Silencios, bostezos y un retador sin nombre: ¿Por qué la conferencia previa de Canelo vs. Scull se convirtió en la antesala más fría, incómoda y decepcionante en la historia reciente del boxeo mexicano?

La conferencia más fría de Canelo: desinterés, un rival invisible y la pelea que nadie pidió

A sólo horas del combate entre Saúl “Canelo” Álvarez y William Scull, la conferencia de prensa previa —que debería haber encendido la mecha del entusiasmo— terminó siendo un desfile de silencios incómodos, frases vacías y miradas perdidas. Para muchos, fue la confirmación de lo que ya se temía: esta pelea no despierta pasión, ni expectativas, ni la mínima ilusión.

Desde su entrada al recinto, algo se sentía fuera de lugar. No había ambiente. No hubo cánticos. No hubo tensión. Y lo más alarmante: no hubo periodismo real, sólo un guion reciclado intentando disfrazar de épico lo que parece un trámite administrativo más para Canelo. El propio presentador, Chris Mannix —uno de los periodistas más reconocidos del boxeo internacional— ni siquiera sabía pronunciar correctamente el apellido del retador. ¿Scull? ¿Skull? ¿Schul? Esa confusión fue, sin duda, el reflejo perfecto del nivel de desconocimiento general que hay sobre el cubano.

William Scull, por su parte, intentó adoptar una postura de tipo duro. Lanzó frases predecibles como “me lo voy a comer vivo” o “le enseñaré la escuela cubana”, pero dichas con una energía tan ensayada que más que intimidar, causaban pena ajena. Su lenguaje corporal no era el de un hombre convencido de que está a punto de destronar a una leyenda. Era el de alguien agradecido de estar en el escenario, sabiendo que probablemente será su primera y última gran noche.

Eddie Reynoso, en su papel de promotor emocional, trató de vender la pelea como si estuviéramos frente a un duelo de titanes. “Es un gran boxeador, con muchas cualidades… tiene la escuela cubana”, dijo sin entrar en detalles. Pero quien haya visto las peleas de Scull —como lo han hecho algunos analistas rigurosos— sabe que no hay tal dominio técnico. No es rápido, no tiene pegada, ni experiencia, ni nombres de peso en su currículum. Ni siquiera ha dejado huella en el amateurismo cubano. Su pelea más destacada fue contra Shishkin… y la mayoría opina que la perdió.

El propio Scull confesó que esperaba que Canelo eligiera a Jake Paul antes que a él. Y si bien dijo que no le sorprendió recibir la llamada, lo cierto es que en cada palabra se notaba más sorpresa que convicción. Aseguró haber estado “siempre listo”, pero lo que transmitió fue humildad, no hambre. Ni siquiera supo detallar un plan de pelea, limitándose a decir que “irá round por round” y que “no puede revelar su estrategia”. Como si alguien la temiera.

Canelo, por su parte, mostró señales de incomodidad. Cuando Mannix mencionó que sólo dos hombres han logrado vencerlo, bajó la mirada. Las derrotas con Mayweather y Bivol aún parecen pesarle más de lo que acepta públicamente. Su lenguaje corporal hablaba más fuerte que cualquier palabra. Y aunque dejó claro que Scull “va a sentir algo distinto”, sus palabras no sonaron a amenaza, sino a resignación.

Lo más preocupante es la percepción general: esta pelea parece fabricada. Scull peleó en la cartelera de Canelo vs. Munguía cuando aún no era campeón, y luego fue coronado tras el retiro forzado de Canelo del cinturón FIB. Todo indica que su ascenso fue parte de una estrategia premeditada para “justificar” este combate de transición. Porque eso es lo que es: un escalón rumbo a septiembre, cuando se espera una pelea real contra Terence Crawford.

Ni siquiera el físico superior de Scull —más alto, con mayor alcance— parece generar respeto. En el boxeo moderno, el tamaño es relativo. Fundora, Nakatani o el propio “Divino” Espinoza son ejemplos de que el volumen no siempre se traduce en dominio. Y con Canelo, un peleador que ha enfrentado desde Golovkin hasta Kovalev, estas ventajas lucen irrelevantes.

La adaptación al huso horario de Arabia Saudita fue otro tema mencionado. Canelo lleva tres semanas allí, Scull apenas una. Si la aclimatación fue difícil para el mexicano, lo será el doble para el cubano. Y eso sin contar la presión, el calor de la grada y la responsabilidad de justificar el cinturón que porta.

En resumen, estamos ante una pelea sin alma. Un combate que no enciende redes, que no genera debates, que no inspira. Y eso, tratándose de un ídolo como Canelo, es una alarma. El boxeo necesita emoción, necesita rivalidades auténticas. Lo que veremos esta noche —salvo un milagro— será un entrenamiento televisado, una noche de trámite para un campeón que merece desafíos verdaderos.

¿El batacazo puede ocurrir? Sí, siempre puede. Pero si Scull logra vencer a Canelo, será la sorpresa más grande del boxeo moderno. Porque ni su historia, ni su estilo, ni su actitud dicen que esté listo para el momento. Y, francamente, el público tampoco lo está.