carmen con vida.
—¿Tu madre te habló de alguien llamado Eduardo?
—A veces… cuando toma vino. Se pone triste y menciona a un “Eduardo”. Pero nunca dice más.
Eduardo ya no podía seguir fingiendo que esto era casualidad.
Sofía era su hija.
Y Carmen… jamás había muerto. Le habían mentido. ¿Por qué? ¿Quién se benefició de su separación?
No lo sabía.
Pero en ese momento, Eduardo supo una cosa con certeza:
—Tengo que ver a tu madre.
Y esta vez… no iba a perderla de nuevo.
¿Quieres que convierta este texto en un guion para video corto, un monólogo emocional para TikTok, o una historia interactiva? También puedo ayudarte con el capítulo siguiente: ¿Qué pasa cuando Eduardo llega a Cuenca? ¿Lo reconoce Carmen? ¿O ella también creyó que él había muerto?